La húmeda noche de enero se respira en el aire. Aunque entrada la noche, las calles continúan con gran movimiento. En el centro de la ciudad, el ritmo lo marca el turismo; en los márgenes, el olor a albahaca carnavalera.

Bordeando la capital provincial por la avenida Tavella se llega a los barrios del sur y sudeste de la ciudad de Salta. Uno de ellos es Villa Lavalle, cuna y hogar de Los Guerreros Toikas, expresión de carnaval que lleva una gran cantidad de años como continuadora de otra comparsa de extensa tradición en el carnaval de la provincia.

La trastienda comparsera.

La noche en el barrio cobra vida propia. Parte del grupo ensaya sobre una cortada mientras otros, en la casa-galpón, pegan plumas, arreglan tumbadoras y sacan cuentas para llegar con la menor pérdida posible de dinero al inicio del carnaval. La situación económica no ayuda, el fomento gubernamental resulta escaso y la cantidad de integrantes, más de 200, requiere una gran organización.

Tradición carnavalera

La denominada “Comparsa de Indios” o “Comparsa” a secas, es uno de los componentes más tradicionales y distintivos del carnaval salteño, diferenciándose notoriamente de otras expresiones en el país.

Según el historiador Miguel Ángel Caseres, “una de las primeras comparsas fueron 'Los Cachis', allá por el año 1874, residentes en el Valle Calchaquí y departamento de Cachi, quienes recorrían las angostas calles del pueblo en las diferentes épocas del año y ante diferente circunstancias, como por ejemplo las fiestas de San Plebeyo y San Benito" con el objetivo de "divertir a la gente del 'bajo pueblo' ya que los sectores aristocráticos no acostumbraban a mezclarse en 'las fiestas y barrullos de la plebe'”.

Los Guerreros Toikas en acción.

La Enciclopedia Digital de la provincia de Salta (EDI-Salta), compila cuantiosa información histórica en general y del carnaval y la comparsa salteña en particular. Resalta que años más adelante “se puede encontrar a la comparsa, ‘Los Indios Chamorros’, quienes se habrían originado en el año 1902, siendo esta agrupación artística la que representó a la localidad de Rosario de la Frontera en diversas localidades de la República Argentina”.

El portal agrega: “Fueron distintas las agrupaciones que aparecieron con el correr de los años, como ‘Los Indios Pampas’, (1925), ‘Los Pieles Rojas’ (1929) del Ingenio San Isidro- Campo Santo. En 1960, hace su aparición en el carnaval capitalino una comparsa oriunda de Metán, ‘Los Cumbranos’, revolucionando la estructura de las comparsas, insertando el baile de los cajeros y a partir de allí comienzan a perfeccionar la danza cada vez más llamativa".

Otro detalle a destacar de las comparsas, a partir de 1962, es que comienzan a incrementar notablemente el número de sus integrantes, incorporando a la mujer como “comparsera” y más tarde a los niños al que llamarían ‘El Semillero’ como transmisión de un legado cultural.

Los pintorescos trajes, los grandes y coloridos gorros mayores, las tumbadoras, la caja comparsera, el silbato, la albahaca, y todos los personajes que desfilan y le dan color al desfile, hacen de esta expresión una experiencia única y singular.

Organizarse

A Octavio Armando Gómez todos lo conocen como Tavuli, sobrenombre que desde los cuatro años lleva quien hoy es el referente y cacique de Los Guerreros Toikas. Atiende un almacén y verdulería, pero su vida no podría entenderse sin la comparsa y el carnaval salteño.

Vengo de generaciones de comparseros: mi familia, mi papá, mis tíos, todos salían en la comparsa Los Toykas, donde yo ingresé a los cuatro años. En ese momento el cacique era el señor David Hoyos, del cual aprendimos muchísimo. Esa comparsa tenía más de 55 años en el carnaval. Al tiempo que falleció, nos separamos y comenzamos con Los Guerreros”, cuenta Tavuli, quien pasó a ser cacique, asumiendo gran responsabilidad sobre los más de 200 integrantes de la comparsa carnavalera.

Tavuli en plena organización carnavalera.

“Para nosotros es un gusto y de alguna manera una obligación seguir el legado. Tenemos mucha convocatoria de gente y tratamos de mantenerlos y seguir sumando integrantes a la comparsa, no solo a Los Guerreros Toikas, sino que la gente se sume a cualquier comparsa, que se vuelque al género, porque año a año se va perdiendo de a poco”.

Para lograr este objetivo, Tavuli y los más grandes se organizan con el alquiler de un galpón en el barrio, y con personas dedicadas puntualmente a cada una de las tareas que requiere la comparsa, “tenemos gente que enseña como moverse a los chicos nuevos, porque hay mucho recambio. Después somos muchos los que armamos los gorros, son más de 20 que hacemos nosotros mismos acá en el galpón”.

Pegando plumas y gorros carnaveleros. 

“No recuperamos nada con el premio que nos dan, si es que ganamos, por eso cada uno pone de su bolsillo. De esa manera nos movemos y también nos organizamos con un grupo de comparsas que nos llamamos Comparsas Unidas. Somos una asociación y a través de bingos televisados, esto va tomando color y fuerza. Es mucho el trabajo que nos lleva la comparsa, te consume mucho tiempo, dejás de lado la familia, trabajás y volvés a seguir metiéndole, somos apasionados”, resalta Tavuli para dejar bien en claro la idea errada que gira en torno a la vida licenciosa de los comparseros, una idea llena de prejuicios sin conocer de cerca la realidad cotidiana, “sin trabajo esto es imposible que salga adelante”.

De febrero a febrero

Son muchos los que dejan gran parte de su vida por sostener esta tradición, y así lo expresa el cacique Tavuli, “Yo no conozco la carpa, no conozco nada del carnaval más que los corsos, porque estamos siempre acá, el carnaval para mí es esto, y nuestra tarea es inculcárselo a los chicos”.

La comparsa, casi sin proponérselo, resulta un lugar de encuentro, unión y contención, “a veces las familias me piden que les hable a los chicos para que estudien, que si no, no van a salir en la comparsa”, comenta entre risas el cacique y agrega: “Hay padres que nos piden también que ensayemos todo el año porque esto a los chicos los mantiene ocupados y les hace bien... acá tenemos integrantes de todas las clases sociales, y eso lo hace muy interesante”.

El ensayo no solo agrupa a quienes en pocos días regarán con su color las calles salteñas, sino que sentadas en el cordón de la vereda, son muchas las familias que llevan y acompañan a sus hijos, parejas o amigos.

Semillero comparsero.

Benjamín y Yanina tienen un pequeño hijo comparsero en común que enloquece con el ritmo del carnaval, “le encanta, le gusta salir bailando. Ahora tiene ocho años pero desde los cuatro sale. Un día lo vió en youtube y le encantó”, comenta su padre. En tanto, Yanina resalta: “todo el día salta y baila en la casa con la tumbadora y quiere venir... Yo no salí nunca en comparsa, sí en caporales, pero el eligió la comparsa, así que lo traemos. Nació en febrero, es bien carnavalero”.

Silvina es otra de las madres que acompañan a sus hijos al ensayo en la noche de Villa Lavalle. “Vengo porque sale mi hijo Elías. Estoy en todos los ensayos y lo acompaño, para mi el carnaval es alegría y a él le encanta venir a la comparsa… me parece un lindo espacio y un muy buen entretenimiento para los chicos. Además es un grupo muy lindo, hay mucha organización”.

En tanto, Graciela comenta que su marido y su hija de cinco años comparten el espacio de la comparsa, “y tengo otro de 1 año y 6 meses que este va a ser el primer carnaval que va a salir, lleva en la sangre la comparsa”.

Más adelante descansa de la húmeda y agobiante noche, Tutila, como llaman a este comparsero. De lunes a viernes trabaja en la construcción, y luego del trabajo sale para la comparsa. “Primero empezó todo como un pasatiempo o una diversión de vacaciones, y bueno, de repente hace 16 años que estoy, esto se fue convirtiendo en una pasión. Cuando termina el carnaval ya estamos esperando que llegue mitad de año para comenzar a trabajar en las ideas, el espectáculo, los trajes, y más adelante empiezan los ensayos y ya otra vez se acerca febrero esperando para salir a desfilar”.

Tutila preparándose para un nuevo carnaval.

“Es hermoso ver a gente que trae a sus hijos, a sus nietos, y se transforma en una costumbre familiar… más de la mitad de mi vida la pasé en una comparsa y pienso seguir hasta lo que dé, por suerte ya están mis hijos así que hay herederos”, comenta entre risas Tutila.

Mientras esto sucede, a pocos metros el cacique Tavuli sigue en el galpón comparsero haciendo cuentas en un cuaderno que gira en una y otra dirección. Es incesante el ingreso de integrantes y familiares de Los Guerreros Toikas, que llegan, le consultan, le pagan, y él anota y responde todas las inquietudes.

“Para mi todos los años es un desafío nuevo, si no lo tomo así, esto no marcharía. En la comparsa gané mucho y perdí mucho, en la vida estamos hechos para ganar y perder, y en las veces que perdés, que te equivocás, aprendés muchísimo”, reflexiona el cacique.

La noche de Villa Lavalle cobra vida con el repiqueteo Toika, con sus comparseros, sus familias, con las tumbadoras y los grandes gorros de plumas hechos con dedicación y, sobre todo, pasión carnavalera.

La noche se va apagando, el ensayo termina. Los instrumentos se guardan tan solo por unas horas. Los Guerreros se saludan y prometen volver a encontrarse en el próximo ensayo. Febrero está cerca, se respira olor a albahaca y las bombitas de agua parecen querer volar por el aire. Los más osados zarandean harina y empuñan pintura para transmutarse y romper tabúes en la fiesta bacanal. El diablito carnavalero está llegando, comienza la fiesta popular, ya llega el carnaval.