Hace tiempo que dejamos de “ser” para ser otros. Deambulamos por vidas paralelas: la real y la que fabricamos ante la sociedad virtual. Ese mundo vaporoso que nos dicen que debemos estar para no dejar de existir. Un universo de “clics” ordenados en etiquetas de códigos cuidadosamente empaquetados por algoritmos opacos que han generado esta especie de Gran Hermano de las emociones, del consumo desmesurado, la falsedad y la impostura.