Antes de que se fuera el día Charlotte Salomon pintaba una escena de su vida pasada, el tiempo no era su aliado, tenía que componer el tinte de los recuerdos y anticiparse al arrebato de la muerte; la suya era una vida breve y ella lo sabía. 

Las mujeres de su familia se habían suicidado: su tía Charlotte (el nombre como herencia), su madre (cuando ella era una nena) y su abuela. Además, y como si el estigma pendenciero no fuera suficiente para aturdirla, los nazis estaban detrás de la puerta. Tenía veintiséis años y un embarazo de cinco meses cuando la asesinaron en una cámara de gas en Auschwitz. Unos días antes le había entregado a un médico amigo una caja con sus pinturas ordenadas en continuidad narrativa, la última le daba el título a toda la obra: ¿Vida? o ¿Teatro? Casi ochocientas acuarelas de líneas zigzagueantes que bordean lo infantil y lo siniestro cuentan su vida entera con el impulso con el que la cuenta una novela gráfica. 

Una hoja semitransparente con un texto breve alude a la imagen que protege y da indicaciones sobre cuál es la música que debe acompañarla (Bizet, Bach o las canciones que ella solía tararear mientras pintaba). Su vida narrada es al mismo tiempo un libro, una película y una ópera con un pincel como director de orquesta. La primera escena expresionista muestra a su tía en 1913 ahogándose en el agua helada de un lago, serán esos secretos familiares (tenía veintidós años cuando su abuela se tiró por la ventana y su abuelo le dijo que su madre también se había suicidado y que no había sido una gripe la causa de su muerte) los silencios decisivos para crear poco antes de morir “un mundo desde las insondables profundidades”. 

Sin respiro, escondida, con todos los acechos, todos los miedos, tan sobria, ebria solo de terror, pintó durante dieciocho meses acontecimientos históricos -como la noche de los cristales rotos- y recuerdos personales que confundió con ficcional intención. Vivió en su Berlín natal con su papá y su esposa (la cantante lírica Paula Lindberg), estudió bellas artes hasta que la expulsaron por ser judía, se enamoró del profesor de canto de Paula, Alfred Wolfsohn, soportó a un abuelo abusivo y maltratador al que aparentemente envenenó después del suicidio de su abuela (una carta de Charlotte guardada durante años revelaría su pócima fatal) y buscó amparo en el sur de Francia en la casa de Ottilie Moore, una benefactora norteamericana, donde conoció a Alexander Nagler, un judío austríaco con quien se casó unos meses antes de morir (ella en octubre de 1943, él, un año después). 

Fue Ottilie Moore quien en 1947 les entregó ¿Vida? o ¿Teatro? al papá de Charlotte y a Paula; guardadas en varias cajas durante años las acuarelas fueron expuestas por primera vez a comienzos de la década del sesenta. Desde entonces su obra se expone en los museos del mundo y ella es la protagonista de una novela de David Foenkinos y de un cómic de Ilaria Ferramosca y Gian Marco De Francisco, la heroína de una película animada con la voz de Keira Knightley (versión en inglés) y Marion Cotillard (versión en francés) y la de otros tantos universos creativos. Lo que los nazis no pudieron matar se desliza infalible entre acuarelas, música y palabras que chispean el azul, el rojo y el amarillo de su obra. (Para seguir descubriéndola: https://charlotte.jck.nl/section). 

En los próximos días se suma a la gesta de adaptaciones biográficas una obra de teatro en Mar del Plata: Charlotte ¿Vida? o ¿Teatro?, escrita y dirigida por Lalo Alías y protagonizada por Pedro Benítez, Patricio Hidalgo, Rosita Pelaia y Sol Villarreal como Charlotte. El estreno es el sábado 3 de diciembre en Cuatro elementos - espacio teatral (Alberti 2746). Será en verano y en un escenario marplatense donde Charlotte volverá a desplegar los colores primarios que tropezaron con la oscuridad. Iremos a su encuentro.