John Slattery luce pésimo. "Odio decepcionar tus esperanzas", dice el actor de 60 años, al teléfono desde New York. "Estoy todo transpirado. Me estoy haciendo un té. Acabo de hacer ejercicio. Yo..." Hace una pausa, tratando de encontrar la palabra exacta para describir su actual aspecto. Suspira. "Me veo como la mierda". No parece tan terrorífico, cuesta creerle. ¿John Slattery? ¿El impecablemente vestido bon vivant Roger Sterling de Mad Men? ¡Pero si es el rey de los bolsillos cuadrados! ¡Con su perfectamente peinado pelo blanco!

Slattery está arruinando su imagen pública mientras está en su hogar, con su perro rodeándole las piernas. Pero su voz es tal como se la recuerda, con esa suave y dulce cadencia que lo convierte en candidato de Hollywood a narradores, hombres de Estado y figuras de autoridad. El papá industrial de Tony Stark en el Universo Cinematográfico Marvel. El político que intentó introducir a Carrie Bradshaw a la "lluvia dorada" en Sex and the City. El alcalde suburbano que cortejaba al personaje de Eva Longoria en Amas de casa desesperadas antes de ser empalado en una verja blanca.

Pero Roger Sterling es la imagen que más permanece. No es que estuviera especialmente predispuesto a encarnarlo cuando comenzó la producción de Mad Men, en 2007. Inicialmente entró al proyecto para interpretar el personaje de Don Draper, el hombre imposiblemente apuesto, desgraciado/dañado protagonista de la serie que finalmente quedó a cargo de Jon Hamm. Entonces los productores le pidieron leer los diálogos de Roger. El se sintió momentáneamente herido. "Dijeron 'Este es el asunto, tenemos a este tipo'", recuerda. "Hamm suele decir que yo estuve de mal humor todo el tiempo que filmamos el primer episodio a causa de esto, pero no creo que sea verdad". Hace una digresión. "Eventualmente lo vi, y quedé... 'Oh, de verdad tienen al tipo'".

"Cuando Hamm entraba a una habitación en ese momento, la gente quedaba catatónica", se ríe. "Las estrellas invitadas a veces podían acercarse a él y las líneas simplemente escapaban de sus cabezas. No sabían qué hacer. Sucedió en más de una ocasión." Otros miembros del elenco tuvieron también esa reacción. "Christina Hendricks podía entrar a un lugar y la gente se cagaba encima. Era asombroso."

No seamos modestos: ¿no inspiró él también una similar falta de aliento? "Bueno... todos estábamos de algún modo tocados", concede. "El aspecto de todo eso. No estoy siendo falsamente modesto. En ese contexto, ciertamente me veía muy diferente a todo lo que hago por ahí cada día."

Siete años después del final de la serie, Slattery y Hamm son grandes amigos en la vida real. Al extremo de que Slattery está básicamente haciendo entrevistas por los dos. Ambos protagonizan la adaptación del comic Confess, Fletch, pero es en gran medida un vehículo para Hamm: Slattery apenas aparece allí. Pero con Hamm muy ocupado en filmar la tercera temporada de The Morning Show, la serie que protagoniza Jennifer Aniston para Apple TV+, Slattery se encarga de hablar del proyecto. Hamm también protagoniza una película que él dirigió, la comedia negra Maggie Moore(s) que se estrenará el año próximo, con lo que "me figuro que se lo debo", dice Slattery. Además, le gustaría trabajar de nuevo con Greg Mottola, el director de Super Cool y Adventureland, y el hombre detrás de cámara en Confess, Fletch. "Si vuelve a hacer algo espero que diga '¡Ese tipo es el indicado! ¡Te hace prensa de una película en la que aparece cinco minutos!'"

Slattery y Hamm en la nueva Fletch.

Más allá de esos cinco minutos de reunión de Mad Men, Confess, Fletch es puro disfrute. Hamm es un periodista convertido en investigador privado que busca pistas sobre un robo de arte en New York. Eso hasta que aparece una mujer muerta en el lugar donde se está hospedando, y se convierte en el principal sospechoso de una investigación de asesinato. A su alrededor hay una cofradía de otros sospechosos excéntricos, desde un Kyle MacLachlan como marchante con fobia a los gérmenes a una Lucy Punch como gurú de estilos de vida cuyo nombre bien podría ser Pwyneth Galtrow. Slattery interpreta al ex editor de Hamm, "un borracho gruñón y mal hablado", tal como lo describe. "No tuve que reinventar la rueda", bromea.

Confess, Fletch está adaptada de las mismas novelas de Gregory Mcdonald que inspiraron Fletch, la comedia de los ochenta que ayudó a que Chevy Chase se convirtiera en estrella. Bueno, al menos en ese momento. Le señalo a Slattery que los millennials pueden tener apenas una vaga referencia del aspecto de Chase, ni hablar de las franquicias que protagonizó, y que por lo tanto no se sabe qué esperar de la película. "Aquellos que tenemos cierta edad amamos esa película", dice. "No me acuerdo en qué año fue... dejame ver..." Consulta Google. "¡1985! Unos cien años atrás."

La Fletch de 2022 luce aparentemente muy diferente a su predecesora. Más efervescente, más ridícula, más irónicamente glamorosa. Marcia Gay Harden resulta hilarante como la hipersexual esposa de un billonario cuyo acento exageradamente italiano hace que "Fletch" suene como "Flayshhhh". "Sé que quisieron hacer algo completamente nuevo y asumieron -claramente de manera correcta- que la mayoría de los espectadores no vieron la original, lo cual les parecía perfecto."

A Slattery le encantó la primera Fletch, y su protagonista. Pero es un fanático del cine en general. Cuando hizo un cameo de sí mismo en la sitcom de Tina Fey Girl5Eva, dijo que estaba "demasiado ocupado peleando por comida con mis hermanas como para concentrarme en un único interés". En realidad recuerda su infancia en Boston como "convencional", increíblemente poco dramática. Sus cuatro hermanas mayores y su hermano menor se llevaban bien, con lo que su línea en Girls5Eva era más bien una invención cómica. Hizo deportes, vio compulsivamente televisión y, eventualmente, "me di cuenta que la gente estaba trabajando, que lo que veía en la TV no estaba sucediendo de verdad."

Como la mayoría del elenco de Mad Men, Slattery era un actor en busca de empleo, en general fuera del radar por años hasta que llegó esa serie. Establecido en New York desde fines de los '80, pasó casi 18 meses luchando por conseguir el trabajo de actuación que fuera; eventualmente consiguió ubicarse en obras teatrales y en TV. Aun recuerda esos tiempos con afecto, al menos en retrospectiva. "Pateando las calles, tomando el subte a la ciudad desde lo profundo de Brooklyn, tratando de descubrir cómo vivir con cinco dólares al día... todo eso suena como un cliché, pero realmente así eran las cosas."

Durante años, Sex and the City fue el proyecto por el que la gente lo reconocía. Sí, porque lucía bien y era apuesto, pero sobre todo por su cortés pedido de que la Novia de América le hiciera pis encima. "Después de que saliera eso al aire, la madre de un amigo le preguntó si mis padres habían muerto", dice. Le explicó que estaban bien vivos, pero no le creía. ¿Su razonamiento? "El nunca habría hecho si sus padres aún estuvieran aquí."

En retrospectiva, de todos modos, el actor se ríe del ruido que armó esa escena en 2000. "¿Y todo lo que pasó desde entonces? Mirá a Donald Trump", se ríe, presumiblemente en referencia al rumor desmentido a gritos sobre una filmación de "meada presidencial". "Lo de Sex and the City era un juego de niños comparado con ese esperpento."

Sex and the City puede haberle abierto varias puertas -y alentarlo a evitar ciertas áreas  de Manhattan regularmente recorridas por el ómnibus turístico de la serie-, pero fue alrededor de esa época que descubrió una pasión diferente. "Podía estar en los sets haciendo montones de preguntas, y sucedió que tenía algunas opiniones", dice. Slattery se dio cuenta de que también quería dirigir. Más tarde tomó esa responsabilidad en cinco episodios de Mad Men, y dirigió la película de 2014 God’s Pocket, un amargo drama urbano que, de manera trágica, resultó ser la última película que completó Philip Seymour Hoffman antes de su muerte.

La mención de Hoffman es el único momento de la conversación en el que Slattery parece no encontrar palabras, como un ejecutivo de cuentas momentáneamente perplejo. Da un profundo suspiro. "Nunca vi a alguien tan capaz de alcanzar las profundidades emocionales como él, y al mismo tiempo estar tan técnicamente alerta", dice. "Sabía dónde estaba la cámara, dónde estaba él en relación a la cámara, los mejores ángulos. Era impresionante". En el set de filmación llegó a comentarle lo grandioso que era. "Después de verlo en una escena bien podía largarme a llorar."

Como director, Slattery admite que tiene que luchar para mostrar autoridad en un set, que no es naturalmente el líder de la manada. "Incluso en mi propia casa", bromea. "Pero supongo que es de allí de donde viene la actuación, pretender que estás al control de todo." No hay manera de definir si está siendo excesivamente modesto. Parece seguro que puede controlar un set, así como no parece que luzca tan terrorífico como dijo al comienzo. Pero habrá que tomarle la palabra.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.