Es conocido, él se ha ocupado de difundirlo, que el Dibu Martínez hace psicoterapia desde el 2018 con un destacado psicólogo deportivo, David Priestley, quien entre el 2014 y el 2020 estuvo a cargo del Departamento de Psicología y Desarrollo Personal del club Arsenal; allí fue donde nuestro arquero mundialista lo conoció y continuó viéndolo hasta hoy en forma particular. “Me cambió mucho. Me prepara para cada partido. Hablamos dos o tres veces por semana antes de un partido. Mi cabeza está más centrada que nunca, gane o pierda”. Un ejemplo de la importancia que da a lo psicológico sucedió hace pocos días, a raíz de la derrota ante Arabia Saudita: “Sufrí mucho estos días, no pude dormir, hablé mucho con mi psicólogo porque que me pateen dos veces y me metan dos goles es difícil de tragar; sé que tengo a 45 millones de argentinos atrás mío y les podría haber dado más”. En su página de internet, Priestley define así su tarea: “Además de trabajar con vos, trabajo conmigo mismo, para experimentar lo que es estar donde estás ahora. Además, debo mejorarme a mí mismo para mejorarte a vos. Te mostraré si vos sos el problema y te ayudaré a convertirte en tu solución. Ese es mi trabajo. Y me encanta”.

Es muy posible que su trabajo con Priestley, enriquecido con lecturas, sumado a su intuición natural y a las enseñanzas de una vida difícil como la suya, haya dado al Dibu la capacidad psicológica del manejo situacional de situaciones complejas y extremas que se presentan en su trabajo, siendo la del arquero quizás la posición más exigente dentro de una cancha, donde los errores suelen ser irreparables y casi siempre decisivos.

Esa capacidad se manifiesta muy ostensiblemente durante la ejecución de penales en su contra, en los que no se limita al intento de adivinar la trayectoria del disparo. Eso fue advertido por un psicólogo deportivo noruego, Ger Jordet, quien llamó la atención sobre el control psicológico que el arquero argentino intenta, y muchas veces logra, sobre quienes deben ejecutar los penales en su contra. Tomaremos ese interesante trabajo para confirmarlo, corregirlo o completarlo. “Martínez --escribe Jordet, quien llama al Dibu “el Maquiavelo del fútbol”-- se adueñó del área penal desde el principio”. En cuanto se decide en cuál arco se ejecutarían las faltas, el Dibu se apresura en llegar al área aprovechando que Lloris se ha demorado en el sorteo con Messi y lo recibe como si fuera el dueño de casa y el arquero francés su huésped. Primera acción en una estrategia psicopática en terminología psicoanalítica: lograr que alguien cumpla con los propios deseos sin que se percate de ello.

Ahora repasemos la secuencia de los penales en contra: en el primero a cargo de Mbappé nuestro arquero hará algo que suele hacer, reclamar al árbitro que la pelota no está en el lugar adecuado para irritar y perturbar al rival, distrayéndolo de su objetivo. El árbitro le hace caso, lo que le debe de haber servido al Dibu para chequear su poca severidad y planear las siguientes estratagemas. De todas maneras, Mbappé, un supercrack, convirtió el gol. Luego sería el turno de Kingsley Coman y mientras le habla al francés, frases que no serían lejanas al “mirá como te como” que perturbó al colombiano Jerry Mina, logra que el árbitro vuelva a caer en la trampa de revisar la ubicación del balón. Y se lo comió porque adivinó la dirección del disparo del jugador del Bayern Munich y lo atajó. Luego sucede algo que Jordet registra correctamente: el Dibu lo celebra con grandes saltos y gritos y gestos hacia la tribuna, en un festejo desusado para la circunstancia: “Las investigaciones muestran que las celebraciones grandes e intensas indican confianza, dominio y superioridad, lo que afecta positivamente a sus compañeros de equipo y negativamente a los oponentes”. La confianza de nuestro arquero en esos momentos lo autoriza a aconsejar a sus compañeros de equipo. Dybala cuenta que cambió su intención y obedeció la indicación del Dibu de patear fuerte y al medio.

Con Tchouameni la maniobra de dominio psicológico sobre el árbitro y el jugador llegó a un virtuosismo que no es suficientemente apreciado por el psicólogo noruego. El Dibu se ha apoderado de la pelota y se niega a entregarla mientras discute con el árbitro, seguramente reclamándole algo. Finalmente la estocada final que podría decirse que define el partido, el campeonato: arroja la pelota hacia su derecha, en diagonal, lejos y es el francés quien tiene que ir a buscarla en una larga caminata de ida y vuelta. Es claro que a esta altura el control del arquero sobre la situación es total. No había dudas de quién era el jefe allí. También del árbitro, quien no atinó a amonestarlo. El francés debe de haber visto al argentino enorme, dominante y por su inconciente deben de haber desfilado todas las figuras inhibitorias de su vida. No fue raro que el disparo saliera desviado. El Dibu lo celebró con un bailecito burlón. Por fin con Kolo Muani el acoso llegó a un máximun pues se le iba encima hablándole, gritándole casi, a pesar del esfuerzo del arbitro, que terminó amonestándolo, y le hacía señas de que lo conocía, lo había estudiado. Eso mismo declaró Jerry Mina: “El arquero argentino nos había estudiado”. Entonces el Dibu hizo algo que el psicólogo noruego no percibe o no entiende: le muestra insistentemente a Kolo Muani su zapato izquierdo: es el pie con que ha desviado el remate del francés en el último minuto del partido. El mensaje es que haría lo mismo con su tiro del penal. Ya no hizo falta.

 

Es claro que el Dibu quedó muy satisfecho con su desempeño, decisivo para la obtención de la Copa, y eso fue manifiesto con su insolente festejo fálico con el premio al Mejor Arquero. Y a los que se hayan ofendido, Lio les diría “andapallá, bobo”.