Fiestas, baños y exilios será, finalmente, declarado de interés cultural el próximo 16 de noviembre, en un acto que se celebrará a las 18:30 en el salón Montevideo de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, con la participación del diputado Franco Vitali, Adriana Litwin y Rodrigo Reynal. Finalmente porque el libro, escrito por Alejandro Modarelli y Flavio Rapisardi, se publicó por primera vez hace ya 21 años. Y finalmente porque se trata de una obra imprescindible, que testimonia la resistencia del movimiento gay durante la última dictadura militar en Argentina. Un trabajo contra el olvido y de altísima resonancia en la lucha LGBTIQ+ de nuestros días.

“Y mirá que en todos estos años fueron declaradas de interés plazas, esquinas, bares, veredas. Pero el libro, nada”, tira Alejandro. ¿Por qué? “Debe ser que nos pensaban muy politizadas y por eso nunca hubo acuerdo”, ataja Flavio, divertido. Y no es que esta vez el acuerdo fuera total. La declaración de interés se aprobó con el voto en contra -por supuesto- de los libertarios.

Por eso esta entrevista. Porque -como dirá Alejandro más adelante- el avance de la movida anti derechos no es “un mal sueño”. Y aunque todavía seguimos ebrias de emoción por la que fue la marcha del orgullo más grande de la historia de Argentina, la coyuntura exige un profundo trabajo de revisión. En este sentido, la perspectiva de ellas dos -parte del grupo de maricas que hicieron la primera marcha en 1992- es más que oportuna.

Esta conversación ocurrió de casualidad -se los juro- en la entrada de los solitarios baños del Centro Cultural San Martín.

Flavio Rapisardi: ¿Teteras? ¡¿Qué es eso?!

Alejandro Modarelli: Desconozco, no sé de qué me hablás.

-Contentas, ¿no? ¿Con el reconocimiento?

F: Nosotras, felices. Divinas, como siempre.

A: Nos parece grandioso. Este libro contiene un trabajo etnográfico y testimonial, que sirvió como base para otras obras y publicaciones que se hicieron después. En este sentido, el libro fue fundacional.

-Fiestas, baños y exilios se cita como una referencia obligada. Un archivo histórico clave…

F: Nos ponen en un lugar horrible (risas)

A: Dirán ‘este pergamino’…

-Justo al final del libro piden que no quede solo como una pieza de museo. ¿Cómo le gustaría que sea leído hoy?

A: Creo que nunca tuvo tanta actualidad. Este libro habla, sobre todo, de una lucha colectiva. Y esa referencia es muy importante en este momento, cuando cualquier idea sobre lo comunitario está siendo atacada por las nuevas derechas. Las luchas del pasado tienen que ver con la lucha del presente. Nosotros hoy, en la lucha por nuestra libertad, también estamos liberando a nuestros muertos. Los libertarios de hoy en día quieren el fin de ese registro. Se pretende un individualismo narcisista, que siempre tiene que ver con un proyecto propio, nunca colectivo.

F: También me gustaría que el libro sea visto como un aporte al “Nunca más” en Argentina. El libro repone una dimensión comunitaria de un sector que también sufrió la dictadura. Mostró al movimiento gay como sujeto perseguido por la dictadura con un plan sistemático. Quisiéramos que este sea ese aporte al “Nunca más”, como el que pudo producir el movimiento villero, en relación al desalojo de villas, o el movimiento indígena, respecto a la usurpación de tierras...

A: Nosotros estábamos equiparados, en cuanto a nuestra marginalización, a otros grupos sociales totalmente vulnerados.

F: Sí, como colectivo… Por eso es una gran estupidez esta foto que se hizo viral de un chico, en la marcha del orgullo, que decía estar orgulloso de ser gay y de derecha. ¡Estupidez! Hay una gran estupidez en pensar que la derecha puede estar a favor de la consagración de derechos.

Hablemos entonces sobre la marcha: 1 millón 300 mil personas…

F: ¿Había tanta gente?

A: Es la vez que más gente yo vi.

F: Me acuerdo que en la primera marcha éramos 300…

A: Exageradamente 300.

F: ¡Éramos menos! 100, cuando mucho.

A: Ni siquiera.

F: Éramos todas militantes. Me acuerdo que detrás había una marcha docente, en la Plaza de Mayo. Por eso parecía que la nuestra era grande. Pero cuando se separó la marcha docente, éramos 40 locas…

¿Cómo viven que esta última haya sido tan grande?

F: Con mucha alegría. Es una marcha reivindicatoria que tiene que seguir estando. Lo que me produce cierto miedo es que algunos movimientos se gueticen y que eso resulte en la politización de la derecha. Para mí, que desfile el PRO es muy fuerte. Son los tipos que votan en contra de las políticas sociales. Esto es algo que el movimiento LGBTIQ+ tiene que problematizar.

A: También pasa que la marcha se convirtió en la mayor rave de Argentina. Entonces, hay que preguntarnos: ¿qué es lo que recibe la gente que va? ¿Cuántos de los asistentes piensan votar a la derecha? ¿Seguirán siendo deseables para la mayoría del colectivo estas políticas transversales, esta unión de todos los movimientos que han sufrido opresión dentro de este sistema individualista y narcisista?

F: Hay muchas cosas para repasar como movimiento. Nunca vi, por ejemplo, a una comunidad con un clasismo o racismo tan exacerbado.

A: El problema no es ser puto. El problema es ser puto del conourbano, el puto feo, el puto pobre.

F: El puto viejo, el puto con sida.

A: Ser puto ya no es revolucionario.

-El lenguaje inclusivo estuvo este año entre las consignas principales. ¿Tiene lo no binario potencial revolucionario?

F: La resistencia que genera la E en la derecha -y ciertas izquierdas- es la medida de su cara emancipatoria. Genera un marco simbólico que funda espacios de libertad, tanto de perspectiva como de acción. La E sí tiene que ver con esto de lo colectivo versus lo individual. El todes busca formar comunidad. La molestia que siente la derecha es que se trata de una cuestión con fundamento político, que pretende luchar contra las exclusiones.

A: Es una acción política. También creo que lo no binario tiene potencial siempre que no termine siendo un nicho. Hay un momento en que estas luchas, si se encapsulan en la defensa de una identidad, tienden a la proliferación de identidades. Y en este momento deberíamos luchar de nuevo por un universal no totalitario. Antes era una mala palabra hablar de universalidad. Pero ahora, ante el riesgo de estallido de cualquier proyecto común, es importante volver a tener la idea de una cuestión más universalista no totalitaria…

F: Y contingente, que además pueda seguir sumando.

A: Pero contenido por algo.

F: La contención siempre está dada por el que te niega. Les no binaries vinieron a proponer una ruptura como la que propusieron las trans en su momento. Ahora bien, sigue siendo un fenómeno juvenilista, que no sabemos a dónde va a llegar. Y no es por viejas, ni conservadoras, ni distópicas… Pero lo que nosotras vamos a decir siempre es: ¡ojo con los contextos! Que esto no termine en la construcción de una gran vidriera, donde a todas nos dan un cuadradito y entonces yo puedo ser gay de derecha. No, pibe, no puedes ser gay de derecha. ¡No-pue-des! Para mí, un gay de derecha, además de parecerme un estúpido, me parece peligroso.

A: Hay que tener la capacidad de ver dónde está aquél que te niega, que te humilla, que te injuria. Y que hay un continuo entre vos, que sos una persona no binaria humillada y la travesti del conurbano. Y con el cartonero de la esquina al que le escupen que, por más que no te acepte, no deja de ser otro humillado. Una parte de él es una parte tuya, por más que él no lo crea. Eso es tocar la diferencia.

F: Silvia Delfino dice que la diferencia debe ser un modo de explorar la desigualdad. Si la diferencia no es un modo de explorar la desigualdad, se convierte en un fetiche. Se convierte en lo que hace la Ciudad de Buenos Aires.

-Sí que están pesimistas…

F: (Risas) Pesimistas, no. Siempre fuimos críticas.

A: Yo sí, yo siempre fui pesimista. Hay que organizar el pesimismo.

F: Como dicen: el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la razón.

Luego de estar tan cerca de referentes históricos tan importantes, ¿cómo ven a los actuales liderazgos del movimiento?

F: Hay liderazgos muy diversos. Tienen algo que me interesa mucho -que no se daba en otros años-, que es esta fuerte relación con la política partidaria. Es un logro. Lo que me da miedo es seguir insistiendo en consignas demasiado identitarias. Sería un error no entender que la agenda del movimiento LGBTIQ+ en Argentina es parte de otras agendas.

A: Hay que entender la idea de la transversalidad.

F: Esa interseccionalidad se está cerrando mucho. Cuando digo que hay estupidez en la derecha gay es porque no pueden pensar la interseccionalidad. El problema es que el progresismo y la social democracia están cayendo en la misma trampa. Nos debemos mucha autocrítica en un momento en el que vemos el surgimiento de sectores políticos negacionistas, anti LGBTIQ+, anti memoria y anti derechos. El liderazgo tiene que tener cuidado de no ser funcional a sectores conservadores, sectores que nos van a negar una vez sean gobierno.

A: El presente del movimiento no puede analizarse separándolo del contexto económico, social y político. ¿Qué va a pasar si la ultraderecha termina convirtiéndose en una opción global y aliándose con distintos gobiernos?

Como ya pasó en Italia, en Polonia o con el avance de Vox en España…

A: Es una opción que puede llegar. Bolsonaro llegó. No es un mal sueño. ¿Qué va a pasar con aquellos que están en los márgenes y que pertenecen a la misma colectividad LGBTIQ+? La ultraderecha, las nuevas derechas son darwinianas, son selectivas. Son inteligentes porque han advertido las falencias del progresismo de izquierda.

F: Un ejemplo claro es el cupo laboral trans. Nadie puede estar en contra de la política del cupo. Pero las políticas de cupos producidas en contextos de pobreza y desocupación, lo que producen es un enfrentamiento entre pobres. Es presentado luego como un privilegio en relación a un grupo y aumenta el rechazo. Con esto se politiza mal a un sector. Claro que tenemos que luchar por el cupo, pero en un contexto donde tenemos que luchar por el trabajo.

A: No vayamos a convertirnos en chivos expiatorios. Es muy fácil que la ultraderecha nos coloque en esa jaula de privilegio.

F: Allí es muy peligroso también el progresismo bobo que te tira toda esta agenda, sin tomar en cuenta cómo esa agenda se relaciona con problemas estructurales. Allí es peligrosa la ultraderecha y también el progresismo que nos deja como carne de cañón.

A: Tenemos que cuidarnos de no ser el chivo expiatorio de la derecha y el progresismo bobo.

F: Cuidarnos de no ser la piñata entre la derecha y el progresismo.

A: Y seguir preguntándonos: ¿qué queda de revolucionario dentro de nuestros colectivos? ¿Qué queda de desestabilizador?

F: Nuestro peligro es ser una libertad que no joda. Terminar siendo una libertad de mercado.