El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidió cambiar las vallas y el operativo que se desplegó este martes durante los festejos por la llegada de la Selección argentina a la final del Mundial. Las vallas interrumpiendo el paso funcionaron casi como una provocación: hacen que la gente se enoje y, por supuesto, aparecen los (pocos) que tiran piedras o intentan derribar las pesadas estructuras. El ciudadano común siente que la administración PRO no quiere que se festeje: le molesta la alegría. Las autoridades porteñas reivindican el operativo y afirman que no se usaron gases el martes, sólo una especie de aerosol disuasivo contra los que se acercaban a las vallas en actitud amenazante. Sin embargo, hay una decisión significativa que se estaba a punto de tomar en la tarde de este miércoles: el domingo, sea cual sea el resultado, no habrá un corralito de vallas sobre Corrientes entre Cerrito y Libertad “para no interrumpir el paso de la gente”. Las vallas estarán sobre la vereda, frente a los comercios, previendo algún intento de destrozo o saqueo. En otras palabras, sin reconocerlo explícitamente, el gobierno porteño admite que poner los efectivos y las vallas en medio de la gente crea el clima de violencia que puede terminar en hechos desastrosos. Un ejemplo claro fue cuando instalaron las vallas -sin motivo alguno- frente a la casa de Cristina Kirchner: los manifestantes lo tomaron como una agresión y una provocación.

Sin mayores incidentes

Las familias que se movieron el martes hasta el Obelisco lo hicieron con tranquilidad y alegría. No había clima de violencia. Sin embargo, la aparición de las vallas en Corrientes entre Libertad y Cerrito y entre Carlos Pellegrini y Suipacha resultó enervante. Dos enormes frenos a la gente que caminaba pacíficamente hacia el tradicional epicentro de los grandes festejos. Las vallas fueron tomadas como un bloqueo a la alegría.

Para colmo, la movida sintonizó con cierto malhumor de los medios alineados con Juntos por el Cambio que hace semanas difunden críticas al equipo de Lionel Scaloni y a Lionel Messi, pareciendo enojados porque la selección avanza en el Mundial. "Una manada de maleducados", "Messi vulgar" fueron algunos de los títulos.

En ese contexto, hubo algunos escasos choques en los que terminó habiendo cinco detenidos. Tres por tirarle piedras a las vallas y dos por hurto. También tuvo que intervenir el SAME por una persona de 50 años, en aparente estado de ebriedad, que se cayó desde las letras ubicadas frente al Obelisco y está en coma con asistencia respiratoria.

Cambio y reconocimiento

En la tarde de este miércoles se realizaba una reunión de los jefes policiales con el ministro de Seguridad, Marcelo D'Alessandro. Como se sabe, el funcionario está imputado en una causa judicial por su viaje a Lago Escondido con jueces y empresarios. Horacio Rodríguez Larreta decidió sostenerlo con los argumentos insostenibles que usó JxC: que jueces, empresarios y funcionarios fueron espiados. Ni una palabra del contubernio en sí mismo. 

En el encuentro de este miércoles se estaba por decidir una modificación fundamental en el operativo: ya no habrá vallas en el medio de la Avenida Corrientes a la altura de Libertad o Cerrito, sino que la gente podrá circular sin problemas por allí. Las vallas estarán dispuestas sobre la vereda en prevención de intentos contra algún comercio.

Esa modificación cambia todo, porque quienes se acerquen al centro porteño desde el sur lo harán por la Avenida 9 de Julio; quienes lo hagan desde el norte lo harán también por 9 de Julio desde el Bajo; y casi todos los restantes se acercarán al Obelisco por Corrientes desde Callao. Ese es el flujo que este domingo no se va a cortar. Todavía no estaba del todo decidido, pero es probable que se mantengan las vallas en Corrientes y Suipacha porque los que circulen desde Leandro N. Alem serían más bien pocos. Pero era algo a decidir.

En cualquier caso, la modificación es un reconocimiento de que el operativo fue irritativo y que podría haber terminado en un desastre, con enfrentamientos entre los policías y quienes sólo iban a festejar. La legisladora porteña del FIT Alejandrina Barry presentó un pedido de informes justamente señalando que “el operativo fue un hecho que podría haber provocado una catástrofe”.

Como sucede habitualmente, los uniformados no estaban en actitud pacífica, sino que ostentaban una pose patotera, de abuso de poder, preparados para reprimir. Todo podría ser muchísimo más grave si este domingo la Argentina se corona en Qatar y la concurrencia triplica la del martes.

El trofeo de la hamburguesa

El lunes se cumplieron diez años del 12 de diciembre de 2012 (12/12/12), cuando se celebró el día del hincha de Boca con más de 50 mil hinchas rodeando el Obelisco. En ese marco se produjeron enormes desmanes, saqueos, destrozos de las vidrieras de decenas de comercios, corridas, incendios de contenedores de basura, móviles de televisión vandalizados, heridos y detenidos. Según los especialistas, estos hechos no se producen al principio de estas manifestaciones, sino cuando ya las familias se fueron y quedan algunos miles, entre los que están los que tomaron en exceso y se muestran particularmente agresivos.

El otro ingrediente que existe desde hace décadas es que se tomó la hamburguesería de origen norteamericano como una especie de trofeo, de manera que siempre hay unos pocos que apuntan a ese objetivo.

El argumento de los jefes policiales es que, si no se hace un corralito con vallas, en caso de incidentes, con una multitud en el Obelisco, no tienen manera de acceder: no pueden entrar con vehículos ni motos. Tampoco hay vía de ingreso para las ambulancias.

Los funcionarios de la Ciudad citan lo que pasó la semana pasada en Zárate, después del triunfo de la Selección frente a Países Bajos. Alguien denominado Laucha propuso en redes sociales: “Hay que romper la heladería Real que es nuestro equivalente al McDonald’s del Obelisco”. Efectivamente hubo destrozos allí, el dueño trató de enfrentar a los que festejaban y sufrió un infarto. En el caso del martes, en el Obelisco, no hubo ninguna incitación a la violencia. Y se podría haber hecho lo que se haría este domingo: poner el acento en evitar problemas con los comercios, no obstaculizar los festejos. 

Alegría en todas las esquinas

La realidad del martes fue que hubo festejos en miles de esquinas de todo el país, no sólo en los centros tradicionales. Y no se registraron choques y destrozos en ningún lado. Es cierto que la cantidad de gente que se moviliza al Obelisco no tiene comparación y que hay que tomar medidas. Aun así, en lugar de acompañar la alegría, se le ponen vallas y obstáculos. Y eso termina siendo el germen de choques y agresiones.

El mensaje que parece provenir de Juntos por el Cambio es que no puede haber alegría estando el “populismo” en la Casa Rosada. No se puede repetir aquel clima festivo y de orgullo que se vivió en la celebración del Bicentenario o el que subsiste en multitudinarias jornadas de Tecnópolis. No les molesta una guillotina en el Obelisco, pero la plaza llena con gente común lo consideran una amenaza