No es fácil legitimar una banda tributo. En general, el fana tipo es refractario a reconocerle un valor, más allá de la mera recreación. Pero a veces hay bemoles. Casos excepcionales, sobre todo si se trata de imitar a Pink Floyd, enorme banda, que ya se ha copiado bastante a sí misma. Doble es el riesgo que ha asumido entonces The End, su banda tributo argentina, desde hace treinta años, y que ayer, en el Gran Rex, dio un paso más. No tuvo este tal vez el despliegue escénico de aquella sorprendente recreación de The Wall en el Luna Park, en 2004, donde los End se atrevieron a erigir una pared de 35 metros por 7, además de mezclar actores, fuegos de artificio y orquesta, algo que repetirían en 2018. Tampoco “el cartel” de otra parada –la de abril de 2010--, que gozó de las presencias de tres miembros del Floyd tardío: el bajista Guy Pratt, el tecladista Jon Carin, y la cantante Durga McBroom.

Pero sí tuvo algo que alcanzó para argumentar la excepcionalidad del caso: la perfección con la que la agrupación recrea cada pieza de la banda británica, y la presencia nuevamente de Durga, corista negra que Gilmour convocó para las presentaciones en vivo de A Momentary Lapse of Reason y se quedó para inundar con su color todo el devenir del Floyd pos Waters. Perfección y color, entonces, fue la sutil combinación que primó en la noche del colmadísimo Rex como parte de la gira “The Pink Floyd Connection III”.

Durga McBroom

Perlitas. Pequeñas guías para no expoliar. La vuelta en bis que se pega The End por la espacial y psicodélica “Astronomy Domine” –vieja pieza de Barrett-- destella. Fija un oído en la tradición y otro en la locura. La que viene más acá en el tiempo y se posa en “Mother” es bella. Es, además, la que recibe a Durga para que ella diga y cante lo que la madre de Pink en The Wall, mientras Gorgui Moffatt, el cantante, hace su parte sentado como un buda al borde del escenario. Dueto entre ella y él, que también resalta en la aromática “Poles Apart” y en “Young Lust”, baile erótico incluido.

Durga va de los altos a los bajos con supina versatilidad. Divierte y entristece sin dobleces. Intachable, además, la finura con que cada músico hace su parte en función holística. Algo que se nota cristalino en el sobrevuelo colectivo por “Learning to fly” o en “Nobody Home”. Casi imperceptibles –y está bien— las licencias que se toma el grupo para arriesgar algún que otro arreglo. Implosión intrasensorial cuando mil haces de luz entre dorados y amarillos perforan cada sentido durante la recreación parcial de “Shine On You Crazy Diamond”. Justas las voces femeninas que se entrelazan en función de la imperecedera “The great gig in the sky”, y ciertos pasajes individuales como el de Martín Camelo y su saxo en “Money”; o las guitarras de Mariano Romano y Matías Dietrich, en “High Hopes”.

Y ya, porque la mini gira The End + Durga continúa este martes en la Casa España de Santa Fe (Rivadavia 2871); el jueves repite en el Rex; el viernes en el Teatro José Asunción Flores de Paraguay; y el sábado cierra en Radio City, de Mar del Plata (San Luis 1750).

Y tienta maravillarse en el acto, claro.