“Textos y poesía que nacen del deseo de huir”, dice Pat Hryb, autora y creadora del flamante sello con el que su primer libro aparece en escena. Un libro donde la poética del gran cineasta francés sirvió de válvula de escape para destilar la síntesis de una “religión” que en palabras de la poeta  fusiona “literatura, filosofía, política, horror, humor, sufrimiento, amor, odio, silencio y belleza”. Fue escrito “en una instancia de encantamiento”, donde los miedos y las  inseguridades se disipaban en el rumbo de pensar que había un otrx leyendo del otro lado. Como si un puente pudiera unir de antemano las dos puntas de un mismo deseo: escribir y ser leída. 

Pat trabajó más de treinta films, entre documentales y cortos, junto a su maestro, el poeta Alberto Muñoz. Fue un recorrido con estaciones establecidas: llevar los escritos, corregirlos y conversar sobre ese mundo que se abría y donde aparecía Godard como refugio. Así construyó esa “fortaleza contra la fealdad, la barbarie, la opresión y la tontería”, cuenta, y cita también al poeta Rainer María Rilke, al pintor impresionista Paul Cezánne, y al compositor Erik Satie, como usinas de inspiración que aglutinaban más arte en su universo de manifestaciones. 

El libro transcurre en un vaivén de situaciones en las que el cine, como fábrica de imágenes, deambula entre las estrofas. El lenguaje y la memoria crean un guión en el que la autora se mueve para ir de lo visible a lo invisible y hacer pie en nuevas preguntas, deslizarse por el movimiento de la duda y caer en el impulso del deseo, para volver a empezar entre imágenes en alguna otra parte. Por eso, el tiempo, el amor y el deseo  funcionan como anclas desde donde Pat fija su posición, a veces incierta, otras no tanto pero en todo caso, sin preocuparse por la corriente. Hryb combina fantasía y realidad, y en esa intersección se define. Toma el apellido de su madre para firmar lo que escribe y es ahí donde “conforma su identidad”. Su apellido paterno le remite a un padre abusador y violento, una realidad que enfrentó de niña “con un ideal mágico”. Dice: “Hoy se habla y se lucha, hay un espacio contenedor, en mi infancia ese espacio fui yo en total evasión de una realidad tan concreta y evidente que ni siquiera mi madre me explicó y que yo descubrí no hace tanto”.

Ese rechazo “al mundo real” del que habla Pat se construye en el desconcierto. “Sigo siendo una niña, y la vida me desconcierta”, desliza. Tal vez por eso, la clave de su primer libro sea la misma con la que mira al mundo: la magia y la poesía. Y el amor, claro, como ley del universo de la autora, la fuerza de su deseo.

La poesía apareció de niña, cuando Pat se preguntaba “¿qué tiene ocupada a la gente?” Luego vinieron más preguntas que la llevaron a estudiar filosofía. Hoy le dedica tiempo al espíritu. Y se pregunta: ¿Por qué no movilizar todos los poderes de la imaginación? En su cuento de hadas, los libros son las varitas mágicas con las que agita al mundo. “Tengo la sensación de que no comprendo la vida común”, revela. “Encuentro esa luz pero también enfoco en la oscuridad. Tengo mi fe puesta en la magia”. Algo de esa magia aparece también en las ilustraciones que Pablo Elías le imprime al libro.

El sello Diamantes en almíbar fue pensado para editar tanto sus propios libros, como los de otrxs que, como ella, crean “que no se destruye el espíritu con un pico de partir hielo”. Una editorial “manifiesto-poética que por algún poder mágico abre una puerta para revelar otros mundos que se encuentran del otro lado”, concluye su creadora. ~

Godard los pájaros, o el amor
Pat Hryb

Diamantes en Almíbar