Ingresar por estos días al Galpón 13 del Parque Nacional a la Bandera, implica en primera instancia un viaje temporal. En tanto esquina fraguada, como umbral que hay que atravesar, es la marquesina del viejo bar El Cairo la que se impone, con su verde desgarbado y tipografía blanca cursiva. Adentro, sillas y mesas como las de los bares de antes  esperan, junto a la barra, el café, las medialunas y las jugueras Jet, ésas cuyos colores líquidos y saturados eran un deleite de ver. No puede ser mejor bienvenida, puesto que se trata del punto aleph de aquél que está dando vueltas todavía, siempre, con alas dibujadas por Sábat, como un espíritu errante de corazón futbolero con manos cinceladas por el pincel de Hugo Pratt.

"Fontanarrosa... el mayor de mis afectos" es la muestra que puede visitarse, con entrada libre y gratuita, hasta el 27 de agosto. Organizada por el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, la actividad se inscribe en la semana dedicada al genio humorístico de Roberto Fontanarrosa, a diez años de su fallecimiento. La inauguración fue el miércoles pasado, con la presencia de autoridades, artistas, y muchos amigos. Otra vez: muchos amigos.

El Cairo, se decía, es el punto nodal, la palabra clave a partir de la cual navegar. Traspuesto el timbre epocal, dispositivos lúdicos, dibujos y memorabilia surgen como paradas de un recorrido que se comparte. Porque no sólo obligan al detenimiento gustoso la lectura de los cuadros humorísticos y las páginas de historietas, sino que es el gesto cómplice de quienes miran y leen dónde mejor se aprecia lo que pasa. Como si fuese un regusto personal, íntimo, en donde la lectura de cada uno apela no sólo a la gracia del momento, sino también al recuerdo respecto de esa misma página ya leída tantos años atrás, así como a la historia personal que todo visitante y ciudadano guarda con Fontanarrosa.

Este rasgo ha sido hermosamente destacado por la ministra de Innovación, Chiqui González, cuando en las palabras inaugurales, comentaba que "cada rosarino tiene un original en su casa o una anécdota, porque (Fontanarrosa) es un rosarino que ha tenido algo que ver con cada rosarino con el que se cruzó en la vida". Esa forma intensa, emotiva, con la que la ministra encuentra y dice sus palabras, se tradujo también en las maneras desde las cuales leyó el texto de la muestra: gestos, ademanes, inflexiones de la voz, en un sentir hondo: "aquí en pleno invierno, queremos abrazarte, tomar un café, leerte, reír, dibujarte".

Efectivamente, Fontanarrosa provoca sentires felizmente encontrados. En este sentido, desde un lugar similar se expresaron la intendenta Mónica Fein y el gobernador Miguel Lifschitz, quienes, cuando se animaron, contaron anécdotas. En el caso de Fein, al referir que "Hermes (Binner) suele contar una historia, de cuando fueron a presentar Rosario como ciudad turística a Buenos Aires; los periodistas preguntaban qué tenía Rosario además del Monumento a la Bandera: el Negro salió del paso diciendo que 'montañas y mar no', porque 'sería muy caro ponerlos en la ciudad'". Lifschitz, por su parte, evocó el Congreso de la Lengua Española, en 2004: "No estaba previsto que él participara porque, como siempre, los académicos de Buenos Aires pensaban en otro tipo de figuras. Habían pensado también en nuestro querido Juan José Saer, quien no podía venir porque ya estaba con problemas serios de salud, y en Héctor Tizón, un gran escritor jujeño. Pero nosotros insistimos en que tenía que haber una gran figura local, y que debía ser Fontanarrosa. Tanta insistencia, junto a amigos que también impulsaron la propuesta, permitió que estuviera en el panel, cuando ninguno de los partícipes en esos paneles tenía demasiadas expectativas en el rol que iba a jugar. Sin embargo, el Negro Fontanarrosa terminó quedándose prácticamente con la gloria de ese congreso. Fue la participación más destacada, aguda, disruptiva, inteligente; así como era él".

El afecto corre por las venas de esta muestra, se sentía al caminar, en los gritos de gol que se escuchaban ‑¿de dónde?‑, en las palabras de Gabriela Mahy, compañera de vida de Fontanarrosa, quien no guardó elogios para la organización por "el respeto, cariño y entusiasmo para hacer esto, por la calidez que genera, es una tarea maravillosa". Ese lazo de afecto se encuentra también en la página serpentina que ondula a lo largo del galpón, con la participación de muchos dibujantes de la ciudad: Max Cachimba, Flopa, Pablo Rodríguez Jáuregui, Alina Calzadilla, Manuel Aranda, Victoria Rodríguez, Luis Lleonart, Lucía Seisas, Gabriel Zappino, Martín Boc, Flor Balestra. Cada dibujo, una declaración de afecto que se vincula secuencialmente, en tanto lectura imprevista que es expresión misma del nexo icónico que provee el lenguaje de historieta.

Hay una parada obligada, de esas que se atisban, allí cuando se arriba al tablero del dibujante querido, de donde salieran trazos y gags, con las formas de Inodoro, Boogie y Sperman. Como compañía vital, rodean desde las paredes del estudio páginas destacadas de Corto Maltés, la obra cumbre del gran Hugo Pratt. Libros desperdigados -algunos de la colección Robin Hood‑, carpetones en donde catalogar temáticamente los chistes, y frasquitos con lapicitos, bien chiquitos, porque Fontanarrosa los usaba así, hasta las últimas consecuencias.

En cuanto al Citroen que vuela entre loros, en plena muestra, la mejor de las referencias corresponde a Chiqui González: "Ustedes verán que Fontanarrosa está en el Citroen roto de Fontanarrosa, y no lo acompañan como a los emperadores chinos el ejército de terracota, sino los Mendietas y los loros". El Mendieta replicado exhibe intervenciones plásticas variadas, así como también se invita a los paseantes a realizar ellos mismos participaciones estéticas, narrativas, de manera colectiva.

De forma también notoria, están suspendidas, como notas de cariño, cartas dedicadas al Negro. Una de ellas de otro negro, Rafael Ielpi; la otra, con firma de Daniel Divinsky; en esta última se lee: "tus libros dejaron de ser publicados por De la Flor; ahora los edita una trasnacional, si llamaras por teléfono desde donde estás no podrías hablar con los dueños, algo que siempre dijiste te gustaba de tu relación con nosotros. ¡Pobres libritos! Ya no reciben la amorosa atención que les dispensábamos, perdidos en catálogos gigantescos, orientados solo al lucro". Y más adelante: "Estuve releyendo ayer Fontanarrosa y la política y me sorprendió comprobar que todos los chistes podrías haberlos dibujado en estos días: su inmediata referencia crítica podría aplicarse a la triste realidad de la Argentina gobernada por Macri".

¿Y de dónde vienen los gritos de gol? Bueno, mejor visitar el lugar, ir predispuesto a la risa y al pulso narrador que habita no sólo entre los cuadritos y cuentos de Fontanarrosa, sino también en ese arte en sí que significa saber cómo contar, decir y gritar, el gol más querido.