"Giremos el cielo, demos vuelta el tiempo, cantemos algo nuevo", dispara el vocalista, compositor y guitarrista Julián Desbats en Rumba en la jungla, una de las canciones más punzantes de su disco nuevo, Junglo (2022). En su reciente obra, el músico de Zárate deja atrás una trilogía de discos centrados en el amor y expande su universo a otros territorios poéticos, como una crítica a la actual industria musical y una reivindicación al deseo creativo como combustible primordial.

"Si registro una obra tiene que ser sincera. No edito lo que no siento. Tengo que mirar para atrás y saber que ese disco me representó en una época de mi vida y aún así me sigue representando", introduce Desbats, quien se presentará mañana, jueves 19/1, en La Tangente, con Maca Mona Mu. "Pero no corro detrás de nada, el único motivo es la necesidad de expresión y el deseo de hacerlo", apunta el músico, que también recorrió escenarios de todo tipo con Lxs Rusxs Hijxs de Putx.

► Welcome to the Junglo

Compuesto, ejecutado, grabado y mezclado por Desbats en el homestudio AsTraLia, Junglo es sobre todo un disco tropical, psicodélico, sensual y salvaje. Son nueve canciones de sonido agradable, variadas en ritmos y texturas, que se prestan para escuchar en calma, pero también para encender el cuerpo y el baile. No es un disco frenético ni eufórico, pero tampoco introspectivo o chill. El baile en la medida justa. "Luminoso", dirá él.

De alguna manera, el concepto del disco gira en torno al salvajismo de la jungla y a la libertad que permite el estado de naturaleza. El instinto y la intuición, tal vez, por sobre la razón y los mandatos culturales. Pero su espíritu de supervivencia, en este caso, es colectivo. Nada de sálvese quien pueda o la ley del más fuerte. Una jungla al estilo de Desbats. "Ahora parece que valés por la cantidad de reproducciones que tenés y no por la calidad artística. El arte está para embellecer el mundo, para despertar."

"Estoy en crisis con la ciudad. Soy zarateño, vengo del patio y ya llevo más de la mitad de mi vida viviendo acá", enmarca el músico. "En Fogokali son los animales los que toman la posta y dicen: 'Prender un fuego, quemar el reino, el reino de cemento'. Y Hueso fantasma habla de no perseguir lo que te imponen que hay que perseguir: el éxito, las marquesinas, ir de acá para allá. Uno tiene que encontrar su lugar en el mundo, cuál es tu deseo, qué te hace feliz, qué es lo que te gusta, la luz que te mantiene despierto", se explaya.

Entonces, "Junglo tiene esa rebeldía, por eso en este disco los animales toman el poder", continúa. "Es como que hablo a través de animales y criaturas mitológicas. De hecho, en el primer tema, Xaguar Orión, canto: 'Si me pudiese transformar yo sería Jaguar/ dorado pelaje, del viento y su silbar/ sin sexo, ni tiempo, ni moral, ni ciudad/ tan solo vagar'. Es como una rebelión a la imposición cotidiana de siempre, de las instituciones, de los valores, los gustos", explica.

-¿Y cuál es ésa la luz que te mantiene despierto y consciente?

-Hacer lo que siento y cuestionarme todo el tiempo. No quedarme en el lugar seguro, estar en movimiento, curioso, escuchando músicas nuevas. La luz es no traicionarte, estar inquieto, preguntarte todo el tiempo. Me parece fundamental eso. Es el principio del instinto animal. Si el lobo o la tigresa se quedan detenidos en el pasto, en algún momento alguien te come. Tenés que estar en movimiento y expectante; tener también momentos de reposo, obvio. Estar abierto a cosas nuevas, pero respetar también la vieja escuela. Me gusta sacar de todos lados, estar permeable; no me cierro a nada.

La permeabilidad de la que habla se refleja en la sonoridad de las canciones. La paleta sonora va desde el pop de Zentaura (con Dani Umpi) y Hueso fantasma al soul pop del tema Del splash una galaxia (con Jael Valej) y a la electrónica Fogokali (con Fermín Echeveste en trompeta). "Xaguar Orión (su tema con Santiago Moraes), por ejemplo, arranca medio selvático y termina con un free jazz, con voces con autotune", ejemplifica.

El tropicalismo y la cumbia tienen sus momentos destacados en la instrumental Tropikali y en Mariscal, con un guiño a Amar Azul incluido. "Me encanta la cumbia. Siempre tengo la imagen en mi barrio de Zárate que se escucha una cumbia de lejos. Tenemos una cultura bailable en Argentina", dice este artista que también se da el gusto de tocar rock and roll barrial con su grupo alternativo Yoni Linyero, con el que a mediados del año pasado sacó el EP Tacular.

"También hay guitarras de cumbia peruana, con influencia de Los Destellos. Hay reggaetón, elementos de trap, también hay rock y free jazz", amplía. "Yo soy bastante mutante, no me importa pertenecer a ninguna escena. Si escuchás cada disco es una mutación. Me siento a veces un poco careta para el under más descarnado, y muy crudo para el indie más cheto."

-Tu disco anterior, Verso, y éste tienen una clara intención bailable. ¿Por qué fuiste hacia ahí?

-Porque estaba en un momento luminoso de mi vida. Estaba con sensaciones de alegría, de resplandor, de romance, de liberación, de algo nuevo. Claramente Junglo es mi disco más luminoso. Porque en los otros (Culebrón, de 2017, y Verso) sobrevuela cierta incertidumbre. Y en Tarado (el primero solo, de 2015) hay una oscuridad total. Este disco es un quiebre, inicia otra etapa de mi carrera solista.

-¿Cómo se sumaron Dani Umpi, Santiago Moraes, Fermín Echeveste (Morbo y Mambo) y Jael Valej?

-Son gente que aprecio personal y musicalmente. Dani es un amigo hermoso y nos divertimos mucho. Con Santi nos reímos mucho y admiro su valentía. Me parece un aventurero, un gran compositor, me gusta la cadencia con la que compone. De Fermín, me encantaba Morbo y Mambo y toca increíble la trompeta. Y después Jael es una cantante soulera con una voz celestial. Me interesa la conexión personal, no los featurings de moda para sumar reproducciones. No me siento cómodo ahí.

-¿Y cuánto te preocupa que tu música logre más alcance? ¿O "hacer cosas" para llegar a más gente?

-En un momento sí, después me dejó de preocupar. De hecho siento que con Lxs Russs de alguna manera llegamos a eso, y no es algo que me interese. Podría cantar sandeces, pero no me da la cara... Ha venido gente a abrazarme y decirme que mi música lo acompañó en algún momento duro. ¿Qué premio mayor que ése puedo tener? Es un premio del corazón, no tiene forma material; es una botella al mar que volvió. Soy un privilegiado, hago lo que quiero y lo que deseo. Eso es un montón en un mundo de tantos mandatos y "necesidad" de pertenecer. Siempre es grato compartir la obra, porque el arte tiene que conmover. Y el amor es eso: una sinergia, un ida y vuelta.

El nuevo de Desbats funciona como una rebelión ante los mandatos tradicionales | Foto: Cecilia Salas