Dicen que tiene pinta de cuchillero. En 1977, Miguel Angel Britos era agente de policía con destino en la Superintendencia de Seguridad Federal. Desde ahí, el 17 de febrero actuó en el asesinato de Eduardo Edelmiro Ruival y el secuestro de Adriana Claudia Marandet, “Pacha”, trasladada inmediatamente al centro clandestino del Atlético y desaparecida. Del operativo participaron por lo menos otros dos hombres de la Superintendencia de Seguridad. Uno recibió un tiro en una pierna, disparo que puso en marcha la maquina de burocracia del Estado y un sumario por lesiones en lo que las fuerzas represivas llamaban “acto de servicio”. El sumario dejó huellas en aquel momento sobre la presencia de Britos en el lugar. Muchos años después, en 2012, el juez federal Daniel Rafecas dictó su captura. A partir de entonces, Britos comenzó una increíble historia de fuga hacia la selva del chaco salteño. Pasó años en una carpa, comió yacarés y serpientes. Acaba de ser detenido. 

PáginaI12 accedió al informe que el juez Rafecas pidió al agente de la PSA involucrado en la captura, que parece de ficción. “El prófugo de la Justicia, según lo expresado por él mismo, se habría enterado por un conocido que era buscado por la Justicia. Por esa razón, entró a un locutorio (buscó un máquina, se sentó, puso su nombre) y encontró sus datos en la página del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Nación. Así supo que el Estado ofrecía además una recompensa a quien brinde datos sobre su paradero motivo por el cual decidió profugarse”. 

“Como siempre le gustó la idea de vivir en una zona deshabitada y lejos de las áreas comerciales, decidió irse al chaco salteño, región donde habita la tribu de los Wichis”, continuó. “También dijo conocer a la tribu de los Chorotes que eran de la misma zona, pero con estos no habría interactuado. Durante el período como prófugo habría estado entre otros lugares en la zona de Embarcación”. En cuanto a la forma de vida, continuó el parte, “lo hacía en una carpa en la zona del monte de Salta. En el lugar no había luz ni agua potable, situación por la cual debía frotar con fuerza dos maderas y de esta manera debía preparar los alimentos que él mismo cazaba: cocodrilos, cascabeles, entre otras cosas”. Cuando sufría alguna dolencia tomaba un té de sauce, nunca iba al médico. “Agregando que la única manera de mantenerse informado era a través de una radio portátil a pilas. Durante el tiempo que estuvo prófugo viajó a Buenos Aires en muy contadas ocasiones. Lo hacía en colectivo (de larga distancia) con su propio documento. Mantenía comunicación muy escasa con la familia usando sólo mensajes de texto”. 

Britos no usaba teléfono con whatsapp, sino uno con mensajes de texto. En mayo de este año, un testigo de identidad reservada dio a conocer algunos de datos de su paradero. Se ordenaron intervenciones del teléfono de una hija. Hasta que un texto con la palabra “papi” permitió trazar su ultimo intinerario. Britos viajaba a la localidad de Guernica en la provincia de Buenos Aires para vender una moto. No hizo falta hacer ningún allanamiento cuando lo encontraron, lo vieron caminando en la vereda.

–¡Miguel! –le gritó un agente de la PSA.

Britos se dio vuelta, y dijo: no soy Miguel. Volvió a decirlo cuando lo detuvieron. Le pidieron documentos. Poco después estaba declarando. 

El expediente con la historia de su detención contiene otros documentos insólitos, tal vez más normales que su fuga pero diferentes a los habituales papeles de la represión. La prueba principal de su participación en el operativo de 1977 es el sumario iniciado por el disparo al otro integrante de la tropa. “Tal como surge de las constancias obrantes en el Sumario 553 del Consejo de Guerra Especial Estable 1/1, la muerte de Ruival se habría producido por heridas de tórax causadas por proyectiles de arma de fuego; mientras que en tal ocasión, también habría resultado herido de bala el imputado, Mario Oscar Baigorria”. Ese el nombre del otro policía de este caso, procesado en 2010 en el marco de la causa Suárez Mason y otros por homicidio, secuestro y tormentos de las dos víctimas. 

En aquel 1977, Baigorria comenzó a hacer un trámite por lesiones en acto de servicio en un sumario que fue recogiendo testimonios de los policías que lo secundaron, entre ellos, Britos. Baigorria obtuvo la licencia solicitada. Dejó de trabajar. El Estado le pagó tratamiento médico y meses de descanso. Pero uno de los datos más impactantes de la investigación es que entre febrero y junio de 1978, la Policía citó a la madre de Ruival para que pague esos gastos. 

Quienes trabajan en la investigación todavía no pueden creerlo: no sólo porque el documento es una prueba de lo que sucedió, sino por el grado de perversión. En un documento del 22 de marzo de 1978, el comisario inspector Víctor Arturo Oliva firma una resolución cuyo encabezado dice “Visto el dictamen del departamento Asuntos Jurídicos, el Subjefe de la policía federal resolvió: Intimar a los derecho-habitantes de Eduardo Edelmiro Ruival al pago de 462.903,00 pesos en concepto de haberes percibidos sin prestación de servicios del inspector Mario Oscar Baigorria y de 15.444,08 por gastos de atención médica, a raíz de la lesiones sufridas por la prestación médica”. El 28 de junio de ese año, desde la Zona I de Seguridad Metropolitana, toman declaración “a la señora Purificación Umbelina Alvarez”, la madre de Eduardo. Allí la anotician de la resolución “de paginas anteriores”. Y “se la intima por ser derecho-habitante de Ruival al pago de los costos del tratamiento y del salario que el Estado pagó”. Purificación dijo sin embargo “que no se considera deudora responsable por los daños” y “además que carece de bienes para solventar dicho gasto viviendo actualmente de la pensión que le dejara su marido al fallecer”. 

Baigorria fue sobreseído este año a raíz de su muerte. Murió en prisión y procesado, con procesamiento a confirmar por la Cámara Federal. Uno de sus hijos se enteró de la historia de su padre cuando fue detenido en 2010. Bajó una resolución del sitio de la Corte en internet para leer más claramente los detalles. Y llevó los papeles totalmente conmovido al juzgado. Alguna vez buscó contactarse con las víctimas, horrorizado por el pasado de su padre. Nadie sabe qué pasó después. Ahora el rompecabezas acaba de sumar una nueva pieza.