Desde Corrientes

La Fiesta Nacional del Chamamé es un acontecimiento genuinamente popular. Atraviesa todas las generaciones y también clases sociales. Si bien las actividades se extienden por variadas localidades de Corrientes -incluso en cárceles y hogares para ancianos- y alberga un espíritu regional, el atractivo mayor ocurre durante diez jornadas en el Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola, un espacio que reúne a una veintena de artistas por día provenientes de toda la "nación chamamecera": el litoral argentino, Paraguay, el sur de Brasil -Mato Grosso y Río Grande Do Sul, precisamente- e incluso alcanza a Bolivia. La 32ª edición de este clásico encuentro chamamecero -también 18ª Fiesta del Chamamé del Mercosur y 2ª Celebración Mundial- culminó este domingo con un saldo positivo y la promesa de subir la apuesta el año que viene, cuando la bandera sea "Chamamé, un grito de identidad". Una identidad cultural que se reforzó en 2020 después de que la Unesco declarara al chamamé como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

El chamamé se vive en estos pagos con sentimiento, hermandad y un ambiente de festividad. De alguna manera, el clima subtropical de Corrientes incide en el temperamento y en el humor de la comunidad chamamecera. Las altas temperaturas alcanzan los 40 grados de sensación térmica, pero el Río Paraná es un aliciente para transitar mejor los días. El clima de celebración se refleja muy bien durante la fiesta, porque es un evento que incluye a todos. Una escena recurrente: durante cada jornada, en las gradas del anfiteatro Cocomarola se encuentran en su mayoría los adultos y las familias, con su tereré o mate y su conservadora, y los ojos clavados en los artistas. Y en la parte trasera del lugar y en los pasillos, en tanto, se desparraman los jóvenes, que van desde los 18 a los 25 años. Allí comparten, chamuyan, se encuentran y bailan con la música de fondo y sin prestar tanta atención a lo que pasa en el escenario. "Para los más jóvenes la Fiesta es la previa", dice Eduardo Sívori, director general de la Fiesta. Todos la viven a su manera y es el evento anual -junto con el Carnaval de Corrientes- en el que "hay que estar".

Bajo el lema Chamamé para un mundo nuevo, la reciente edición de la Fiesta propuso una grilla artística que cobijó a artistas de diferentes características, que se podrían sintetizar en históricos y nóveles, consagrados y emergentes, y tradicionalistas y renovadores, siempre con el chamamé como eje central y excluyente. Pero como cada año, el encuentro invita a artistas populares que no provienen del chamamé, pero que son convidados a incursionar en el género y presentar un repertorio a tono. Esta vez, algunos de estos invitados fueron el cantante Nahuel Pennisi, la joven cordobesa Zoe Gotusso -se le animó a "Esa musiquita", de Teresa Parodi- y la cantante de cumbia Karina La Princesita, todos acompañados por la Orquesta Folklórica de la provincia.

Zoe Gotusso (foto: gentileza Zulma Ruiz Cuevas)

En la noche del jueves, Karina era uno de los números más esperados. Se la notaba algo nerviosa, pero enseguida se ganó al público por su carisma y la fuerza de su voz. Sin embargo, generó un murmullo el hecho de que se notara que estaba leyendo las letras de inoxidables clásicos chamameceros en el celular, como "Merceditas", "A mi Corrientes porá", "Alma guaraní", "Kilómetro 11" y "Puerto Tirol". Pero luego prendió fuego el escenario Tránsito Cocomarola cuando entró en su zona de confort y se permitió hacer lo que mejor sabe: cantar cumbia. Allí sonaron gemas como "Mentiroso" y "Con la misma moneda".

Esa misma noche, en la que no cabía un alfiler en el Cocomarola -que alberga una capacidad de diez mil espectadores-, el concierto más relevante fue el del cantautor Mario Bofill, sin duda uno de los artistas más populares, admirados y queridos de la región. Acompañado por sus hijos en el escenario, hizo canciones como "Estudiante del interior", "Requecho", "El medio litro" y "Cantalicio vendió su acordeón", con su particular carisma, estilo y oficio de narrador. Un respeto similar ocurrió con la llegada de Las Hermanas Vera, quienes escribieron importantes páginas en la historia del chamamé correntino. "Hemos recorrido el mundo con el chamamé, pero siempre estamos felices de regresar aquí", dijeron ellas. 

En una línea más tradicionalista, fueron destacadas las actuaciones de Juan Manuel Silveyra -hizo una frenética versión de "El tero", de Montiel-Blas Marínez Riera-, Matías Galarza y la Orquesta Chamamecera, la misionera María Ofelia y Ernestito Montiel y su Cuarteto Santa Ana -que lanzó un sapucay estruendoso incluso antes de empezar a cantar clásicos de su abuelo Ernesto, como "Estancia San Blas" y "El forastero"-.

Mario Bofill (foto: gentileza Zulma Ruiz Cuevas)

En esta sintonía tradicionalista, Gente de Ley fue uno de los grupos que activó el baile chamamecero en la noche del sábado a fuerza de un ensamble comandado por el bandoneón y las guitarras. En ese momento, tuvieron protagonismo las tarimas para bailar dispuestas en ambos lados del escenario, uno de los espacios más pintorescos del festival. De alguna manera, estas tarimas disponibles para cualquier pareja del público es una forma de poner en valor la danza -indisociable del chamamé- y darle visibilidad y presencia más allá de las presentaciones coreográficas del ballet oficial. "Vienen de familia de músicos y han dado la vida por el chamamé", dijo el locutor antes de presentar a Santiago "Bocha" Sheridan, otro de los artistas más esperados por el público. Oriundo de Paso de los Libres, Sheridan es un viejo cantor que se ganó el cariño popular con sus baladas amorosas bajo el puente Pexoa.

Si de cantores populares se trata, sin dudas entran en la lista Los de Imaguaré, un grupo emblemático que lleva más de 45 años en los escenarios y atraviesa a todas las generaciones. "Nosotros somos iniciadores de todo este movimiento, entonces estar aquí es como estar en nuestra casa", le dice a Página/12 Julio Cáceres, cantante, poeta y compositor de Los de Imaguaré. "Lo importante es que esto sigue creciendo. Hemos visto esta fiesta en pañales y ahora la vemos en plena adolescencia. Es un beneplácito para toda la gente que vive en esta región donde el chamamé es una música que se escucha con mucho cariño", grafica Cáceres. "Es una gran responsabilidad para los chamameceros y creo que tenemos que estar a la altura del mundo que viene a mirarnos. Por eso tenemos que mostrar lo mejor", sostiene Cáceres sobre la declaración de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Desde otro enfoque, también tuvieron presencia en el escenario artistas más rupturistas o renovadores en sus búsquedas estéticas, como el misionero Chango Spasiuk, el guitarrista correntino Rudi Flores, la bandoneonista y compositora Milagros Caliva y el dúo misionero Los Núñez. "Toda esta nación chamamecera nace, vive y vibra de la misma manera. Después hay muchas formas de expresar tus sentimientos según tu entorno y tu crianza. Nosotros venimos de una zona con mucho monte y también hay una idiosincrasia particular, vinculada en parte con lo europeo", precisa el guitarrista Marcos "Chavo" Núñez, oriundo de Campo Viera. "Venimos del corazón de la provincia de Misiones, un lugar con mucha exuberancia y tierra colorada, y tratamos de expresar desde esa cosmovisión", completa el bandoneonista Juan "Pico" Núñez sobre esta propuesta que se caracteriza por cierta complejidad, virtuosismo y toque refinado, sin perder el espíritu popular del chamamé. "Nosotros desde gurisitos escuchamos chamamé en el taller de nuestro viejo, así que es parte de nuestra identidad y nuestra forma de ser. El chamamé es una música que tiende puentes y nos hermana".

"Corrientes es como mi casa, vengo desde los 13 años a tocar en la Fiesta", introduce la joven bandoneonista y compositora de 27 años Milagros Caliva, oriunda de Buenos Aires y nieta de músicos misioneros. "Siempre se asocia con el acordeón, pero el bandoneón y el acordeón transitaron el camino juntos desde hace muchísimos años", puntualiza Caliva, quien presentó con profundidad y sentimiento un repertorio más personal y no tan "festivalero". "Hay que ser pacientes y tratar de aportar un granito de arena. También incide el hecho de ser mujer y tocar chamamé con bandoneón. Es difícil", confiesa la artista pero admite que "la sociedad está más deconstruída". "La gente quiere escuchar lo más tradicional posible, pero es interesante hacer algo distinto, no ceder siempre y romper estructuras", sostiene y en vivo apeló a músicas de Niní Flores, por ejemplo.

 

Desde Paraguay, el joven acordeonista Vichito Echeverría fue una de las propuestas más celebradas del sábado. Después de la actuación de la cantante y compositora correntina Gicela Méndez Ribeiro, quien abrazó a la región chamamecera cantando varias canciones en portugués, Echeverría mostró de qué está hecho el chamamé paraguayo. "Me siento parte de esta tierra", dice el intérprete y compositor de 18 años, quien hace una década viene a la Fiesta. "Mi mamá y mi papá son folkloristas. Y desde chico estudié chamamé, polka y guarania", explica Echeverría. "Cuando conocí de chico el chamamé, la primera vez que vine a Corrientes, lo amé y luego lo abracé como un estilo para tocar y desarrollar. Me gusta mucho porque transmite sentimiento", precisa y cuenta que en Paraguay se toca mucho chamamé. Y sobre la nación chamamecera sostiene: "Lo que está causando el chamamé actualmente es una conexión muy fuerte entre los países. Incluso hoy se está tocando chamamé en Europa y Estados Unidos, y está creciendo y expandiendose en todo el mundo".