El “Dante Alighieri del siglo XX”, como lo definió el escritor rumano Mircea Cartarescu, ya tiene su lugar en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes de España, que recibió el legado “in memoriam” de Ernesto Sabato (1911-2011). El novelista fue "una de las grandes voces de nuestra literatura”, pero también una figura que se convirtió “en una referencia ética fundamental”, como destacó el director de la institución, el poeta Luis García Montero. El legado -guardado en la caja de seguridad número 1542 de la sede en Madrid- está compuesto de un ejemplar de Uno y el universo (1945) y Heterodoxia (1952); el poemario “Cenizas y plegarias”, de Matilde Sabato, esposa del escritor; una docena de fotografías; diversas cartas escritas a máquina que incluyen anotaciones manuscritas del autor de El túnel y ganador del Premio Cervantes en 1984; y un ejemplar del libro El pantanillo, escrito por Sabato y Pedro Jorge Solans.
“Si su literatura se caracteriza por la capacidad de interiorización en los personajes para indagar en los límites de la ética, su comportamiento como ser humano se convirtió también en una referencia fundamental en la Argentina cuando se trató de reivindicar los derechos humanos y los valores de la democracia”, planteó García Montero, y calificó de “emoción especial” la recepción del legado de Sabato, quien da nombre a la biblioteca del Instituto Cervantes en Budapest. El director de la institución recordó que una primera edición del Nunca más está guardada en la Caja de las Letras desde octubre de 2022. Estuvieron presentes en la sede de Madrid el hijo del escritor, el cineasta Mario Sabato, quien fue el encargado de depositar el legado cedido a perpetuidad al Cervantes; el embajador de Argentina en España, Ricardo Alfonsín; el secretario de Turismo de la Municipalidad de Villa Carlos Paz, Sebastián Boldrini; el presidente de la Agencia Córdoba Turismo, Esteban Avilés, y el periodista Pedro Jorge Solans.
“Me gustaría pensar que la memoria sirve para cuidar la historia”, afirmó Mario Sabato y se refirió a la “cruzada”, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que encabezaron el presidente Raúl Alfonsín y su padre. “Esa cruzada hoy se recuerda como que contó con el apoyo de toda la gente y eso es porque la memoria a veces se adecua para que sea más cómodo mirarnos en el espejo. Pero no fue así”, aclaró el hijo del escritor. “Algo más de la mitad de la población”, la totalidad de los sindicatos, la “casi” totalidad de los partidos políticos, la iglesia católica, los poderes económicos y los medios estaban “absolutamente en contra de esa cruzada por la moral y la justicia”, precisó.
Uno de los escritores argentinos más leídos del siglo XX también fue uno de los que mayores controversias generó por su rol como “héroe cívico” a partir del Nunca más, donde establece la cuestionada teoría de los dos demonios, como por el error que representó haber almorzado con el dictador Jorge Rafael Videla, en mayo de 1976; almuerzo famoso en el que también estuvo Borges. Sabato formó parte del círculo de intelectuales antiperonistas, hasta que en 1955, con la llegada de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, inició el camino de la autocrítica. “Tengamos cuidado, pues, con el paralogismo de que las multitudes populares sólo pueden seguir a los demagogos, y únicamente por apetitos materiales: también con grandes principios y con nobles consignas se puede despertar el fervor del pueblo. Más aún: en el movimiento peronista no sólo hubo bajas pasiones y apetitos puramente materiales; hubo un genuino fervor espiritual, una fe pararreligiosa en un conductor que les hablaba como a seres humanos y no como a parias”, se desmarcó de su antiperonismo más visceral en El otro rostro del peronismo (1956), texto con el que subió al ring del debate político argentino. “Había en ese complejo movimiento –y lo sigue habiendo– algo mucho más potente y profundo que un mero deseo de bienes materiales: había una justificada ansia de justicia y de reconocimiento, frente a una sociedad egoísta y fría, que siempre los había tenido olvidados”, reconoció el escritor.
El hijo de Sabato compartió algunas anécdotas en el Instituto Cervantes. “En casa recuerdo que lo veíamos partir a papá cuando iba a las reuniones de la CONADEP con su chofer, y mi hermano y yo temblábamos porque era de la policía, y dejar la custodia de alguien como mi padre a la policía era un suicidio en aquel momento. Él volvía y nos hacía recordar a (Joseph) Conrad porque decía 'el horror, el horror', las palabras finales del libro maravilloso de Conrad (El corazón de las tinieblas), y venía cada vez más destruido, hasta que terminó siendo un fantasma de sí mismo. Mi padre empezó a irse cuando terminó la CONADEP; ya no fue el mismo y nosotros tampoco”, explicó el hijo del autor de Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador. “Él quería mucho al Cervantes y quería mucho lo que unió a toda América latina, que fue el idioma. El español fue lo que nos legó la conquista, que fue atroz en muchos aspectos, pero ahí fue fantástica”, concluyó.