Terminaron los días de Bolsonaro y el caos fascista. Brasil vuelve al orden –sí, al orden democrático-. Así se definió el estado de cosas por un margen muy finito (50,87 por ciento frente al 49,13 por ciento). Los frentes electorales son juegos delicados de contrapesos. Pero en este caso el frente electoral es bien definido y no una delegación de mando. El presidente es Lula, el líder del movimiento popular de masas progresista de Brasil. No es la opción dos, como lo fue en su momento Dilma, ni ocupa Lula la silla de vicepresidente.

En el discurso de asunción presidencial, Luiz Inácio Lula da Silva explicitó el peligro que acecha a las democracias en el mundo como “una ola de extremismo autoritario que defiende el odio y la mentira a través de medios tecnológicos que no están sujetos a controles transparentes”. El triunfo de Lula -sin discusión a pesar de la corta diferencia y de los 540 días que permaneció en las cárceles del lawfare en Latinoamérica- puede interpretarse como una señal de que las corporaciones comienzan a comprender que el caos no sería auspicioso para los negocios a largo plazo.

Para este 1° de enero de 2023, de acuerdo con el discurso de asunción, las cuentas entre Lula y los tribunales de Brasil quedaron saldadas, aparentemente borrón y cuenta nueva. “Observo la actitud sumamente responsable del Supremo Tribunal Federal y del Tribunal Federal de Cuentas frente a situaciones que distorsionan la armonía de poderes”, dijo.

El caos civilizatorio encarnado por Bolsonaro contribuyó a que los pliegues estatales que cobijaron el lawfare brasileño se abrieran para permitir el paso de Lula a la libertad y a la candidatura presidencial para un nuevo período.

Según expresó Lula, los peligros para la democracia se encuentran principalmente en los medios tecnológicos, en los opositores inspirados en el fascismo (así se refirió al bolsonarismo) y en los que predican “la libertad de oprimir a los vulnerables, masacrar al oponente e imponer la ley del más fuerte por encima de las leyes de la civilización”.

El desafío durante el nuevo gobierno será cómo regular las noticias falsas y los discursos de odio sin limitar la libertad de prensa. “Al odio responderemos con amor”, propone Lula. Por experiencia propia en Argentina sabemos que la consigna “el amor vence al odio” es abstracta. Y que la tensión no resuelta desemboca en la Corea del Centro propicia al avance de las noticias falsas y los discursos de odio o a la práctica del recule y afloje que describió la vicepresidenta Cristina en su último discurso en Avellaneda.

Anielle Franco, nueva ministra de Igualdad racial en Brasil. 


Nombramientos destacados

Como primera medida en este terreno, Lula nombró al frente del ministerio de Comunicaciones al diputado federal Juscelino Filho, del partido de derecha Unión Brasil (que tiene un ala bolsonarista), a partir de un acuerdo de último momento. Filho se mostró a favor del impeachment contra Dilma y de la detención de Lula, pero se mantuvo neutral durante el período de elecciones.

Para completar el círculo, el pacto democrático se refuerza con un acuerdo con las iglesias varias que ocupan el territorio brasileño. Lula cerró el discurso apelando a “las bendiciones de Dios”, lo que trae consigo una doble limitación: 1) a los fundamentalismos religiosos que agitan autoritarismos políticos y 2) a consignas que podrían ser incómodas para las jerarquías religiosas y las feligresías evangélicas ortodoxas. Lula restableció el ministerio de la Mujer “para demoler esta castillo centenario de desigualdad y prejuicio”. Pero no mencionó a la población lgtb. Son derechos democráticos, se sobreentienden, dirán muchos. ¿De veras se sobreentienden?

Al frente del ministerio de las Mujeres estará Cida Goncalves, quien fue secretaria nacional para el combate a la violencia contra la mujer durante los gobiernos de Lula y Dilma. Una designación en la línea más tradicional del feminismo que pone el acento en paliar las consecuencias de la opresión patriarcal antes que en desmontar las estructuras.

Mucho más interesante resulta el nombramiento de Anielle Franco (hermana de Marielle Franco, la concejala asesinada en 2018) a cargo del ministerio de Igualdad Racial. Anielle se formó becada en Estados Unidos, en instituciones donde se estudia el pensamiento antirracista y a autores como Angela Davis y Malcolm X, y milita el feminismo interseccional que pone en el centro los derechos de las mujeres, las personas lgtb, afrodescendientes y habitantes de las favelas. También lo es el nombramiento de Sonia Guajajara como ministra de los Pueblos Indígenas. Sonia es una referenta indígena, anticapitalista y ecosocialista. 

Sonia Guajajara, ministra de los Pueblos Indígenas. Foto: AFP.