Desde París

Colapso o redención: la izquierda francesa está tan cerca de la primera posibilidad como de la segunda. El año 2022 estuvo marcado por un movimiento pendular que fue de lo mejor a lo peor: después de inenarrables divisiones, Francia Insumisa, los ecologistas, los socialistas y los comunistas se unieron en la alianza NUPES (Nueva Unión Popular Ecologista y Social) con la cual lograron convertirse en la primera fuerza de oposición en la Asamblea Nacional luego de las elecciones legislativas. A partir de allí, la dinámica de la victoria se dio vuelta desde el interior de tres de los cuatro partidos que componen la NUPES: ecologistas, Francia Insumisa y Socialistas. Las izquierdas dilapidaron el capital acumulado durante el año a través de enemistades internas, violencia de género, malas jugadas, descendencia y problemas de democracia dentro del movimiento que lidera la alianza, la izquierda radical de Francia insumisa.

2023 empieza, para la izquierda, con lo que debería ser un campo social minado ideal para su redención: crisis social, inflación, sistema sanitario hecho añicos, crisis energética, huelgas de los médicos, reformas del seguro de desempleo y, sobre todo, el proyecto de reforma del sistema de jubilaciones para ampliar la edad mínima de la jubilación que el presidente francés, Emmanuel Macron, presentó hace unos días y que desembocó en una huelga general prevista para este jueves 19 de enero. En suma, el mejor momento social para que las izquierdas revaliden su legitimidad y, al mismo tiempo, el peor a raíz de las sacudidas internas que hacen incluso especular con el fin del liderazgo de Jean-Luc Mélenchon. 

La reforma del sistema jubilatorio con la ampliación de la edad mínima para jubilarse a los 64 años (62 actualmente) es rechazada ampliamente por la sociedad y los sindicatos. La izquierda debería tener allí un lugar para redimirse de sus errores. Nada es menos seguro ni tan necesario. 

Un camino sembrado de obstáculos

La construcción de un frente unitario contra las reformas que está emprendiendo Macron es un camino sembrado de obstáculos y abismos. En 2022, la izquierda empezó a perder sus pétalos cuando una dirigente ecofeminista, Sandrine Rousseau, denunció en un canal de televisión de la extrema derecha que el secretario nacional de los Verdes, Julien Bayou, estaba implicado en "violencias psicológicas" contra una de sus compañeras sentimentales. Concretamente, Sandrine Rousseau dijo en la televisión que Bayou había tenido "comportamientos capaces de romper la salud moral de las mujeres". Ningún hombre se levanta de una acusación semejante. El ecologismo ingresó en una tragedia política que condujo a Julien Bayou a renunciar a su cargo y a los ecologistas a elegir una mujer como líder (Marine Tondelier). Las aguas, sin embargo, no se calmaron y se embarraron más. 

Esta vez fue el partido de Jean-Luc Mélenchon, Francia Insumisa, quien se vio arrastrado por el mismo tema, violencia de género, pero en un caso mucho más grave, es decir, violencia real. En junio de 2022, antes de las legislativas, cayó la primera denuncia por "violencia sexista" contra uno de los candidatos de LFI, Taha Bouhafs, quien retiró su postulación. Luego, en el mismo mes, denuncias similares recayeron sobre un diputado de Francia Insumisa, Eric Coquerel, a quien varias mujeres lo acusaron de tener "manos paseanderas" y un "pesado método de levante". La fractura profunda se dio con otro caso, el del diputado Adrien Quatennens, una de las figuras de Francia Insumisa, el número dos, acusado por su esposa de "violencias" que, en parte, el mismo reconoció y le valieron una condena judicial: el 13 de diciembre fue condenado a cuatro meses de cárcel en suspenso por violencia machista contra su esposa. El partido decidió excluirlo del grupo parlamentario en la Asamblea Nacional hasta el mes de abril. Adrien Quatennens decidió apartarse un momento y, en un tuit indelicado, Mélenchon encendió la pólvora cuando saludó el "coraje" del diputado.

Así, en vez de ocupar el terreno social, la izquierda se enredó en sus propias faltas, en una opacidad alarmante ante las violencias sexuales de sus miembros y las contradicciones aumentadas por algunas reacciones de Jean-Luc Mélenchon muy criticadas en el seno de su mismo movimiento. Esta cadena de desastres se fue desplegando casi al mismo tiempo que el gobierno liberal de Elisabeth Borne empezaba a aplicar reformas cuya filosofía cabe en una palabra que circula hoy en todos los medios: "injusticia". Como si no faltaran antagonismos, uno nuevo vino a explotar hacia finales de año: las criticas acerbas contra Jean-Luc Mélenchon y la dirección de su movimiento, ambos acusados de verticalismo y falta de democracia. Encima, el Partido Socialista francés, miembro de la alianza Nupes, está en pleno proceso de designación de su nuevo Primer Secretario. Los candidatos que representan dos polos irreconciliables: el de la actual dirección de Olivier Faure, favorable a la alianza NUPES, y el de sus rivales, totalmente opuestos.

Cacofonías, luchas intestinas, contradicciones morales ante el mensaje de la izquierda, violencia de género, embrollo ideológico y batalla por la sucesión taparon la sonoridad de la izquierda. Las izquierdas no entraron en el ciclo ya conocido de la inmolación, sino en el de la pérdida de impacto debido a sus temas internos. Y ello ocurre cuando la sociedad es más atenta que nunca a su mensaje y a su postura neta contra la reforma de las jubilaciones, la famosa "madre de todas las reformas" del macronismo. Por paradójico que parezca, quienes lideran hoy el frente social contra la reforma de las jubilaciones son los sindicatos. Hecho casi inédito en las últimas décadas, fueron las ocho centrales sindicales quienes convocaron a la huelga y las manifestaciones de este jueves 19 de enero (CFDT, CGT, FO, CFE-CGC, CFTC, Unsa, Solidaires y FSU) . La NUPES organizó una reunión el mismo día en que se presentó la reforma jubilatoria (10 de enero). Jean-Luc Mélenchon y Adrien Quatennens no estuvieron presentes. El mitin estuvo a cargo de uno de los diputados más jóvenes de LFI, François Ruffin, y pretendiente al trono que aún ocupa Mélenchon. Sin embargo, no es la izquierda quien lidera hoy el frente anti reformas y anti Macron sino el bloque sindical. 

Las persistentes especulaciones sobre la tal vez etapa final de Mélenchon al frente del movimiento que él fundó (LFI) distorsionaron aún más la señal de la izquierda. La reacción de Mélenchon a la acusación de violencia sexual contra el diputado LFI Adrien Quatennens dejó heridas profundas. Una época que el inició en 2008 cuando dejó el Partido Socialista empieza poco a poco a concluir.

Sin embargo, si la izquierda logró sobrevivir a los naufragios de las presidenciales de 2017 y 2022 y a las legislativas que le siguieron fue gracias a él. Cuando, en mayo de 2022, al cabo de las presidenciales que ganó Macron, las izquierdas estaban en las catacumbas fue Mélenchon quien inventó la NUPES (Unión Popular Ecologista y Social) y, con esa alianza, resucitó a la izquierda y la convirtió en la principal fuerza de oposición política en la Asamblea Nacional. Hay un clima de fin de reino en el seno de una izquierda demasiado ocupada en sus litigios internos como para liderar, por ahora, un movimiento social. Su destino está en juego. El agitado horizonte político es su mejor aliado. El peor es la conducta de la misma izquierda.

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