En Babylon Berlín, una serie extraordinaria por la temática y sobre todo por la ambientación tan lograda en sus imágenes y por la música de época, previa a la segunda gran guerra, es decir desde la Belle Époque hasta los acontecimientos funestos que vinieron después.

Una época en la Alemania de preguerra llena de miseria, donde la pobreza alcanzaba niveles espantosos con chicos en la calle tratando de sobrevivir como podían con el hurto, incluso con el crimen inevitable por el hecho de vivir en la calle en medio de los más sórdidos mercados de lo que se nos ocurra. Desde joyas robadas hasta intercambio de niñas y mujeres entregadas a la obtención de tan sólo medios de supervivencia, de ellas mismas cuando no de sus niños que pululaban luego por las calles.

Una época que iba del baile desenfrenado y competitivo para ganar una moneda, quizás ya arreglado de antemano, hasta las organizadas peleas entre boxeadores donde las apuestas y las trampas corrían por doquier, desde los grupos pro rusos que luchaban por sus ideales comunistas, pasando por las organizaciones paramilitares que se organizaban y que prefiguraban y presentían el nazismo y eran sus antecedentes, hasta la policía dedicada a perseguir a esos niños de la calle que vivían en los túneles, en los sótanos de la pobreza y de los edificios.

Una sociedad empobrecida en la que los funcionarios, militares, policías, políticos y clases acomodadas también se sacaban los ojos entre ellos para conservar una parte del poder necesario para llegado el caso solamente conservar la vida.

En ese marco se comenzaban a desplegar las hordas criminales que no sólo destruían los comercios de judíos sino que perseguían a los comunistas que cuando podían salían a la calle con sus manifestaciones y pancartas. Y en el medio el juego de la prensa en una época en que todavía no existía la televisión y que tampoco los periódicos tenían el dominio de la actualidad, desde los oficialistas hasta los opositores y los clandestinos.

Ese clima de época estaba atravesado por una música que ya hemos conocido en la histórica Cabaret pero que en Babylon aparece con toda su fuerza en la canción que canta el barítono Max Raabe “Un día vale oro” (Ein Tag wie Gold), que dice casi todo porque es de eso de lo que se trata, de lo que está en juego, de la vida pero prosaicamente comparada con el oro, metal muy preciado pero que no vale la vida. Sin embargo allí, en esa Alemania empobrecida en la que los bajos instintos surgen inevitablemente, vivir un día más era un logro. Esa canción muestra el clima moral que prevalecía sobre todos los valores, adquiriendo una supremacía que en definitiva era entendible porque la vida está primero pero que perversamente terminaba justificando cualquier acto, aun los más deleznables.

Como escribe Héctor Llanos Martínez en su comentario publicado en El País sobre esta cuarta entrega de Babylon: “Los felices veinte dan paso a los oscuros treinta”.

 

*Responsable de la edición de la Página de Psicología en Rosario/12.