“Me voy a hacerle el Topo Gigio a Chupete en la Plaza”, declaró el dueño del bar mientras bajaba la persiana. Era 19 de diciembre de 2001 y, a una Rocío Espina de 10 años, la frase se le quedó clavada en la memoria. 20 años después, en plena pandemia, una caminata llevó sus pasos a la misma persiana, al mismo tabernero y a ese recuerdo. Supo que tenía que hacer algo con eso. Lo que primero iba a ser un fanzine devino en una novela gráfica publicada recientemente por Editorial La Pinta: El nuevo milenio, el mismo nombre de ese bar. Un reducto del sur porteño que ella frecuentaba con su viejo.

“La primera parte es medio una romantización, una caminata con mi viejo, un vínculo padre-hija, pero después el tipo del bar se va a la Plaza y la realidad es que en la Plaza pasaron cosas gravísimas, hubo muertos y gente bancando los trapos luchando por todos. ¿Cómo no mencionar eso? ¿Cómo no mencionar que fue la policía, que fue el Estado? Era una responsabilidad ética”, plantea Espina.

► Las causas y la síntesis

El nuevo milenio transcurre en varios registros. Es tanto un retrato de época como una foto familiar, y tan slice of life como advertencia contra el neoliberalismo. “Me quise despegar de la idiosincrasia clasemediera porteña, que es la de la queja constante, de sólo ser consumidor y no ciudadano, de ver todo negativo”, señala la autora. “Quise aportar otras miradas y matices dentro de una historia de crisis. Porque en el medio se viven otras cosas: un besito bajo la mesa, un robo frustrado, una tía entrando en Alzheimer, una abuela con la que se juega a las cartas, y también la fuerza de la movilización popular. En algún punto también quise homenajear a eso: que aunque hay motivos para quejarse, no puede ser todo queja-queja-queja”.

A primera vista, esta primera producción extensa de Rocío está en el registro del universo fanzinero habitual. Sin embargo, se percibe algo más. Algo que probablemente venga de su formación en Bellas Artes y su paso por el artivismo colectivo. “Hacíamos afiches para marchas, ahí puse en práctica conocimientos en función de causas que nos conmovían; además, lo hice con amigas, se aprende un montón trabajando con otros”, recuerda. Hay ahí una densidad conceptual, pero también capacidad de síntesis de cada imagen que engarza muy bien con la que ella reconoce como su otra influencia determinante: Virus Tropical, de Power Paola.

“Cuando leí Virus Tropical quedé completamente perpleja. Me di cuenta de la fuerza que puede tener un relato. Y, sobre todo, me dio fuerza para confiar en mí, juzgarme menos, entender que a veces las producciones no tienen que ser perfectas técnicamente y que hay otras cosas que las hacen levantar. Sentí en ese libro el poder de la narración”, destaca. Si Virus Tropical marcó a una generación de autoras, en el caso de Espina sus resultados son particularmente fructíferos.

Foto: Cecilia Salas

Ambos son, a su modo, ejercicios de memoria y retrospección. En el caso de Rocío, plasma el amor por su padre, que falleció. “Es medio cliché decir lo del legado –reconoce–, pero sentí que al pensar el libro él algo me había transmitido. Recuerdo esos días, el clima de desolación, caos, apocalipsis. Había estado todo el día en casa encerrada, mirando la tele. Y el 19 papá llego muy triste, llorando. A la noche lo encontré brindando con mamá y me dijeron ‘Vamos a salir a la calle porque el presidente declaró estado de sitio’"

"Me transmitió el ser parte de un hecho histórico -explica-. Él me llevó a la calle, con el riesgo que implicaba, a recorrer los distintos cacerolazos del barrio. Entonces primero tengo un gran amor y homenajeo a eso que me dejó mi viejo, que después yo repliqué a lo largo de mi vida tratando de involucrarme con las cosas que siento que valen la pena, que son colectivas”.

--¿Cómo fue ese ejercicio de memoria?

--Cuando empecé a revisar cómo vivía hace 20 años me di cuenta de cómo cambiaron muchas cosas. Por ejemplo, lo poco que se hablaba de sexualidades no heteronormadas. La cantidad de noticieros que consumíamos. Todo el tiempo era estar con la tele, que te decía que afuera estaba re picado, con secuestros, matando a alguien.

--Se puede leer una advertencia contra el neoliberalismo en el libro...

--Sí, ¿viste los titulares al principio? Yo me senté a leer archivos de Clarín y La Nación de esos años. Los titulares son reales. Los saqué de ahí. Y es muy increíble cómo los podrías poner ahora sin ningún problema. Hay algo cíclico, pareciera que sucede lo mismo a nivel económico y social. Sobre todo, a nivel económico. Me resultó llamativo y doloroso encontrarse con “El FMI dice ‘no’ otra vez”.

--Para muchos jóvenes, en 2001 la salida parecía por izquierda. Ahora el peso se vuelca a la derecha, ¿a qué lo atribuís?

--No sé, ¡pero me quiero morir! Encima vivimos en una burbuja donde las redes sociales nos traen discursos a los cuales adherimos. Sorprende pensar que hay gente que quiere ir a matar a la vicepresidenta o que grita abiertamente contra los homosexuales. Pero el fascismo siempre está en potencia en nuestra sociedad y en cualquier momento puede expandirse. Es un peligro que está siempre en la democracia, y ahora el descontento en algunas personas toma esta forma de fascismo. Me da pena y rabia porque son discursos muy cargados de odio que pueden tener consecuencias muy graves.


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