Tras el intento fallido de fines de agosto por las fugas de hidrógeno y las sucesivas complicaciones vinculadas a Ian (el huracán en Florida), la NASA lanzó Artemis I. A la 1.48 de la mañana, desde el Centro Espacial Kennedy, despegó la misión que buscará conquistar la Luna una vez más en la historia. Este será un paso clave: si todo sale bien con este viaje de prueba y no tripulado, hacia 2025, el próximo vuelo trasladará a la primera mujer en estadías de exploración y larga duración. Se trata, en definitiva, de conocer en profundidad qué esconde el satélite natural sobre los misterios no revelados del sistema solar. Pero el horizonte no está en esta década sino en la siguiente: según lo postuló el expresidente Barack Obama la meta es conquistar Marte en 2033.

Artemis I está conformada por el cohete SLS (Space Launch System) de lanzamiento espacial –un monstruo de 98 metros de altura-- y la nave Orión. Tiene el objetivo de viajar ida y vuelta a la Luna: de acuerdo a la trayectoria prevista recorrerá una distancia total de 2 millones de kilómetros, a un promedio –por momentos– de 39 mil kilómetros por hora y consumirá, aproximadamente, 409 mil litros de hidrógeno y oxígeno líquidos por minuto. Cuenta con la posibilidad de trasladar a cuatro tripulantes y las reservas correspondientes de agua y oxígeno como para sobrevivir durante 20 días. Aunque se trata de un vuelo no tripulado, llevará souvenirs: legos, memorias USB con saludos y deseos de toda la humanidad, el perro Snoopy, pines y semillas de árboles, entre más de 10 mil curiosidades a bordo.

“Es una misión en que se probará todo. Es la primera vez que se utilizará este cohete, que tiene muchas similitudes en tamaño y poder con Saturno V, de la época del Apolo. El viaje consta de dos etapas: el cohete llevará la cápsula de Orión a la órbita terrestre y una vez que lo haga se desprenderá y caerá en el océano; luego la nave llegará a la Luna a partir de un empujón final”, explica Diego Córdova, periodista especializado en astronomía y autor del libro Huellas en la Luna. Luego continúa con el detalle coreográfico que seguirá la nave: “No realizará una órbita convencional de viaje lunar, sino que realizará un trayecto similar al que se piensa para los vuelos interplanetarios. Es una especie de entrenamiento de las maniobras que, en el futuro, harán falta para ir a Marte. Tras unos 37-42 días, la cápsula amerizará en el Océano Pacífico”.

A bordo de la cápsula viaja un maniquí completo vestido con el traje espacial, similar al que utilizarán los astronautas de las misiones siguientes. Fue nombrado Comandante Moonikin Campos, en honor al ingeniero Campos, de Houston, cuyo papel fue clave para la recuperación de Apolo XIII en 1970. “El maniquí está provisto de sensores que permitirán al grupo de expertos y expertas de la NASA detectar vibraciones y medir la radiación que, según los niveles, podrá afectar a los seres humanos en los próximos viajes”, dice Córdova.

La Luna como estación de servicio

Ya superados los problemas operativos (fallas en los motores) y las condiciones meteorológicas adversas (tormentas y vientos, asociadas al huracán), Artemis I despegó desde Cabo Cañaveral con éxito. Vale destacar que los retrasos en las misiones significaron malas noticias para la agencia espacial norteamericana: según se calcula, el cambio de planes generó una pérdida de 4 mil millones de dólares. No obstante, cuando se trata de acontecimientos de esta envergadura la prudencia es la regla.

Ahora bien, cabe el interrogante: ¿por qué ir a la Luna antes de ir a Marte? ¿El satélite natural podría ser empleado como una estación de servicio para las naves humanas antes del gran viaje interplanetario? Córdova comenta que esta misión se propone explorar el Polo Sur lunar, una región poco estudiada por el Programa Apolo en las décadas anteriores. “Podría haber agua en grandes cantidades y minerales, componentes claves que funcionen como combustible. En un futuro no muy lejano, la Luna podría convertirse en una especie de estación de servicio espacial para que los seres humanos conquisten otros planetas del sistema solar con mayor frecuencia”.

Ir a la Luna, asimismo, funcionará como entrenamiento para el objetivo mayor. El astronauta de la NASA Randy Bresnik lo describe con una metáfora: “Cuando se acampa en la naturaleza de Alaska, no se confía en el equipo y los zapatos nuevos que aún no se han usado. Marte tampoco es el lugar adecuado para probar un equipo nuevo por primera vez. Primero se debe ir a algunos lugares cercanos primero. Luego es posible volver a casa si se rompen los cordones de los zapatos o algo así”.

El espacio (otra vez) como escenario de competencia geopolítica

La agencia espacial estadounidense vuelve a emplear sus capacidades científicas y tecnológicas como una muestra más de progreso y hegemonía frente al resto de potencias mundiales. A lo largo de la historia, los viajes a la Luna y la conquista del espacio han servido como exhibición frente al mundo del lugar geopolítico que las diferentes naciones ocupaban. Por este motivo, no es casual que Estados Unidos vuelva a impulsar su carrera espacial.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la carrera entre EEUU y la URSS sirvió como punta de lanza para que ambos bloques justificarán su supremacía en el mundo bipolar. Ambas naciones optaban por suspender el enfrentamiento armado pero el conflicto sucedía en todos los frentes de manera tácita. Así, se disputaban el trono para colocar a sus primeros hombres en el espacio, conquistar la Luna y subirse a lo más alto del podio científico-tecnológico. El Programa Apolo comenzó en 1960, pero sus líneas de acción se modificaron sustancialmente un año después, cuando el mandatario de ese entonces, John F. Kennedy, expresó su intención de “conquistar la Luna lo antes posible”.

Con el infortunio del Apolo I en 1967 (prueba orbital fallida y la muerte de sus tres tripulantes) y la experiencia acumulada con los Apolo VIII, IX y X (que dieron la vuelta a la Luna y retornaron) todas las esperanzas se depositaban en el XI, que partió con gran algarabía desde el cabo Kennedy, Florida, durante la mañana (9.32 hora de Estados Unidos, 10.32 de Argentina) del 16 de julio de 1969, cuando Neil Amstrong y compañía pasaron a la historia.

Los seres humanos viajaron a la Luna en cinco ocasiones más. Al éxito del Apolo XI le siguieron el XII, el XIV, el XV, el XVI y el XVII (este último realizado en 1972 como corolario del Programa). Y, aunque Armstrong, Aldrin y Collins quedaron grabados en la retina y la memoria popular, en verdad fueron 12 los astronautas que tuvieron la fortuna de recorrer la Luna. “El ritmo de viajes a la Luna se cortó porque se limitó el financiamiento. Son proyectos que no se pueden realizar tan seguido, porque se vuelven insostenibles en el tiempo. En los 60’s y 70’s no importó porque lo principal era ganar la competencia contra la Unión Soviética, pero una vez que el objetivo se cumplió la iniciativa se suspendió”, relata el especialista.

El comienzo de una nueva carrera espacial

En el presente, el competidor que se incorpora en la carrera espacial es China. Su programa espacial viene silbando bajo desde hace décadas y en poco tiempo –según se pretende, antes de 2026– enviará su propia misión tripulada a la Luna. Incluso, tiene un concepto original para denominar a sus capitanes del espacio: ni astronautas (como EEUU), ni cosmonautas (como Rusia) sino “taikonautas”.

A principios de julio, Bill Nelson, el director de la NASA, aseguró que China y Rusia tenían la meta de “apoderarse de la Luna”. De esta manera, se suma como competidor el gigante oriental. “Debemos estar muy preocupados de que China aterrice en la Luna para decir: ahora es nuestra y ustedes no se pueden venir", declaró Nelson. De hecho, el exsenador aseguró que para 2035 ambos países buscarían terminar la construcción de una base lunar.

“China también ha puesto sus ojos en el Polo Sur lunar. Pero esto no es nuevo: tiene una exploración sostenida con vehículos rodados. Junto a Rusia firmaron un convenio de exploración de esta región, con lo cual, es de esperarse que en algún momento anunciarán sus primeras misiones tripuladas”, sostiene Córdova. Y remata dejando entrever su entusiasmo: “Estamos a la puerta de una nueva carrera espacial”.

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