La inflación acecha a la sociedad argentina en forma cruda. Se espera que este año el avance de los precios sea de aproximadamente el 95 por ciento, la cifra más alta desde 1990. Esto genera que cada vez sea más difícil para muchos hogares cumplir con sus necesidades básicas. Ahora bien, ¿por qué se genera esta tan elevada inflación?

Desde la ortodoxia se repite hasta el cansancio que la marcha de los precios se debe única y exclusivamente a la emisión monetaria, que a su vez es producto del déficit fiscal primario, el cual excluye los gastos destinados a pagar deuda, casualmente.

Debates

Varios trabajos con datos empíricos muestran que no hay una correlación tan clara de estas variables y que en el mundo hay países que atraviesan décadas con déficits fiscales sostenidos sin que esto genere niveles significativos de inflación, como el caso de Brasil, que lleva 15 años con déficits fiscales mayores al 2 por ciento del PBI. 

Si se confecciona un ranking de los países con mayor déficit fiscal, la Argentina a duras penas entra en los primeros 100. Sin embargo, al observar la inflación, estamos entre los primeros 5. Esto no significa que la emisión, el déficit y la tasa de crecimiento de la base monetaria no tengan incidencia en la inflación en nuestra perspectiva, sino que no es el único motivo que la explica.

Esta no correlación tan estrecha entre emisión monetaria e inflación se explica en parte porque los factores de producción --la capacidad instalada y el empleo-- no se encuentran al 100 por ciento de su utilización. Así, un aumento en la demanda por un shock monetario no impacta de forma directa en los precios dado que más demanda puede generar un aumento de la producción mediante esos factores inutilizados. Luego se ahondará sobre otro canal a través del cual el déficit tiene más fuerzas para acelerar la inflación.

Por su parte, también la heterodoxia se debate entre los distintos motivos que explican este nivel de inflación. Entre ellos se encuentra el factor inercial, explicado por la inflación pasada y el tiempo de los contratos presentes. Respecto de este punto, si bien la nominalidad pasada puede explicar parte de la inflación presente por la duración de los contratos que vienen de ese pasado con mayor inflación y por las expectativas que se anclan sobre ese registro previo, no explica el motivo por el cual la inflación continúa acelerándose.

Potenciadores

Otra explicación que encuentra la heterodoxia para abordar la inflación es la concentración económica. En algunos casos se considera que esto solo marca un nivel de precios más elevado, en otros que genera un efecto de propagación más severo en procesos inflacionarios y finalmente hay quienes basan en este factor uno de los principales motivos de la inflación.

En momentos de alta nominalidad como la actual, la concentración económica es una herramienta para acumular riquezas a través de subas desmedidas de precios, que pueden generar una aceleración más fuerte de la inflación con el fin de garantizar un mayor excedente. Un ejemplo de ello es que luego de la suba de los precios internacionales por la guerra entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano, subieron fuertemente los precios en la economía local y bajó la participación de los/as trabajadores/as sobre el PBI.

Es por esto que tanto la concentración económica como la puja distributiva, si bien explican parte del problema, ya que pueden funcionar como potenciadores, no lo hacen en su totalidad. Esto se puede demostrar viendo el ejemplo de otros países en el mundo que, con el mismo nivel de concentración económica y con niveles más altos --o bajos-- de salarios, no tienen el problema inflacionario de la Argentina. Es el caso chileno, por ejemplo. En definitiva, debe leerse esa concentración como un mecanismo de propagación de la inflación con claros efectos distributivos, pero no como cuestión única de origen o causa de la misma.

Bimonetarismo

Es así como llegamos al bimonetarismo. Esta característica que tiene la Argentina no es común en el resto del mundo –-aunque hay algunos casos--- y tiene un gran impacto en la inflación, a la vez que ésta última ayuda a mantener el estadio bimonetario de nuestra economía. Es decir que ambas variables se retroalimentan. 

De todas maneras, cruzando el charco está el ejemplo de Uruguay, una economía más dolarizada que la Argentina pero sin inflación. De modo que para que el bimonetarismo impacte en la inflación, se deben dar un conjunto de condiciones.

Los componentes que se consideran como constitutivos del bimonetarismo y que generan impactos en la inflación se pueden enumerar de la siguiente manera: 1) la historia reciente del país en materia de desconfianza en las instituciones financieras (corralito, default, etc.); 2) expectativas y reservas internacionales en un cuadro de elevada incertidumbre y crisis de deuda; 3) inflación persistente; 4) tasas de interés reales negativas; 5) economía informal y 6) emisión para cubrir déficit, que genera un exceso de pesos en circulación.

Cada uno de los componentes mencionados determina a la economía bimonetaria y propagan el impacto que ésta tiene en la inflación, retroalimentándose de esa forma el bimonetarismo con la inflación. 

Los primeros tres puntos generan desconfianza y le quitan capacidad de resguardar valor a la moneda nacional, sobre todo en momentos de escasez de dólares en las reservas del BCRA, y puntualmente en momentos de crisis de deuda, donde estos problemas se agudizan, desincentivando la tenencia de moneda nacional. 

A su vez, las tasas reales negativas desincentivan el ahorro en pesos e incentivan el ahorro en dólares. Sin embargo, si se desea revertir este punto, como está sucediendo en la actualidad, se deben generar mecanismos de subsidios a las tasas para los prestamos direccionados a capital de trabajo e inversión productiva, sumado a una restricción más fuerte a la entrada y salida de capitales para no beneficiar la “bicicleta financiera”. 

Cabe aclarar también que la valoración de la tasa “positiva” no solo se debe hacer respecto a la inflación esperada, sino también respecto a la devaluación esperada, justamente por ser una economía bimonetaria. 

Asimismo, la economía informal, que es cercana al 30 por ciento, hace que esos excedentes vayan a los dólares paralelos, dado que no pueden acceder a las tasas del mercado formal. Por último, si bien con estos niveles de utilización de la capacidad instalada y de desempleo la emisión no debería presionar tanto en los precios por el lado de la demanda, en una economía bimonetaria como la nuestra sí termina afectando a la inflación a través del tipo de cambio.

En conclusión, estos seis puntos son factores que promueven la economía bimonetaria, pero fundamentalmente son los que generan que el bimonetarismo tenga impacto en los precios. En adelante, se debe pensar en herramientas para solucionar estos temas, sin que el ancla nominal sean los salarios del pueblo trabajador.

* Lic. en Economía (UBA) y estudiante de la Licenciatura en Economía (UBA)