Desde París

La primera y verdadera crisis de la presidencia de Emmanuel Macron se coló por el vértice menos esperado: la defensa nacional. Una arisca controversia presupuestaria entre el jefe del Estado y el general Pierre Le Jolis de Villiers de Saintignon, jefe del Estado Mayor, desembocó en la renuncia de este último al tiempo que abrió una confrontación entre la presidencia y los ejércitos de Francia en torno a los medios militares, o sea presupuestarios, que son necesarios para proteger al país. El vespertino Le Monde retrató este episodio inédito como “una crisis histórica”. El calificativo tiene todo su sentido cuando se conoce la verticalidad disciplinaria que impera en el Ejército francés, la discreción inviolable y el respeto a la integridad de la línea de mando entre los medios castrenses y el poder político surgido de las urnas.

La carta de renuncia del general deja explícito el fondo del desacuerdo. El militar escribe:”considero que no estoy más en condiciones de garantizar la continuidad del modelo de ejército en el que creo para asegurar la protección de Francia y los franceses, hoy y mañana, como tampoco respaldar la protección de nuestro país”. Desde que en 1962 se creó el cargo con sus actuales estatutos, es la primera vez que un responsable de ese nivel dimite por desacuerdos con la cúpula política. No es sin embargo la primera renuncia que conoce la aún breve presidencia de Macron. Desde que asumió en mayo pasado, cuatro otros ministros tuvieron que renunciar por escándalos o enredos ligados a la corrupción. El enfrentamiento se inició por los recortes presupuestarios decididos por el Ejecutivo con el objetivo de reducir los déficits presupuestarios, en total desarmonía con las reglas europeas. El paquete presupuestario de cara a 2017 incluye una reducción de 850 millones de euros en los gastos militares. A partir de allí, el general Pierre Le Jolis de Villiers de Saintignon rompió la disciplina y, en el curso de un encuentro “a puertas cerradas” con un grupo de diputados el general se quejó por esos recortes en términos inhabitualmente groseros, y hasta patoteros. Las quejas de Villiers de Saintignon trascendieron a la prensa y desataron la ira presidencial, tanto más cuanto que el general dijo durante esa reunión que si el gobierno no daba marcha atrás renunciaría. La polémica se incrustó además en una agenda por demás inadecuada. El enfrentamiento saltó a la plaza pública en los días previos a las celebraciones del día nacional de Francia, el 14 de julio. El 13 de julio, Macron dio el consagrado discurso en el Ministerio de Defensa, donde recalcó que el era “el jefe” (el artículo 15 de la Constitución le otorga al presidente el cargo de de Jefe de todos los Ejércitos).

Villiers de Saintignon había roto el pacto de silencio y Macron hizo lo suyo: dirigiéndose directamente al hoy renunciante responsable les dijo a los militares:”considero que no es digno exponer ciertos debates en la plaza pública. Me he comprometido. Soy su jefe. Los compromisos los he asumido ante nuestros conciudadanos y ante los ejércitos. Sé respetarlos y, ante esto, no hace falta ninguna presión ni comentario”. La telerrealidad había salido de la pantalla para instalarse en claro ante la opinión pública, poco acostumbrada a ver a dos jefes de ese rango dirimir sus diferencia bajo los reflectores. Macron y el general sólo cumplieron el protocolo del 14 de julio (desfilaron juntos en la Avenida de los Campos Elíseos) sin que ese momento de unidad nacional calmara la tormenta. El mismo 14 de julio, el ex jefe del Estado mayor publicó un artículo en el diario conservador Le Figaro donde volvió a arremeter contra los recortes. El general exponía “la distancia” que había entre las misión de los ejércitos y la “estrechez del presupuesto”. El 16 de julio -domingo-  el presidente concedió una entrevista al diario Le Journal de Dimanche donde trazó el destino del general rebelde. Macron le dijo a los periodistas: “si algo me opone al Jefe del Estado Mayor, el Jefe del Estado Mayor se va”. Al cabo tres días de “calma” el desenlace final se hizo inevitable. Pierre Le Jolis de Villiers de Saintignon dimitió y fue reemplazado por François Lecointre, un militar oriundo de la infantería de marina que actuó en Ruanda (1994) durante la guerra en la ex Yugoslavia (1992-1995) y en la primera guerra de Irak (1991).

La herida quedó así abierta entre la jerarquía del Ejército y su presidente, tanto más densa cuanto que, durante la campaña electoral, el candidato Macron nunca evocó recortes en el presupuesto de la defensa para el año en curso. Muy por el contrario, su compromiso público consistió en prometer elevar, de aquí a 2025, el presupuesto de la defensa al 2% del PIB (50 mil millones de euros contra los 32,7 actuales). Algunos responsables militares juzgan que Macron demostró en esta crisis “un autoritarismo juvenil” (Vincent Desportes, exdirector de la Escuela de Guerra, diario Le Monde). A su vez, todo el arco político opositor que va desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha impugnó la postura del jefe del Estado. Sin embargo, ni uno ni otro parecían tener otra opción: el general debía defender a sus Ejércitos y el presidente asentar su autoridad frente a los gestos inusuales del jefe del Estado Mayor.