Pescetti comenzó su relación con los chicos como maestro de 2° grado, cantando canciones propias y ajenas con su guitarra, y también leyéndoles cosas impensadas para ellos: Las cosmicómicas de Ítalo Calvino, una colección de cuentos en los que, en tono humorístico, el autor ítalocubano aborda temas científicos referidos a la galaxia, el planeta y el tiempo. 

“¡Era divertidísimo!”, recuerda. Pero de a poco sus clases fueron saliendo del aula para subirse a los escenarios. “Vi que las canciones gustaban, me las pedían. Un día que estaba cantando me pidieron que contara chistes, y aunque yo no quería, conté chistes. Me fue bien y quise durar más encima del escenario. Después, otro día me pidieron que hiciera un show de una hora, no sabía qué hacer y agregué juegos... Medio casualmente se dio la transición”, asegura.