Hace 27 años un grupo de jóvenes, menores de veinte años, ataviados con los colores de la Selección Argentina, aterrizó en Qatar y en medio de la desolación, la incertidumbre, la alegría y la tristeza, consiguieron la copa mundial de fútbol juvenil. Ese plantel que llegó a tierras qataríes en el año ’95, conducido por un José Pekerman que estaba dando sus primeros pasos al frente de la albiceleste, sentó los cimientos de una historia que albergó las últimas instancias de amateurismo, una fuerte amistad y la pasión por el juego.

A partir de este antecedente que significó el segundo título mundial juvenil para Argentina –el primero había sido en Japón ‘79 con Menotti al mando y Maradona y Ramón Díaz como nombres resonantes– se construyó un nuevo rumbo y se estableció un legado formativo compuesto de varios pilares: comportamiento, educación, profesionalismo, respeto y dedicación. Juan Pablo Sorin, uno de los protagonistas y capitán de ese equipo, decidió que había que contar en profundidad aquella hazaña y a través de ELIS, la productora que tiene con su compañera y socia, Sol Alac, más la participación de su hija Elisabetta, emprendió un proyecto familiar que terminó en el documental Érase una vez en Qatar.

“Siempre nos quedó la sensación de que faltaba contar algo. Que la gente no sabía ciertas partes de esta historia. Queríamos hacer mucho hincapié en los valores de la adolescencia, en ese viaje iniciático. Y además de contar nuestro éxito final, la cumbre futbolística y que nos pasaba a los argentinos, también qué les pasaba a los brasileros, a los españoles, a esa edad. Y la importancia de transmitirle esto a las nuevas generaciones: que vale la pena jugártela, dejar de lado un poco la tecnología y hacer lo que amas”, dice Sorin a Página / 12, en referencia a este trabajo que ya tuvo un primer estreno en el festival de cine de Mar del Plata y una segunda función la semana pasada en el Centro Cultural Kirchner.

Este proyecto cuenta con la dirección de Federico Rotstein e Ignacio Ceroi. Los textos son del escritor Fabián Casas y la voz en off la pone Santiago Barrionuevo –o Santi Motorizado, cantante de la banda El mató a un policía motorizado–. El relato se completa con testimonios de jugadores que fueron parte de aquel mundial y además del ex lateral de River, Cruzeiro, Barcelona, PSG, aparecen Joaquín Irigoytía, Sebastián Pena, Gustavo Lombardi, Mariano Juan, Francisco “Panchito” Guerrero, Walter Coyette, Leo Biagini, entre otros; los entrenadores José Pekerman y Hugo Tocalli, los periodistas Walter Nelson y Alejandro Fabbri, los jugadores brasileños Caio Ribeiro, Zé Elias y Luizão, los españoles Raúl, Javi López Vallejo, Joseba Etxeberría y el portugués Dani Carvalho.

“El proceso fue muy emocionante. Desde la parte creativa con Sol y luego con todo el equipo, hasta el reencuentro. Eso fue uno de los puntos más altos en cuanto a las sensaciones que tuve. Fueron muchos años sin vernos. Más allá de que nos hablamos por teléfono, subíamos fotos, pero estar en la casa de cada uno de ellos y conocer a sus familias… fue un proceso diseñado y moldeado por la emoción”, revela Sorin, que no se olvida de destacar el esfuerzo que hizo con su familia para poder llevar adelante tamaña producción: “Dejamos muchas cosas para poder conseguir el sueño de terminar la peli en muy poco tiempo y al mismo tiempo poder ir detrás de esa historia que nos otorgaron las voces de los jugadores brasileros, de los españoles y de la mayoría de los jugadores que participaron”.

El tiempo para concluir el documental fue tan solo de unos meses y contó con abundante material de archivo de las dos cámaras que llevaron Raúl Lamas (histórico kinesiólogo de la Selección) y Gerardo Salorio (preparador físico de aquella selección). “Nos convocaron en junio y había que tenerla lista antes del comienzo del mundial. Eso nos obligó a hacer una película en menos tiempo de lo que habitualmente se hacen”, devela Rotstein, uno de los directores del documental.

Por otra parte, el cineasta agrega: “Algo que me llamó mucho la atención fue el Qatar de ese momento. Pasó a ser un rasgo preponderante en la película. La historia arquetípica de un mundial en una Qatar que estaba recién empezando a transformarse en lo que es ahora. Me acuerdo de una imagen que me mostró Sorin de una ida a uno de los partidos en la que al costado de la ruta se veían los pilares de los rascacielos que hoy son como un emblema del país”.

Banderas en tu corazón

Sorin tuvo una vasta carrera en el fútbol. Fue un destacado lateral izquierdo que vistió camisetas de equipos argentinos, europeos y con la albiceleste disputó tres mundiales: con la Sub 20 en Qatar ’95 y con la mayor: 2002 en Corea y Japón y 2006 en Alemania. Escribió libros, siempre mantuvo su costado solidario y es un inquieto comunicador. En su rol de productor, además de este trabajo que ilustra la semilla que sembró la albiceleste en suelo qatarí, creó programas de TV: #ResenhaEspn, primer programa solo de jugadores en la TV brasilera, #SeJuegaEnCasa, con contenido de música y fútbol, y estuvo en la cocina de videoclips, cases, podcasts, entre otros.

“El fútbol me mejoró como persona. Desde el primer vestuario hasta el último. Todavía aprendo de la convivencia de un grupo. Siempre que tengo la oportunidad de hablar con chicos o chicas, les digo que no hay nada más lindo y de mayor aprendizaje que estar en un deporte colectivo. Más allá de que los deportes individuales también te permiten compartir con otras personas y tener la sensibilidad de escuchar, observar y saber que ninguna vida es igual a la tuya”, dice.

–¿Qué significa jugar un mundial?

–Cuando era pibe miraba los mundiales, tenía un libro de la historia de los mundiales y tenía la ilusión de algún día estar ahí, pero era como algo inalcanzable. Ni siquiera me imaginaba como jugador profesional. Tomamos decisiones desde muy chicos, pero eso es como llegar a la luna. Jugar el mundial es el gran sueño que tiene cualquier jugador, cualquier jugadora de fútbol. Poder vivirlo, disfrutarlo, estar con tu familia, cantar el himno, sentir a la hinchada argentina por todos lados, sentir el clima del mundial. Tuve la suerte de jugar tres mundiales, contando este de Qatar juvenil, y la verdad es que soy muy feliz, estoy muy orgulloso con esa carrera.

–¿Qué te parece el trabajo de Lionel Scaloni?

–Scaloni tiene la virtud de la energía siempre positiva, de la descontracción y el buen humor. Eso es algo característico de él. También es muy persistente con sus objetivos y es un apasionado por el fútbol. Ha conformado un gran cuerpo técnico, no solo con grandes jugadores a nivel nacional e internacional, sino con personas de mucha nobleza y mucha autenticidad. Los jugadores se sienten identificados con eso y en esa convivencia afuera de la cancha, el grupo fue creciendo y estando cada vez mejor. Se los ve cada vez más felices a cada uno de los jugadores y al cuerpo técnico.

–¿Y desde el juego?

–Ahí le doy un gran mérito a la renovación. Había jugadores que quizás no tenían tanta experiencia con la camiseta argentina y no tuvo problemas con eso, tuvo el coraje de hacerlos debutar y darles confianza y la demostración de los jugadores en tan poco tiempo, más allá de sus características personales, responde a que se sienten respaldados. Argentina tiene un grupo consistente, fuerte. A este mundial llegamos mucho mejor que en el 2018. Más allá de los resultados, lo siento así. Y al mismo tiempo con ese dolor de último momento por la baja de Gio Lo Celso. Es un jugador que no tiene sustitución. Tiene características especiales, fundamentalmente en la creación

–Todo esto que describís es muy difícil que no ilusione a los argentinos…

–Estamos con mucha ilusión, pero hay que ir de a poco. Es un grupo que parece accesible, pero hay que estar atentos con la velocidad y la contra de Arabia, el vértigo de como juega México por afuera o como ataca Polonia a través de Lewandowski. Hay que ir de a poco. Argentina tiene que construir la candidatura.