Carlos Saura fue un grande. Se obligó a filmar durante el franquismo películas que otros no se animaban. En La caza, Peppermint frappé, La madriguera, Ana y los lobos, La prima angélica,los temas, disimulados para eludir la censura, pero evidentes para quien quisiera entender, eran el autoritarismo, el fanatismo religioso, la intolerancia. Es decir la dictadura franquista.

Fue entonces cuando, en 1976, me dijo, libre del compromiso moral, “Ahora voy a poder filmar el cine que me gusta”. Entonces vendría la maravillosa Cría cuervos, Elisa vida mía, Mamá cumple cien años, una obra maestra, Ay, Carmela y otras no menos valiosas.

Saura fue muy generoso con el exilio argentino en Madrid durante la ominosa dictadura del Proceso. Conmigo tuvo gestos solidarios e inolvidables, me distinguió con su amistad y me abrió su casa compartida entonces con Geraldine Chaplin.

A propósito, un día conversábamos en su casa adornada con retratos de su suegro, Charles Chaplin, y fue inevitable hablar de él. Comenté mi admiración por Tiempos modernos. Entonces Saura comentó “Fíjate que él casi no hablaba de esa película”. Por qué. “Porque fue un fracaso económico”.

Otra lección de cine, cuando le observé que después de la hollywoodense El llanto del bandido, producción ítalo francesa con protagonismo de Lino Ventura y Lea Massari, había vuelto a filmar películas intimistas con artistas de confianza que se repetían en sus repartos, entre los que se contaba nuestro Norman Briski.

“Sabes que pasó”, me respondió riendo, “no podía poner en cuadro los caballos”. El film era la historia de un bandolero español del siglo XIX, “El tempranillo”, émulo de Robin Hood, quien desafía a capa y espada al absolutismo de Fernando VII. “No lograba armar una escena de persecución o de combate a caballo”. Recuerdo que lo contó cómicamente y nos reímos un rato largo.

Además la misma productora estaba filmando en Francia El tulipán negro con Alain Delón y a veces faltaba personal o equipo porque privilegiaban la otra película. “Juré nunca más filmar con caballos”. Una anécdota relacionada con “El llanto del bandido” fue que convenció a su muy admirado Luis Buñuel que desempeñara el breve papel del “verdugo”.

Luego continuamos nuestra relación y pude ayudarlo cuando vino a filmar en Argentina.

Murió un genio del cine. Estoy triste.