El estrépito político que generó la oficialización del Frente de Frentes (por ahora no hay otro nombre) la semana pasada en Rosario; parece lejos de detenerse. Desde el peronismo hasta los radicales alfonsinistas, dirigentes de centroizquierda y sobre todo, antiguos cuadros y funcionarios del socialismo que formaron parte de los “años dorados” del partido de la rosa; no ahorraron calificativos críticos a la conformación de la alianza extendida con el radicalismo y sobre todo con el Pro que representa la mayor contradicción ideológica con la fuerza que conducen hoy Mónica Fein y Guillermo Estévez Boero.

La operación disimulo -que equivale a esconder un elefante en un departamento- incluyó como era previsible, una nueva reunión con el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti. Fein volvió a sentarse con él para explorar un cable nacional para el socialismo que no los deje pegados arriba con Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o el propio Mauricio Macri. Además, la foto sirve para intentar explicar que no es ningún antiperonismo acérrimo el que los guía sino más bien la intención de ubicarse por encima de “la grieta”. Pero como dijo el diputado provincial y precandidato a gobernador del Frente de Todos, Leandro Busatto “hay sectores ‘cansados’ de la grieta que nunca dudan de qué lado de la mecha están”.

La foto con Schiaretti no aclara mucho sino más bien todo lo contrario. El socialismo desprecia al gobernador Omar Perotti al que eligió como adversario político hace mucho tiempo, y no se equivocó: Fue el que terminó arrebatándoles el poder en Santa Fe después de 12 años de hegemonía frentista en una alianza donde nada se discutía y donde se hacía lo que el socialismo decía porque era la fuerza que conducía aquel entente. Pero en rigor no hay nada más parecido a Schiaretti que el gobernador de Santa Fe. Son los dos dirigentes de mayor peso y poder dentro de lo que se denomina genéricamente como peronismo federal. Entonces, no es tan claro para el electorado por qué se embate contra uno y se intenta un acercamiento a otro.

No hay manera fáctica de que la foto del miércoles en la hermosa sede del Partido Demócrata Progresista de Rosario, pueda plasmarse tal cual en el escenario electoral que se avecina. El rango de amplitud sólo se explica por la necesidad de generar una alternativa que saque al peronismo del poder. Lo cual es legítimo pero debería tener un discurso más explícito que lo represente: Si se van a tapar la nariz para avanzar, deberían hacerlo sin vueltas. Como se extirpa un pelo encarnado, de un tirón.

Pero hay recovecos, intersticios y todo tipo de fotos de “unidad” con y sin Antonio Bonfatti, Pablo Javkin o Emilio Jatón. El principal problema para la unidad de ese frente kilométrico es no tener hoy un candidato capaz de generar una expectativa que ahuyente o maquille cualquier atisbo de contradicción insalvable. Hay solo una y es Carolina Losada, una nobel política que exhibe a cada paso su falta de formación y experiencia pero que suma en el tanteador. Por ahora no es de la partida.

La famosa unidad peronista para ganar la provincia en 2019 nunca se conversó demasiado. Todo se resumía a la existencia de un candidato ganador que era visible en la provincia y también a nivel nacional. Perotti no necesitó de fotos, cónclaves ni plenarios. Ratificó además esas condiciones al ganarle claramente a María Eugenia Bielsa primero y a Agustín Rossi después. De la misma manera, el Frente de Frentes no le daría ningún valor a las fotos o rencillas si estuviera vivo Miguel Lifschitz, se haría lo que él decidiera y bajo su jefatura la unidad llegaría -con quien sea- sobre ruedas.

Es mucho más fácil el surgimiento de una novedad electoral que el de un jefe político. No todos los que tienen votos conducen, pero los conductores aunque pierdan inciden de manera gravitante en cualquier armado político.

Perotti no tiene reelección pero por más que muchos piensen en el fracaso en seguridad de su gestión; igual sería muy difícil encontrar enfrente un candidato que le gane. Por eso hoy todo el peronismo espera a ver qué hará el jefe de la Casa Gris. Salvo los que ya tienen clara su estrategia que se resume para el peronismo en 2023 en “con Perotti o contra Perotti”. No hay grises posibles a la vista.

En el socialismo no sólo está el sector interno de Bases que conduce Eduardo Di Pollina y que reúne a varios cuadros alejados de la conducción oficial del PS. Este sector enfrentó a la conducción en una interna cerrada hace dos años y perdió. Pero no todos son iguales dentro del socialismo oficial: El Lifschitzmo pervive a través de Clara García, Mónica Fein, Estevéz Boero y Joaquín Blanco, entre muchos otros. Pero el Bonfattismo no termina de salir de escena con el propio exgobernador a la cabeza y su exministro y hombre de confianza Rubén Galassi, entre otros. Los viejos enconos sólo están asordinados, pero una pequeña chispa puede volver a ponerlos en escena.

Lo mismo pasa en la relación con el intendente Pablo Javkin. Fein declaró hace poco que el socialismo no se siente “representado en el gobierno municipal”. Acá tampoco hay que olvidar la historia reciente, cuando por dos puntos Javkin le arrebató la intendencia al socialismo en el mismo momento que Perotti hacía lo propio en la provincia. En el llano, Javkin pedía reglamentar el Frente Progresista para una mejor distribución del poder. Comprobó más temprano que tarde que el poder no se reglamenta, se arrebata.

Hay que apuntar que el socialismo es el más expuesto por su raíz ideológica y porque recién empieza su metamorfosis política a partir de las demandas de una sociedad que está muy lejos de ser la de 1983, la de 2003 y mucho más acá incluso. Sólo la política de aspiraciones testimoniales es la que puede esquivar enfrentarse a contradicciones. Se trata de supervivencia, no sólo de los cargos, sino del empuje de creer que se pueden cambiar las cosas desde adentro. 

Se trata también de matemáticas. El Pro de Santa Fe no quiere al socialismo en el Frente de Frentes no sólo por razones ideológicas, sino más bien porque ocuparán lugares que les restarán a ellos. El macrismo nunca hizo pie en la provincia, sí con las elecciones nacionales y el propio Macri. Bullrich es un rolling stone cada vez que pisa territorio santafesino, pero ningún dirigente local se aproxima a eso. El único fue Miguel del Sel y se quedó en el camino.