Se agravó la malnutrición en los sectores populares y afecta a la mitad de los niños y adolescentes que llegan a los comedores a recibir asistencia alimentaria. Así lo detectó un relevamiento realizado por la organización Barrios de Pie en 16 provincias y en la Ciudad de Buenos Aires: el 48,6 1 por ciento de los chicos que concurren a sus espacios comunitarios tiene signos de mala alimentación. Los altos precios de los alimentos y las demoras del Ministerio de Desarrollo Social en abastecer a los comedores populares -un problema que atravesó todo el 2022- están entre las razones de este empeoramiento en los indicadores de salud. 

Barrios de Pie viene realizando desde hace diez años estas mediciones de peso y talla en los niños que se acercan a sus comedores. Al anterior relevamiento nacional lo habían hecho en 2019, porque la pandemia interrumpió los controles. En aquel momento, los casos de malnutrición global estaban en el 44,1 por ciento, con un sobrepeso del 22,5 y una obesidad del 19,6 por ciento. Así, hubo un aumento marcado de la malnutrición global, que aumentó más de 4 puntos porcentuales.

Entre los menores de dos años la mala alimentación se expresa en baja talla, mientras que entre los no lactantes el resultado es sobrepeso u obesidad.

Marcos Caviglia es médico de familia y coordinador del equipo de salud de Barrios de Pie. “Lo que más nos preocupa son los datos que encontramos entre los menores de 6 años, porque el desarrollo neurológico de los chicos depende mucho de recibir alimentación correcta, y eso incluye el período del embarazo de la madre y los primeros seis años de vida", explicó a Página/12.

La baja talla es una señal vinculada a la desnutrición crónica: la registraron el 20 por ciento de los niños menores de dos años, un porcentaje muy preocupante.  

Entre los niños mayores a dos años, la mala alimentación detectada se expresa en casos sobrepeso u obesidad. Son chicos que están recibiendo comidas a base de fideos, papas, arroz y otros productos que "llenan" pero son de baja calidad nutricional. En sus dietas faltan frutas, verduras y carnes.

La franja etaria más afectada por el sobrepeso es la de niños de entre 6 y 9 años, en la que los casos de malnutrición llegan al 53 por ciento de los censados, y en la que uno de cada tres chicos es obeso.

El sobrepeso es entendible en parte por la pandemia, porque la actividad física de los chicos se cortó, estuvieron encerrados en la casa, pero después hay mucho de esto vinculado al empeoramiento de la alimentación por la suba de los precios”, agregó el referente de Salud.

Caviglia contó que en septiembre su organización hizo un estudio entre las familias que se acercan a sus comedores sobre cómo los afecta la inflación. Los encuestados contaron que en el último año se habían visto obligados a reducir la cantidad de carne, verduras, frutas y lácteos. Además, la mayoría estaban sirviendo porciones de menor tamaño a los adultos, y en los casos de mayor estrechez económica también a sus niños. En casi la mitad de los hogares algún adulto había dejado de hacer una de las comidas diarias por falta de dinero.

Para el relevamiento de peso y talla, las promotoras de salud de Barrios de Pie midieron y pesaron a 38.622 niños y niñas, siguiendo los procedimientos indicados por la Sociedad Argentina de Pediatría y el Ministerio de Salud de la Nación.

“Tenemos una situación que es producto de la pandemia y también del altísimo aumento de los precios de los alimentos que empujan el proceso inflacionario. Las empresas productoras de alimentos han tenido un fuerte incremento de sus ganancias y son las principales beneficiarias de la inflación, que genera una transferencia de recursos desde el bolsillo de la población a un sector sumamente concentrado de nuestra economía”, advirtió la organización social en la presentación del informe. Y consideró “imprescindible poner encima de la mesa el debate sobre la responsabilidad social de los sectores concentrados que condicionan nuestra economía”.