El nombre propio fue un elemento clave para el desciframiento de las escrituras antiguas que se fueron descubriendo en el siglo XVIII. Las bases o metodología que lo hizo posible las sentó un personaje injustamente olvidado: el abate Jean Jacques Barthélemy, quien en 1754 descifra la escritura alfabética aramea de Palmira y en 1758 al alfabeto fenico. Su método de desciframiento partió del nombre propio siendo la clave que luego será tomada por Champollion para el desciframiento de los jeroglíficos egipcios.

El olvido del nombre Signorelli debe ser, con el sueño de la inyección a Irma, la producción más leída, analizada e interpretada sobre Freud. Ambos casos formaron parte del autoanálisis de Freud y tuvieron para éste un valor inaugural, aunque -como veremos- el olvido del nombre Signorelli no fue el primero que analizó Freud de sí mismo. El mismo creador del psicoanálisis le dio un lugar especial al olvido del nombre, al hacer del mismo un modelo para la comprensión de los síntomas, incluidos los sueños.

Tenemos en la obra de Freud dos versiones del olvido del nombre Signorelli. La primera de las versiones fue publicada por Freud en diciembre de 1898, con el título de Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria, unos meses después de que le ocurriera el olvido. La segunda versión fue publicada en 1901 como parte del capítulo inicial de Psicopatología de la vida cotidiana (de donde tomo las citas referidas al caso) que se titula El olvido de los nombres propios. Aunque hay diferencias y algunos elementos aparecen en una y no en la otra versión, las diferencias no son sustanciales entre ambas. Además de estas dos publicaciones, tenemos una carta que Freud le envió a Fliess el 22 de setiembre de 1898, a pocos días del episodio y cuyo contenido merece -a mi entender- una vuelta al caso.

Si bien doy por sentado el conocimiento de lo expuesto por Freud, recordemos de qué se trata. En Psicopatología dice: “Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina: durante el viaje dimos en platicar sobre Italia, y yo pregunté a mi compañero si ya había estado en Orvieto y contemplado allí los famosos frescos de X.” X está en lugar de Signorelli, que es el nombre del pintor olvidado por Freud, quien nos relata la serie de temas que antes había tratado con su compañero de viaje. Hablando sobre la costumbre de los turcos de Bosnia – Herzegovinia, Freud le contó a su compañero lo que un colega le dijo sobre la reacción de los turcos cuando el médico ya no puede hacer nada por la vida de un enfermo: “Herr {señor}, no hay nada más que decir. ¡Yo sé que si se pudiera salvar, lo habrías salvado!”.

Freud refiere un pensamiento que tuvo a continuación y que por reparo no se lo comunicó a su compañero de viaje, vinculado a una anécdota sobre la estimación que tienen los turcos del goce sexual, anécdota que ese mismo colega le contó de un paciente suyo sobre la impotencia: “Sabes tú, Herr cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor.” Además, agrega Freud que él mismo estaba bajo el influjo de una penosa noticia que había recibido hacía unas semanas atrás estando en Trafoi y que consistía en el suicidio de un paciente suyo “a causa de una incurable perturbación sexual.”

En otras palabras, el tema de la “sexualidad y la muerte” relacionadas con su práctica médica hace que Freud olvide del nombre del pintor Signorelli al contener en su primera parte el fragmento Signor que queda asociado al termino Herr, con el que todo el tema queda vinculado.

En su Seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis, en la clase del 6 de enero de 1965, afirma Lacan que el fragmento sig de Sigmund presente en Signorelli es signo de la identificación de Freud. Lo que estaría presente sería entonces la relación de Freud con su propio nombre en el juego de sus identificaciones, como médico, en este episodio del olvido del nombre.

Lo visto hasta aquí muestra, sin lugar a dudas, que lo que está en juego para Freud en el olvido Signorelli, tras esta red de nombres de ciudades y de individuos, es la relación con su propio nombre y sus identificaciones. Teniendo en cuenta la ruta abierta por Lacan y seguida por los otros dos autores, es sorprendente que hayan dejado pasar un dato fundamental que Freud aporta en su carta a Fliess y que omite en las dos versiones del olvido que dio a la imprenta y que no es otro que el nombre de su compañero de viaje.

Volvamos a la carta, allí Freud agrega que la represión recae sobre Mosen debido a determinados temas, que en la misma actúa material infantil y que los nombres sustitutivos son síntomas de ambos grupos de elementos. Afirma luego que el olvido no es publicable; sobre él no volvió a referirse por lo que no sabemos a dónde llegó Freud en su autoanálisis. Ahora bien, a partir del recorrido que hemos hecho parece válido que nos preguntemos cuánto de la construcción que Freud hizo en su Moisés y la religión monoteísta no tiene aquí la fuente de la misma.

El 6 de enero de 1835 le escribe a Lou Andrea Salomé en una de las tantas idas y vueltas marcadas por las dudas en relación a su texto: “Por lo demás, los fundamentos históricos del relato de Moisés no son lo bastante sólidos para servir de pedestal a mi visión inestimable. Por consiguiente, callo. Me basta poder creer yo mismo en la solución del problema. Me ha perseguido durante toda la vida.”

*Fragmentos escogidos del artículo publicado en El margen, revista virtual de psicoanálsis. 

*Nota del autor:  Quisiera expresar mi agradecimiento a Mario Beira que leyó una primera versión de este texto, ello llevó a un intenso intercambio que enriqueció sin lugar a dudas el texto definitivo.