La pandemia trajo aparejada una infinidad de cambios tecnológicos en la vida económica y social argentina. Uno de ellos es el modo de transferir dinero a través de las billeteras virtuales y la profundización de dinero electrónico, entre las cuales se destacan Mercadopago, Ulalá, Naranja X y MODO. Es que la escasa bancarización de la población argentina - fenómeno destacable a nivel internacional- y la baja utilización de medios digitales de pago se convirtieron en un obstáculo a la circulación del dinero y a la aplicación de políticas públicas de contención. 

Se hizo visible una dualidad estructural en la sociedad argentina: por un lado, los trabajadores formales, que percibían su salario por depósito bancario, teletrabajaban y podían consumir vía homebanking y billeteras virtuales. Por otro, los trabajadores informales, más cercanos al billete en efectivo, sin bancarización y desconectados de las nuevas formas de pago. 

La pandemia obligó a la profundización de las herramientas de inclusión por parte de los bancos, tanto públicos como privados: en 2020 se abrieron más de 2,5 millones de cuentas en los bancos públicos, la cantidad de tarjetas de débito creció 17,7 por ciento llegando a 31,7 millones de plásticos emitidos, y la cantidad de transacciones por homebanking creció un 20,9 por ciento.  El caso de las billeteras virtuales se hizo más visible aún, dado que aumentaron de 670 mil a 13,9 millones de operaciones realizadas a través de una CVU en apenas un año, entre enero de 2020 y 2021. Esa dinámica fue tal que requirió de varias regulaciones del Banco Central, e incluso generó la reacción de algunos bancos comerciales que comenzaron a dar la disputa por los sistemas de pagos.

Este desarrollo súbito de las billeteras electrónicas ha tendido a ser interpretado por algunos como un alivio frente a los problemas de baja bancarización del sistema argentino, y con enorme optimismo respecto de los aspectos positivos que la “integración financiera” puede tener sobre el desarrollo económico de nuestro país. 

A su vez, también se ha hecho hincapié en el descontento de la población respecto del sistema bancario tradicional, que deriva de la crisis económica del 2001 y el recordado “corralito”, que quedó impregnado en la memoria de la clase media de las grandes urbes argentinas. Incluso algunas corrientes teóricas acompañaron este deterioro de la imagen del sistema financiero con críticas por el “abuso de posición dominante” de los bancos o los ciclos de especulación financiera, abriendo el camino a una perspectiva schumpeteriana donde estos nuevos competidores, que son las billeteras virtuales, vendrían a mejorar y dinamizar el mercado financiero tradicional.

El crecimiento de Mercado Pago

Si analizamos el caso de Mercado Pago, su crecimiento puede ser explicado por varias razones. Tal vez el mayor logro de Mercado Libre sea haber implementado una billetera virtual que parece un banco, pero sin estar sometido a las regulaciones bancarias. En efecto, es necesario recordar las declaraciones de Federico Sturzenegger de 2017, cuando era presidente del Banco Central: “Mientras las fintech no capten depósitos, no vamos a regularlas”. Ahí radica una de las claves de la diferenciación entre las billeteras virtuales y el sistema bancario, que por definición crea dinero al prestar los depósitos recibidos, y por lo cual es sometido a numerosas regulaciones que afectan sus costos y el seguimiento de los créditos otorgados. Mercado Pago evita por todos los medios posibles verse afectado por esas regulaciones, pero recibe depósitos y otorga créditos, aunque por otras formas.

En cuanto a los depósitos, estos empezaron a constituirse a partir de las ventas realizadas por los usuarios de Mercado Libre, creando saldos que se encuentran insertos automáticamente en un esquema de billetera virtual. De esa forma el pequeño ahorrista (a veces partiendo de ventas informales, desde el punto de vista impositivo) tiene un acceso fácil a través de un dispositivo simple (e incluso lúdico) que permite atender pequeñas sumas de dinero y que remunera esas cuentas a través de un fondo común de inversión de forma automática. 

 Aunque este aspecto es destacable, debemos observar que su fondo común de inversión administra un patrimonio de alrededor de 88 mil millones de pesos, tan solo un 3,5 por ciento del mercado de fondos de dinero (utilizados para este tipo de operaciones).

Otra de las razones del crecimiento de Mercado Pago es haber generalizado el sistema QR en los comercios. En los inicios del gobierno de Alberto Fernández se comenzaron a implementar las primeras regulaciones de las billeteras virtuales, hasta llegar a la “Transferencia 3.0” que pone el acento en la interoperabilidad, es decir que un QR pueda ser leído y pagado por cualquier billetera digital. 

Esto pudo ser visto como un problema para Mercado Libre, en tanto posibilita a sus competidores usar su infraestructura de POS (tecnología para el cobro en el punto de venta, inicialmente exclusiva), pero por otro lado, su red de comercio adherido es tan grande (se estima a 350 mil comercios) que ese ingreso desde otros sistemas puede engrosar el uso de Mercado Pago y continuar creciendo a espaldas del sistema bancario. Paradójicamente, los mismos comercios que utilizan Mercado Pago pueden sufrir la competencia de Mercado Libre, cuya red permite conseguir los mismos productos, en ocasiones, más baratos.

El lado oscuro

Tanto el vínculo con las ventas de Mercado Libre como las cuentas remuneradas y la posibilidad de pagar por QR hizo que Mercado Pago reciba dinero cuentas bancarias. En ese punto se van conectando ambos sistemas, el de billeteras virtuales y de los bancos, en el cual Mercado Pago se puede presentar como algo similar a lo que existe con las tarjetas de débito y crédito respecto a las cuentas bancarias. 

Pero, a diferencia de las tarjetas de crédito (e incluso las de débito) que cuentan con seguros contra estas situaciones y poseen la capacidad de anular operaciones denunciadas por parte del titular, Mercado Pago realiza transferencias a terceros con protocolos de seguridad de escasa calidad (un dibujo en la pantalla, por ejemplo). Consideremos que las transferencias pueden realizarse desde el saldo de la billetera, el saldo bancario o el límite de las tarjetas de crédito; incluso es posible tomar crédito con Mercado Pago. 

Los riesgos operativos para el usuario de Mercado Pago se vuelven sumamente relevantes, sumado al hecho de que Mercado Pago no cuenta con protocolos de reversión de operaciones denunciadas como ilícitas por parte del propietario de la cuenta. Por el lado de los créditos, como suele suceder fuera del sector bancario, se realizan con tasas de interés que suelen duplicar las tasas bancarias

Esto nos lleva a preguntarnos si las billeteras virtuales como la de Mercado Pago que se presentan bajo el lema de la “inclusión financiera” no son más bien una forma de explotación financiera de las capas de población informales que no llegan a tener préstamos bancarios. En consecuencia, existe el peligro que las fintech pueden trasladar las crisis financieras hacia poblaciones con escasos recursos que se verían afectados por el mayor riesgo de esos emprendimientos. La mayor financiarización de la economía argentina se daría en este caso por una ampliación de la cobertura de estos pequeños préstamos que podrían ser considerados como “Shadow banking”, pero que pueden terminar impactando socialmente por la escala que logra en los sectores informales.

De esa forma, estamos ante el desplazamiento del dinero efectivo en los sectores populares por dinero electrónico no bancario, con escasa regulación, que ofrece la posibilidad para la empresa de multiplicar sus ganancias ofreciendo distintos servicios al cliente. La problemática que se plantea es si esa inclusión en el mercado financiero en condiciones desfavorables (ya sea por las tasas que se cobran, las condiciones de repago y la desprotección jurídica que puede existir) es beneficiosa, y si detrás del discurso ingenuo del Banco Mundial sobre la “inclusión financiera” no está el germen de una desregulación global de los sistemas bancarios nacionales.

Todas estas cuestiones generan desconfianza respecto de las consecuencias sociales de las nuevas tecnologías, como el cierre de sucursales bancarias y su aspecto político más acuciante (la pérdida de fuerza de los sindicatos), que generaron fuertes resistencias al surgimiento de las billeteras virtuales en general, y de Mercado Pago en particular. 

 En el escenario complejo de la pandemia, el gobierno hizo equilibrio entre poderosos actores - bancos comerciales, Mercado Libre, y sindicatos- y la necesidad de aggiornarse de los organismos públicos, generando una regulación particular para el sector y una apertura a medida para las billeteras virtuales. No obstante, es necesaria una reflexión sobre los impactos posibles de los lazos que tejen las billeteras virtuales en los sectores informales para encontrar formas de evitar una financiarización a todas luces incompatibles con un proyecto nacional, popular y progresista.

Estos inconvenientes, derivados de la falta de regulación y las fallas de diseño de la propia empresa, no debe esconder otro aspecto esencial del negocio: la existencia de un intermediario privado, con una herramienta de orientación algorítmica, y cuyo poder radica en la obtención de datos. De hecho, se puede afirmar que hoy esas empresas tienen mayor conocimiento sobre el consumo y los ingresos de las poblaciones informales de las que puede tener el Estado nacional. La regulación sobre la propiedad y el uso de esos datos derivados del “capitalismo de vigilancia” es la tarea esencial que, más allá de las cuestiones financieras, se avecinan para los gobiernos populares.

*Centro Cultural de la Cooperación