Casi 80 mil euros fue el monto que desembolsó días pasados una persona -de identidad reservada- en una subasta en Neuilly-sur-Seine, Francia, por una guitarra. No cualquiera, sobra decir: se cree que el codiciado instrumento perteneció a María Antonieta. Recreándose en placeres mundanos, ¿habrá la famosa reina rasgado las finas cuerdas de este excepcional artefacto? Tal parece ser el caso, acorde a voces en tema, que con bastante seguridad apuestan que fue la soberana quien obsequió la pieza a Louise Elisabeth de Lostanges, marquesa de La Rochelambert-Thévalles, que además de ser afable compañera, era una delicada cantante y excelente guitarrista.

“Todo indica que esta guitarra diseñada hacia 1775 por el luthier parisino Jacques-Philippe Michelot fue ofrecida a la Marquesa por la Reina”, señala Grégoire de Thoury, de la casa Aguttes (que subastó el ítem), y asimismo recuerda: en su château du Petit Trianon, en Versalles, la esposa de Luis XVI –amante de la música a la que se le daba estupendamente tocar el arpa y el pianoforte- organizaba regularmente conciertos de cámara para entretenerse junto a sus amistades. Al parecer, también era frecuente que María Antonieta obsequiara instrumentos a sus seres queridos, como acaso sucediera con la guitarra vendida, por la que pujaran unas cuantas personas interesadas.

Hace sentido, de considerar las palabras de Thoury: asegura que se trata de un instrumento “absolutamente sublime” por “el refinamiento de su decoración” y por “su estado de conservación notable”. De hecho, reza la descripción de la guitarra que tiene cuerpo de madera de palisandro e incrustaciones de caoba; que está “adornada con cuerdas de marfil y ébano”; que presume de delicadas rosetas ornamentales, caladas, que representan “dos palomas besándose en un templo del amor”… Detalles, en fin, que habrán hecho que la marquesa –que se salvó de la guillotina, a diferencia de María Antonieta- la cuidara hasta el final de sus días, y ya luego hicieran lo propio sus aristócratas descendientes, que solo recientemente, varios siglos más tarde, la han vendido al mejor postor.