“Ya se ha lanzado el hashtag #Wittig2023”, anuncia enfáticamente el diario francés Le Monde, adelantando que fans de esta autora y activista -que son legión- se traen entre manos lecturas, exposiciones, talleres y un simposio internacional en Berkeley (California) y en Ginebra (Suiza), sin olvidar la reedición en Francia de El cuerpo lesbiano, a principios de enero. La intención de que 2023 sea “el año de Monique Wittig” no es caprichosa: coincide con el 20° aniversario de la muerte de esta sobresaliente filósofa y escritora francesa, ícono feminista y lésbico, precursora de la teoría queer, cada vez más popular en su país de origen.
Elevada a figura ineludible de los estudios de género y literarios, resulta tan notorio el renovado interés en torno a su figura que la revista Les Inrocks anota que la nación está atravesando un “momento Wittig”, afirmación sostenida por numerosos acontecimientos en torno: la reciente reedición de su pieza teatral Le Voyage sans fin, originalmente llevada a escena en 1985, donde la también dramaturga proponía una reescritura lésbica de Don Quijote de la Mancha; el hecho de que el Consejo de París bautizara un jardín público del XIV arrondissement con su nombre; la apertura el mes próximo de una librería a los pies de las montañas de Arrée que se llamará Les Guérillères en honor a una de sus novelas…
En boca de todas
En el último tiempo, obras de MW han servido de inspiración para ficciones literarias como Viendra le temps du feu, de Wendy Delorme, escritora que habla con reverencia de su musa: “piedra angular que sostiene la estructura cultural y política lésbico-feminista”. Títulos académicos como Sortir de l’hétérosexualité, de Juliet Drouar, se valen del ideario disruptivo que Wittig comunicó en libros como El pensamiento heterosexual (1992), donde la pensadora denunciaba el mito de “la mujer” y cuestionaba la heterosexualidad como régimen político, base de un contrato social al que las lesbianas se niegan a someterse. Mientras tanto, el espectáculo de danza Amazones, de Marinette Dozeville, gira por Francia y Bélgica con su libre interpretación de Las Guerrilleras; “escrito por Monique como una larga letanía poética, casi salmódica; poderoso como ensayo feminista y como cántico de hechizante cadencia”, en palabras de la coreógrafa, otra incondicional de la religión Wittig.
Puesta a elegir, la actriz Adèle Haenel (protagonista de Retrato de una mujer en llamas, de su ex Céline Sciamma) lee un pasaje de El cuerpo lesbiano en programas donde preguntan a personalidades de la cultura sobre sus libros preferidos. La autora y cineasta Virginie Despentes, por su parte, encuentra el pensamiento de Wittig de una actualidad y relevancia apabullantes, más preponderante hoy que nunca antes. Y varias citas de los volúmenes de MW decoran muros parisinos por intervención urbana de Collages Lesbiens, colectivo que profesa total admiración por la autora y activista que irrumpió en la escena literaria a mediados de los 60s.
La primera novela de Wittig, L'Opoponax (1964), fue muy bien recibida por el público y la crítica franceses, galardonada con el Prix Médicis. Cosechó elogios de -por ejemplo- Marguerite Duras, que vio en este relato de infancia que narra un amor incipiente entre dos niñas, “una obra brillante”. Pero ese éxito rotundo no volvería a repetirse, en su momento, con sus siguientes títulos. Ni con Las Guerrilleras (1969), suerte de epopeya revolucionaria que presenta a un ejército de amazonas que lucha contra la tiranía masculina, y que ahora es leído por especialistas como “un presagio del cercano levantamiento del MLF”. Ni con El cuerpo lesbiano (1973), obra de difícil clasificación, que perturbó el avispero por llevar en el título una palabra entonces tabú.
Adelantándose medio siglo a las polémicas en torno al lenguaje inclusivo, en estas obras es notable el laburo estilístico, de experimentación con los pronombres; ya para volver obsoleta “la división social de los sexos en el lenguaje”, ya para liberarse de la opresión que implica el masculino como universal. “Los pronombres personales e impersonales son el tema, el material de todos mis libros”, reconoció Monique, que asimismo supo jugar con la intertextualidad armando mosaicos de citas, fiel a la búsqueda de dar con nuevas formas estéticas y técnicas expresivas.
Pluma militante y poética
Además de recordar la creciente actualidad de la obra de Wittig, tan original como disruptiva, el venidero aniversario viene de perlas para celebrar a la Monique activista, de apasionado compromiso con la causa. Fue ella quien, en mayo de 1970, escribió el texto impreso por L’Idiot Internacional llamando a un movimiento de liberación, que devino manifiesto del Mouvement de Libération des Femmes (MLF), del que fue parte. Wittig estuvo entre las 9 mujeres de alto relieve que protagonizaron el momento fundacional del colectivo que plantaría cara a la misoginia, a la opresión contra la mujer, a la inequidad moral, sexual, legal, laboral, económica, cambiando para siempre al país que todavía canta la belicista Marseillaise: colocar una ofrenda floral en el Arco del Triunfo el 26 de agosto de ese año, en honor a la esposa del soldado caído, usando la fina ironía en pancartas que advertían “Uno de cada dos hombres es una mujer”. También fue una de valientes firmantes del histórico Manifiesto de las 343 que pedía por la legalización del aborto, publicado por Le Nouvel Observateur en el ’71.
Pero, con el correr del tiempo, Monique comenzó a sentirse cada vez más aislada dentro del movimiento: en debates acalorados, sus intentos por hacer visibles a las lesbianas dentro del MLF eran mal recibidos por otras militantes que temían que el destaque fuera factor de división. Desilusionada, crea otro colectivo, Les Gouines Rouges, que se disuelve al tiempo. Y en el ’76, abandona Francia para instalarse en los Estados Unidos, donde es invitada a dar conferencias en instituciones como Vassar, Harvard, Berkeley, Yale… Le ofrecen una plaza como profesora de la Universidad de Arizona, donde primero da clases sobre estudios franceses, y más tarde, sobre estudios de la mujer.
Estos, y otros episodios, son recuperados por Wittig, tal el título que Éditions Les Pérégrines publicó semanas atrás como parte de su colección dedicada a íconos. La más que icónica Monique, entonces, es tema de esta biografía de reciente salida en Francia, que firma Émilie Notéris, quien leyó minuciosamente los trabajos de MW, además de entrevistar a familiares y amigos, proponiendo una recorrida que entrelaza obra y vida de quien naciera en Dannemarie, Francia, en 1935, y muriera en Tucson, Estados Unidos, en 2003.
Su niñez, la llegada a París para estudiar en la Sorbona, su sensacional entrada al panorama literario de la mano de Les Éditions de Minuit (casa editorial ligada al Nouveau Roman, corriente que interesa a MW por cuestionar las formas tradicionales de escritura), los años de militancia, la huida a Norteamérica: todo lo cuenta Notéris en este volumen salpicado de datos entretenidos; por ejemplo, lo bien que se le daba la defensa personal, poco menos que una karateka de cinturón negro nuestra Monique.
Notéris prefiere que se le diga “un borrador de una biografía” a su libro, en un guiño al personaje que la ocupa. Porque, en 1976, Wittig y su pareja, la cineasta Sande Zeig, publican Brouillon pour un dictionnaire des amantes, es decir, Borrador para un diccionario de las amantes, escrito a cuatro manos durante su estancia en las islas griegas, a la que seguirá el mentado exilio a los Estados Unidos, patria de Zeig. En esta obra, la dupla se vale del formato enciclopédico para bosquejar -con lirismo, ironía y belleza- un universo utópico pleno de erotismo y fantasía, poblado exclusivamente por mujeres: madres, hijas, amazonas, diosas, reinas soberanas, amantes lesbianas. Mezclando erudición e inventiva, alusión mitológica y celebración del cuerpo femenino, las entradas se suceden…
La definición de “Éxtasis”, por ejemplo, reza (en la traducción de Cristina Peri Rossi para Lumen, de 1981): “Movimiento interno del cuerpo cuando tiende hacia una armonía extrema. Se han visto caer ojos durante el éxtasis, alargarse las orejas, corazones que se hicieron visibles en la superficie del pecho, vientres girar rápidamente, sin que la muerte se haya precipitado sobre las personas a quienes concernían estos fenómenos. Parece que este estado no es de temer”. Sobre “Morir”, anotan que es una práctica que simplemente ha caído en desuso.
#Wittig2023 en Argentina
De este lado del Atlántico, por cierto, también hay buenas nuevas de cara al año próximo. Natalia Ortiz Maldonado y Marilina Winik, editoras del sello local hekht, cuentan en primicia a Las12 que en 2023 publicarán Le Chantier littéraire, “El obrar literario”, tesis de doctorado de MW de mediados de los 80s, que permaneció inédita durante largo rato y nunca había sido traducida al castellano. El volumen será parte de su colección Pyra, “que aglutina voces feministas irreverentes, mestizas, cuir y brujeriles”, ofrece Winik, y enriquecerá un catálogo donde figuran otros títulos de Monique, El cuerpo lesbiano y Guerrilleras.
En El obrar literario, Wittig concibe la escritura como paso adelante en un territorio hostil, como máquina de guerra, como caballo de Troya. Ningún/a autor/a trabaja con materia neutra sino que irremediablemente necesita entregarse a la aspereza del lenguaje, atiborrado de polisemia, lo que la lleva a cuestionarse cómo escribir forjando nuevas maneras.
“Cada uno de los textos de Wittig es una intervención política a los modos instituidos de la escritura. En el caso de El obrar literario, interviene lo que ‘se supone’ que es una tesis, de la misma manera que en Guerrilleras interviene el relato masculinista del héroe, y en El Cuerpo Lesbiano se rompe con la escritura tradicional del amor y del cuerpo capitalista”, comparte Winik en conversación con Las12. Y agrega que, en el caso de El obrar…, “una vez más se aleja tanto del modo tradicional de una tesis como del modo en que su época consideraba la escritura. Separándose de las ideas marxistas y posestructuralistas, señala que quien escribe existe e importa, que la escritura no es una mera reproducción de la industria cultural y que, como en el resto de las artes, quien escribe trabaja con una materia específica, con sus propias reglas y ductilidades: el lenguaje”.
Por su parte, Ortiz Maldonado -asimismo traductora de los antes citados títulos y del que vendrá- expone que “para Wittig no hay un corte claro entre el activismo y la literatura; de hecho su literatura es una intervención activista queer al pensamiento y el lenguaje”. Situación que requiere “un especial cuidado al momento de traducirla al castellano rioplatense, porque el lenguaje instituido, acá y en el mundo, tiende a invisibilizar los términos de la disidencia sexual y política”. Otro de los desafíos fue “tratar de evitar los formalismos de las tesis académicas pero, a la vez, conservar cierto tono ‘serio’ y la política de citas, que es el modo irónico en que Wittig interviene sobre el pensamiento académico”.