Nuestro país se ve a sí mismo blanco y victorioso. La distorsión del logro lo espeja campeón, reina anaranjada, humo blanco de chimenea, al fin de cuenta nosotros sí “habemus papa”. Pero qué sucede en el otro lado de la lámina, con las otras existencias que no conforman el relato y que aplauden muchas veces el reflejo sin ellos. Son lo escondido del espejo. No son los millonarios del arco, ni los fornidos envalentonados de a varios en golpizas trasnochadas, ni los receptores de flashes. Ahí, en el borde y a la sombra del espejo están las otras y los otros. Los des-oidos de siempre, las sin voz, los etiquetados de a varios en grupos clasificables. Lo negro de la matrix. Pareciera que nos alcanza el festejo y la serpentina para tapar el hambre, la traza identitaria, la contractural cultura de la diferencia. Pareciera. Pero no.


“Negro de mierda”. Creo que esa frase la escuché por primera vez en algún recreo de la escuela. Quizá al meter un gol producto de la azarosa patada a la pelota o por errarlo producto de la misma lógica de las probabilidades. Tal vez por no hacer algo que el otro quería o al caminar una tarde por el barrio y despertar en alguien el deseo de insultar. Los negros de mierda fueron “cabecita negra”, villeros, paragua, bolitas… epítetos resultantes de un imaginario argento “europeo y blanco” cuyas buenas costumbres se vieron y se ven amenazadas por otredades diversas. La hegemonía se repite en la cultura a través de los medios de comunicación y se hace presente en prácticas cotidianas. Gatilla automáticamente en discursos callejeros, en vestuarios de clubes, en medios de transporte. Y se repite en las aulas, los pasillos e incluso en salas de profesores y reuniones de familias en los ámbitos educativos. “¿Yo prejuiciosa? Inventos tuyos. ¿Cuándo dije yo algo contra esos cochinos negros?” le decía Susanita a Mafalda. Ya en aquellos años Quino reflejaba el discurso discriminatorio en su reconocida historieta donde negros y pobres eran vistos de manera “pintoresca” ante los ojos de una clase media que accedía a una movilidad social que los recortaba de aquellos.

David Bailey y Stuart Hall plantean que las identidades son siempre situacionales. Señalan que todos participamos en una serie de juegos políticos en torno de identidades fracturadas. Según esta posición `negro´ es una serie de experiencias. La discriminación configura una situación de vulneración que estigmatiza e interfiere violentamente en la construcción de la subjetividad. El orgullo de ser quien se es entra en tensión con la mirada discriminatoria del entorno. Así se cristaliza de manera híbrida aquello que se va construyendo como identidad. No se es “negro” solo por la procedencia, raíces o color sino por lo que se le atribuye a un lugar frente a la hegemonía. En el mito fundacional de nuestra Argentina blanca se fractura nuestra historia. Podríamos considerar la construcción de nuestra narrativa como nación a partir de las palabras de Hall que explica en principio que la misma se encarga de contar solo determinadas experiencias, triunfos y desastres a partir de los relatos, literatura y medios de comunicación. Hall describe que “la identidad es formada y transformada continuamente con relación a los modos en que somos representados o llamados en los sistemas culturales que nos rodean”. Lo negro de la matrix queda fuera del flash de las alfombras y los discursos de turno. Pero espectamos, celebramos y aplaudimos el confeti. Negro de mierda es la materialización de un lugar, un modo de ser mirados. Cristaliza la violencia y la discriminación en tres palabras. En el informe del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo publicado en mayo del 2022 se describe que “la dimensión étnico-racial, a la que categorizamos como racismo estructural aparece como el principal tipo de discriminación que sufren las personas por su color de piel, su nacionalidad, su situación socioeconómica, su lugar de origen y su pertenencia étnico-cultural, entre otras”. La aporofobia y la xenofobia esconden el odio irracional por la otredad diversa y plural que se manifiesta en actitudes y discursos violentos, negativos, prejuiciosos, estigmatizantes y discriminatorios. El nuevo mapa nacional de la discriminacion presentado por el INADI detalla también que el 72 % de las personas consultadas se han sentido discriminadas y que el 41 % de las situaciones acontecieron en el ámbito educativo, lugar donde el 47 % consideró que debería de abordarse esta problemática. Entre el entramado cultural de la escuela y el contexto sociocultural de quienes la habitan se evidencia un espacio liminal que es tanto material como simbólico. Allí transcurren y pivotean aquellas otras y aquellos otros. Es a partir de la reproducción de mandatos, la materialización de intereses, el despliegue de subjetividades y las decisiones que se toman que se niegan, construyen o refuerzan las diferencias. Se utilizan estrategias homogeneizadoras y/o diferenciadoras según reflexiona Eduardo E. Domenech. Se aloja al otro en un determinado lugar. Entonces, ¿qué posición ocupan y qué relación mantienen las distintas culturas con respecto a la cultura escolar dominante? ¿Son los espacios de formación en sus diferentes niveles y áreas el territorio propicio para establecer nuevos modos de vinculación que den visibilidad a la diversidad y que habiliten las diferencias? El desafío que supone el desarrollo de acciones concretas que desarticulen la discriminación requiere un análisis de la diferencia pero también de la desigualdad, atendiendo no solo a la matriz de la discriminación sino también a la persistente segregación. Eduardo E. Domenech sostiene la importancia de establecer “un abordaje sistemático de la discriminación y la segregación” sin el cual es imposible la construcción de nuevos patrones culturales. Se vuelve así imperioso que las instituciones educativas se interpelen con respecto a los modelos socioculturales que transmiten y proponen tanto en su currículum explícito como en el oculto y el nulo. Lo que se muestra y lo que se invisibiliza, lo que se dice y lo que se calla, lo que tiene oportunidad de ser y lo que se esconde para sobrevivir. Patios y aulas como escenario para que construyamos una sociedad plural, diversa y democrática. 

En el verano del 2020 a Baez Sosa le dijeron “negro de mierda” y mientras lo asesinaban esgrimían “me lo voy a llevar de trofeo”. A Alfieri Welega Fresno le pegaron hace apenas unos días en Mar del Plata, luego de provocarlo reiteradamente llamándolo: “Ey negrito, negrito”. Rosa Parks se negó a ceder el asiento a un pasajero blanco el 1 de diciembre del año 1955 en Estados Unidos. Este mundo sigue girando y el tiempo continúa marcando almanaques pero algunas transformaciones requieren de voces en alto y de espacios que deben ser ocupados. Las cosas por su nombre. Eduardo Galeano habló de los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Aquellas y aquellos que rompen el hechizo hegemónico de relatos ficticios de pocos para pocos. Los nadie tienen nombre y apellido. Para ellas y ellos estas líneas y el pedido de que entre todas y todos, día a día, construyamos un mundo libre de discriminación. No esperemos a nuevas efemérides o noticias que jaqueen nuestra comodidad. Empecemos hoy, siempre es tiempo.

* Emiliano Samar, Supervisor docente, Actor, Director de Teatro y escritor.