Humberto Grondona mira el césped de la cancha del club que armó su padre y sus pupilas se llenan de recuerdos. Llegó para dar pelea y así evitar perder la categoría con Arsenal, en el lugar del mundo donde le queda presente y no sólo pasado.

–¿Qué tan diferente pensaban el fútbol su padre y usted?

–Éramos contradictorios. Me decía: “No jugués de esa manera”. Yo no podía cambiar. El tiempo me dio la razón. Él era más conservador que yo en su forma de pensar el fútbol. Soy línea de tres, proponer. 

–¿Era una presión extra ser el hijo de?

–Me decía que había que cuidar el apellido. Que no les protestara a los árbitros. Cuando me quejo, las críticas son mayores. Tenía que trabajar mucho más para demostrar, en los lugares que fui, que no iba por acomodo. 

–¿Cómo te llevás con los insultos por ser el hijo de?

–Ante Patronato me gritaron todo el partido: “Ladrón”. Les mostraba que no tenía plata. Pero es lo que les llega de los enemigos que quisieron lograr algo y no pudieron.

–Gran parte de su familia es de Independiente, ¿cómo convivían con que usted fuera entrenador de Racing en 1991?

–Mamá y la abuela querían que me fuera bien en Racing. Mi papá estaba a la expectativa. Mi hermano estaba más o menos. Para mí, era un paso bárbaro. Venía de Armenio y de Mandiyú, pero Racing fue un golpe. Tuve a Rubén Paz, a Claudio García, a Carranza [Alberto], a Fabbri [Néstor].

–¿Su padre siempre siguió siendo hincha de un club?

–Por Arsenal nunca perdió el amor. Pero con Independiente se fue desencantando. Hubo una elección en que no lo votaron y se sintió traicionando.

–¿Es cierto que lo criticaba mucho como futbolista?

–Yo no corría. Era el creativo, pero había que recuperar la pelota. El técnico me decía: “Terminá la jugada y andá al lado del 3”. Yo no lo seguía y provocaba un desastre defensivo”. 

–Era enganche, pero cada día quedan menos enganches.

–Hoy hay mucho vértigo. Si hubiera hoy un jugador como yo, no llegaría ni a la Reserva. Pero el inteligente puede jugar en todas las épocas. Porque vos podés correr y el inteligente te la tira para otro lado y corriste al pedo.