Al momento de sacarle la ficha a Terence Blanchard, hay algunos rasgos que lo distinguen en un primer vistazo: es un músico de carácter fuerte, redime a quienes lo rodean, sabe hacer historia y no pasa inadvertido. Por más que se esmere. Un poco de todo eso quedó en evidencia el lunes, durante su actuación en el Teatro Coliseo. Si bien se pronosticó que el calor aflojaría en la noche, al salir de la sala, una vez que terminó el recital, buena parte del público se encontró tan o más sudoroso que cuando entró. Y es que el notable jazzista estadounidense había puesto a prueba el volumen de su intensidad. Aunque en el cierre de sus 105 minutos de performance se le prendió fuego el control remoto, tras volver al escenario para interpretar a manera de encore una dolorosa versión (o quizá irónica) de “The Star-Spangled Banner”: el himno nacional de los Estados Unidos.

Apenas acabó esa ejecución en solitario, en la que los músicos que lo acompañaban también hicieron las veces de espectadores, el millar de asistentes en el aforo dudó milésimas de segundo en reaccionar. Estaba difícil. Pero, más por instinto que por otra condición humana, decidieron aplaudir. Así el trompetista pudo vivir su momento Jimi Hendrix de la noche, emulando u homenajeando la polaroid que registró el legendario guitarrista en su actuación en el Festival de Woodstock, en 1969. A pesar de que lejos están los paralelismos entre el zurdo violero y Blanchard, lo más parecido a un Hendrix de la trompeta, Miles Davis, llegó a decir de él que era “uno de los nuevos trompetistas más brillantes”. Lo declaró en los ochenta, en la etapa de rejuvenecimiento de The Jazz Messengers, banda liderada por el baterista Art Blakey de la que el de Nueva Orleans fue integrante en ese periodo.

Desde ese entonces hasta ahora, el músico de 60 años ya hizo lo suyo con creces. Por lo que en este momento se encuentra demostrando su agradecimiento. En este caso, al saxofonista Wayne Shorter. Justo cuando el cofundador (entre otras tantas hazañas) de Weather Report anunció su retiro de la música, el año pasado, Blanchard decidió tributarlo con un álbum: Absence. Se trata de un repertorio en el que alterna piezas de Shorter con algunas propias. Eso fue lo que vino a presentar a la capital argentina, apoyado por el grupo con el que grabó ese trabajo: The E-Collective, al igual que con el cuarteto de cuerdas que formó parte de este proyecto discográfico, Turtle Islands. Un desborde de talento reunido, en busca de la síntesis de reconocimiento al legado, de virtuosismo, de groove y también de eclecticismo. Aunque el experimento podía parecer insoluble, el relato resultó bastante lógico. Siempre a un tris del vértigo.

El peso de la performance ni siquiera recayó del todo en el astro de la jornada, quien más bien ofició de maestro de ceremonias o de director de banda. El protagonismo lo compartieron básicamente el pianista Taylor Eigsti (en sustitución de Fabian Almaza, quien participó en la grabación del disco) y el guitarrista Charles Altura, secundados (a veces) o en diálogo constante (en otras ocasiones) con el conjunto de cuerdas dirigido por el violinista David Balakrishnan. Sucedió en “The Elders”, y previamente en “Envisioned Reflections”. Pero al momento de tocar “I Dare You”, una de las piezas de la autoría de Blanchard incluida en Absence, su construcción establecía una dialéctica entre Beethoven y el Philadelphia Sound. Traccionada en este caso por un finísimo equilibrio entre el baterista Oscar Seaton y el bajista David Ginyard.

“No creo que muchas personas hayan experimentado esto antes. Me siento bendecido de estar con estos músicos fabulosos”, llegó a manifestar este precursor del neo bop en uno de los pasajes del recital. Si bien cada uno de los instrumentistas disfrutó de su clímax a lo largo del espectáculo, Turtle Island encarnó una de las escenas sublimes del show. No sin antes recibir una introducción de parte de Blanchard en la que advertía que era uno de sus momentos favoritos de la performance. Antes de consumar “The Second Wave”, pieza de Balakrishnan que forma parte del repertorio de Absence, el director del cuarteto explicó que desde su creación, en 1985, lo que han intentado es adaptar a los autores europeos a un “lenguaje estadounidense”. “En este grupo, tocás y no sabés lo que va a pasar. Pero seguro te divertís intentándolo”, afirmó.

A diferencia de otros colegas, el de Nueva Orleans lleva la música clásica en su ADN. Y es que su padre era cantante amateur de ópera. De hecho, el piano estuvo antes que la trompeta. Por eso su discografía fluctúa entre el jazz y la confección de música para películas, faceta que tiene en The Woman King la más reciente y en Malcolm X  la más conocida entre el público local. Sin embargo, durante el show Blanchard nunca perdió el eje de su propuesta. Al momento de intentar justificar Absence, el músico explicó: “Este álbum trata de composición: no solo de las obras de Wayner Shorter, sino de escribir nuestra propia música para ver cuánto nos ha influido”. Entonces eso hizo. Tras arrancar con la pieza que le da título a su más reciente álbum, avanzó y avanzó. Con esas zapatillas plateadas y su trompeta mirando al suelo. Así llegó hasta “Kaos”, donde imaginó cómo su ídolo puede pegar un volantazo.