A las 12.15 el aroma de la colita de cuadril que había empezado a dorarse en la cacerola de la cocina de las Madres de Plaza de Mayo invadía todo. Mercedes “Porota” de Meroño, Rosa de Camarotti, Claudia de San Martín y Josefa de Fiore hilvanaban anécdotas sentadas a la larga mesa del comedor diario. Enfundada en un delantal de cocina con la leyenda Le Mamme Antifascite de Loncavallo. Spegni la televisione e vieni in manifestazione  y afilando una cuchilla, Hebe de Bonafini interrumpió su faena cuando se abrió la puerta. Entró el grupo de síndicos, enviado por el juez en lo Comercial Fernando Perillo, munido de una orden de clausura y desalojo de la sede en el marco de la quiebra de la Fundación por los juicios indemnizatorios de los ex trabajadores del proyecto Sueños Compartidos.

–¡¡Qué olorcito!! –exclamó uno de los representantes del estudio Roggiano y Asociados.

–Si se portan bien, los convido –retrucó Hebe mientras el grupo, acompañado por el abogado y apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, Juan Manuel Morente, se encaminaba a una de las salas para conversar. 

Con los achaques de sus casi 90 años estas mujeres siguen poniendo el cuerpo en nuevas batallas. “Estamos embarazadas pero todavía no llegó el parto”, bromeaba Porota un poco más aliviada al semblantear a los visitantes.

Los contadores y abogados se ubicaron en la oficina donde las Madres atesoran cuadros, regalos, distinciones de artistas y personalidades del mundo. Todo está ordenado y clasificado y cada objeto guarda una historia que Hebe describe con minuciosidad.

La presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo alternaba recetas de cocina con idas y venidas a la oficina donde el abogado les aportaba la documentación a los síndicos.

–Les conté que la cartera que está en la vitrina me la regaló Fidel, una de las guitarras nos la dio Charly y la otra Paco Ibáñez y los aritos los hicieron unos presos en la cárcel –les comentaba a las otras madres, ansiosas por el trámite que les había alterado el sueño y la vida en los últimos días. 

–Les dije que me cuesta caminar y uno comentó: “Menos mal”. Se ve que todo va bien –ironizó esta mujer que a los 88 años no está dispuesta a dar por perdido ningún desafío. 

En vilo

El lunes pasado el juez Perillo firmó el Mandamiento de constatación y eventual clausura del “inmueble de la calle Hipólito Yrigoyen 1578/82/84/86/90 Planta Baja, sótano y entrepiso” en caso de que fuera la sede de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. La orden facultaba a los oficiales de justicia a “hacer uso de la fuerza pública, a allanar domicilios y requerir los servicios de un cerrajero en caso de resultar necesario”. 

Apenas tomaron conocimiento de la decisión del juez que entiende en los pedidos indemnizatorios de los ex trabajadores de la Fundación, Hebe y su abogado se pusieron a buscar los documentos que acreditaran que la sede en cuestión es de la Asociación y no de la Fundación. 

La Asociación fue constituida el 22 de agosto de 1979 en La Plata y luego certificada en la ciudad de Buenos Aires por el estudio Olivares. Del grupo original de Madres que firmaron ese documento sólo queda con vida Hebe de Bonafini. 

Después de poco más de una hora de recabar documentos y poderes, los síndicos labraron el acta que les devolvió la sonrisa a las madres. Quedó constancia que en la sede funciona y sesiona la Asociación Madres de Plaza de Mayo, la sede del Instituto Universitario Madres de Plaza de Mayo, dependiente del Ministerio de Justicia, y el Centro de la Memoria, el Amor y la Resistencia. En otras palabras, la clausura y el desalojo no se haría efectivo. Otros bienes de la Fundación como terrenos en Chaco, Rosario y Marcos Paz entrarán en el proceso de remate que seguramente dispondrá Perillo para pagar las deudas indemnizatorias de los ex trabajadores de Sueños Compartidos.

La cocina

El jueves 4 de agosto del año pasado a la hora de la histórica ronda en la Plaza de Mayo, el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi ordenó la detención de Hebe porque no había asistido a declarar en el marco de la causa por irregularidades en el manejo de los fondos públicos destinados al plan de viviendas Sueños Compartidos. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich dispuso un operativo con camiones hidrantes, oficiales pertrechados con cascos, escudos, motos. Las Madres salieron en combi sobre la vereda y eludieron la encerrona. Una espontánea movilización popular obligó a dejar sin efecto la orden cuya repercusión internacional era inmanejable. A la semana siguiente Martínez de Giorgi se avino a cumplir el trámite –una garantía de defensa– en esa misma cocina donde ayer llegó la delegación de síndicos. Hebe le regaló una botellita de ginebra con ruda y se negó a declarar. Hace un par de meses, el magistrado la procesó junto a Sergio y Pablo Schoklender, entre otros, por defraudación al Estado. 

A mediados de junio, el Ministerio de Justicia decidió la intervención del Instituto Universitario. Los estudiantes ocuparon la sede y después de semanas se abrió un canal de diálogo. 

Las Madres siguen adelante. Recolectan donaciones para darle de comer a los chicos de la parroquia de Paco Olveira en la isla Maciel y a los de un barrio en Monte Chingolo. Hace unos días recibieron en esa misma cocina a un grupo de hijas de represores que se atrevieron a contar el repudio por las atrocidades de sus padres. “Es muy fuerte. Nosotras muchas veces creíamos que sólo torturaban a nuestros hijos pero lo hacían con los propios también. Les dije que la única forma de seguir adelante es buscando cosas para hacer, uno no puede quedarse en ese pasado”, comenta Hebe mientras el aroma de la colita de cuadril rellena y sazonada con ajo, vino blanco, miel y mostaza da cuenta que está para servir. Los síndicos ya partieron.