Ellos jugaban y jugaban a hacer música, hasta que se dieron cuenta de que la cosa iba en serio. Verónica Condomí y Matías Betti nunca imaginaron que iba a ser así, hasta que finalmente fue. “De jugar pasamos a que nos gustara cómo estaba sonando lo que hacíamos, y acá estamos… la verdad es que nos sorprendió darnos cuenta de que estábamos por cumplir diez años”, introduce la experimentada cantante y compositora que la viene batallando desde las épocas de MIA y MPA.

Verdeado dulzor --así se llama el dúo-- está entonces en las vísperas de festejar una década de sonidos lúdicos en el Café Berlín de Avenida San Martín al 6600. La cita será este jueves 10 de noviembre, a las 21. “La idea es repasar el repertorio de nuestro álbum Verdeado Dulzor, y también canciones que empezamos a tocar pos pandemia, además de estrenar un par de versiones más”, previene Condomí, enlazada a un todo que efectivamente conlleva un salpicado decenio estético, en términos de instrumentos, colores y formas. “Lo nuestro se fue dando sin un plan, solo con el motor de las ganas y, sobre todo, respetando los tiempos de ambos. Fuimos llevando el dúo de a poco pero firme, con objetivos a corto plazo”, detalla Betti, stickista nacido en Tandil hace 50 años, cuya habilidad pasa por ser uno de los pocos músicos argentinos en tocar el Chapman Stick, singular instrumento creado en la década del setenta por el luthier californiano Emmet Chapman, que concentra en sus diez cuerdas sonidos de guitarra, bajo, piano y percusión. “La flexibilidad del stick es que tiene dos grupos de cinco cuerdas, uno más grave, que es como el bajo del instrumento, y el otro más agudo, que representa la parte de la guitarra. Lo interesante es que ambos se pueden procesar de manera independiente”, explica Betti, integrante actual –además— del trío Buceador Voltio (él, más Renzo Baltuzzi en guitarra y Pablo Belmes en batería) con el que grabó un disco llamado Antena.

--¿Cómo se funden estas bondades del chapman stick con la voz de Condomí? ¿de qué manera hace esta combinación a la esencia del dúo?

Matías Betti: --La técnica de tapping, que consiste en percutir las cuerdas con los dedos de ambas manos sobre el diapasón, permite tocar bases de bajo y melodías o acordes al mismo tiempo, y esto es ideal para nuestro dúo, porque Vero toca muy bien el bombo y por supuesto canta hermosamente, con lo cual se transforma en una especie de cuarteto de dos (risas).

Verónica Condomí: --Creo que en este sentido aprendí un montón acerca de los silencios y de la rítmica compartida en la música que hacemos con Mati. Y me parece que la clave está en la búsqueda, porque probé con la guitarra, la guitarrita, la caja, pero encontré que el bombo es lo que ensambla de manera más contundente con el stick.

Bajo esta particular formación instrumental –que incluye también kalimba-- el dúo hace temas de Luis Alberto Spinetta, Charly García, Divididos y Atahualpa Yupanqui, entre otros. “El resultado de esta mixtura está hecho con mucho respeto y admiración por ellos y por las versiones que logramos”, sostiene Condomí. “De todas maneras, el que más me gusta es uno nuestro, el primero que hicimos juntos, y que se llama ´Musiquita`. Es otro juego entre los dos, que precisamente nació jugando sobre un loop hecho por Mati con el stick y conmigo tocando el bichito cordobés.

--¿Qué es el “bichito cordobés”?

V.C.: --Es como una guitarrita pequeña inventada por el lutier Homero Zambrano.

M.B.: --Yo me quedo con “Árbol de la Vida”. El motivo es que guarda deseos comunes de los dos en la letra, por lo que es muy representativo de la esencia del dúo. En la base rítmica que se arma entre el bombo de Vero y los bajos del stick está lo power, el momento en que encontramos un lenguaje propio.

Las referencias estéticas del dúo no sorprenden. Por el lado de Condomí, que en simultáneo al acontecer del dúo está grabando un nuevo disco solista, además de continuar cantando junto a Liliana Vitale, la influencia principal es la del Chango Farías Gómez. “Sin dudas, el Chango me sigue influenciando en eso de mezclar ritmos y sonoridades, algo que aprendí en su grupo La Manija”. 

Para Betti, en tanto, los principales espejos sónicos pasan por Bjork y Guillermo Cides, su maestro. “Siempre me gustaron los grupos que mezclan géneros respetuosamente, o incorporan instrumentos no tradicionales. Me gusta ir un poquito más allá, siempre. Recuerdo que el dúo con Vero nació durante un viaje que hicimos juntos a Amaicha del Valle, donde me puse a tocar unas bases con stick al estilo King Crimson, Vero se puso a cantar una chacarera encima, y logró que las métricas se unieran… así empezó a sonar algo nuevo, algo que estaba buenísimo. Así fue la semilla”.