El FMI aprobó hace unos días el desembolso de 3800 millones de dólares del crédito de facilidades extendidas tomado por la administración de Alberto Fernández. Con ese monto, se recupera parte de los 4899 millones de dólares que el país le pagó el último trimestre al mismo organismo por el crédito stand-by que había tomado Mauricio Macri a finales de su gestión.

Así, el gobierno del Frente de Todos sigue enredado en un monitoreo constante de su política que mantiene la economía en un elevado nivel de incertidumbre, sin recibir más financiamiento que el necesario para ir repagando los 44 mil millones de dólares con los que el FMI premió a la desastrosa gestión de Mauricio Macri. Como yapa, se legitima aquel irregular crédito otorgado a la gestión de Cambiemos tomando otro que dejará a la Argentina endeudada y bajo la tutela del Fondo por muchos años más. Algo que, por razones difíciles de entender, la mayor parte de los economistas de todo color político calificó como un acuerdo “exitoso” hace pocos meses atrás.

El staff del organismo señala que desde la firma del acuerdo se disparó la inflación a niveles peligrosos, se desplomó el valor de los bonos, cayeron las reservas y aumentó la brecha cambiaria. Sin embargo, en lugar de cambiar el rumbo de sus políticas, recomienda profundizar el camino del ajuste fiscal y monetario. Ahora el ajuste fiscal se concentraría no sólo en reducción de los subsidios, sino en las políticas sociales, que sufrirían un recorte incluso mayor, equivalente al 0,7 por ciento del producto. 

El achique vendría en gran medida por no actualizar las prestaciones al nivel de la inflación, diagnóstico escondido bajo el eufemismo de que la “mejora en la provisión de asistencia social está respaldada por esfuerzos para reducir la indexación de beneficios”. Además, ante la posibilidad de que las jubilaciones y asignaciones mejoren su poder adquisitivo ante un proyectado (pero poco probable) descenso de la inflación el año próximo, se indica que el Ministerio de Trabajo está estudiando una nueva reforma de la fórmula indexatoria.

Pese a reconocer que la alta inflación tiene fuertes componentes inerciales, no toma medidas al respecto, insistiendo en una baja del financiamiento monetario al Gobierno como la herramienta para reducir los aumentos de los precios. Lo paradójico es que esa reducción del financiamiento sólo cuenta para el gasto en salarios, jubilaciones o política social, ya que se deja que el Banco Central emita libremente para mantener a flote el valor de los bonos en pesos, alimentando las presiones sobre el dólar financiero.

El programa del Fondo insiste en que haciendo políticas ortodoxas monetarias y fiscales para darle confianza a los mercados, se logrará reducir la inflación y la brecha, recuperar reservas y acceder a los mercados financieros para refinanciar la impagable suma de vencimientos de deuda externa pública y privada que acecha a la economía argentina durante los próximos años. Una utopía que fracasó, fracasa y fracasará generando un gran daño social y económico al país.

@AndresAsiain