"¿Es esto poco profesional?" Naomi Ackie hace una línea recta hacia el vino. ¿Pero no necesitaría alguien una copa si todos estuvieran por verla interpretar a Whitney Houston? Ackie ya lleva unos años siendo famosa, una actriz británica conocida por interpretar a una guerrera de la resistencia en Star Wars: El ascenso de Skywalker, luego como la esposa de Lena Waithe en Moments in Love, spinoff de Master of None. Hoy, de todos modos, aparece en todos las carteles callejeros: "Lo siento", guiña un ojo, sirviéndose una copa de vino rosado. Ackie acostumbraba rezar para que un día su rostro y su nombre aparecieran en un poster de película. Pero ahora, con su teléfono inundado de textos de amigos y familiares por los anuncios de Quiero bailar con alguien que dicen "Naomi Ackie es Whitney Houston", lo está pensando de nuevo. "Es asombroso, pero también realmente embarazoso..." La película llegará a la Argentina el próximo 9 de febrero.

Ackie no es una estrella reticente, sino una práctica. En el encuentro en un hotel londinense en medio de una agotadora semana de prensa, el público y los críticos aún no vieron la película, lo que significa que la recepción es aún abstracta, como un iceberg con el que Ackie aún puede chocar o rodearlo con seguridad. Intenta no sentirse sobrepasada. "La realidad del cine es que es realmente intenso", dice. "Tenés que andarte con cuidado. Solo quiero disfrutarlo." Pero también está por volverse muy famosa interpretando a alguien que... "¿tuvo una relación complicada con la fama?", completa la frase Ackie, consciente de la paradoja.

"Sé que al hacer a Whitney me estoy poniendo en la línea de fuego", dice. "Y estoy más al tanto de en lo que me estoy metiendo porque tengo 31 años, y ella tenía 19 cuando entró en la industria." Aún así, se siente ansiosa. "Amo estar frente a la cámara y contar historias, pero la fama me resulta extraña. Puedo ver a mi vida cambiando. ¡Y me gusta mi vida!" Dice estar preocupada de perder su privacidad. Perder a "Nay", como le dicen sus seres queridos. "¡Es un momento extraño, amigo!"

Ackie tiene el cabello tirante hacia atrás, lo que destaca su fantástico rostro. En un segundo es delicado y sereno, como el de una supermodelo. Al siguiente luce lleno de carácter, críptico y travieso, realzado por su gran sonrisa. Es muy londinense, lo que hace aún más impresionante su transformación en Houston.

Quiero bailar con alguien es una biopic muy tradicional, que recorre la vida de Houston como una página de Wikipedia. "Whitney, ¿alguna vez pensaste en actuar?", le pregunta su manager Clive Davis (Stanley Tucci). "Porque me acaban de mandar un guión de algo llamado El guardaespaldas." Esa clase de cosas. Ackie, de todos modos, navega los elementos más torpes con mucha magia. No, no luce como Houston -¿acaso alguien podría?-, pero da en el clavo con sus modales más distintivos. La manera de pisar el escenario. El temblor de sus labios al cantar. La caótica enunciación de cada sílaba en las entrevistas. Pero es más que mimetismo. Ackie captura el espíritu de Houston, su melancolía, su trágica sensación de indestructibilidad.

Le señalo que no envidio a los realizadores, que intentaron hacer una película tan animada como se pudiera dentro de lo realista. Hay vestuarios coloridos, números musicales y recreaciones de videos, con Ackie haciendo playback sobre la voz de Houston. El director Kasi Lemmons elige no explayarse demasiado sobre los peores años de la adicción de Houston, o los escándalos más sensacionalistas. Su célebre declaración de 2002 de "El crack es berreta", por ejemplo, no aparece. Pero no se puede evitar el hecho de que la historia de Houston es devastadora, y siguió siéndolo después de su muerte por ahogamiento accidental en una bañera en 2012 (a causa de una enfermedad cardíaca y el uso de cocaína). Su única hija, Bobbi Kristina, murió en circunstancias similares en 2015, a los 22 años. 

La película intenta terminar en una nota triunfante, volviendo a un momento de su vida en el que tenía el mundo a sus pies, pero aún así deja una sensación más triste que extática. Ackie lo entiende. "Nos gusta lo binario de lo bueno y lo malo", dice. "Pero creo que una puede ser muchas cosas al mismo tiempo. Cuando pienso en Whitney, sí, obviamente están las drogas y su enfermedad de adicción. Pero en comparación con lo mucho que nos dio musicalmente, y especialmente si formás parte de una minoría -sea por tu sexualidad o por el color de tu piel-, nos dio un acceso enorme. Los sacrificios que hizo permitieron que gente como yo pueda interpretarla. Sin Whitney, o tantas otras pioneras de ese momento, hoy ni siquiera hablaríamos de diversidad. Para mí eso supera cualquier otra parte de su vida."

Ackie cree que Houston sabía quién era, a pesar de que el mundo proyectaba varias narrativas sobre ella a través de su existencia como celebridad. "El público intentó siempre decirle quién debía ser", dice. "Un día era la princesa pop, al siguiente la adicta a las drogas, erradicando todas las cosas que habían sucedido antes." Se estremece. "Es absolutamente aterrador pensar que tu vida pueda convertirse en un punto de conversación entre personas que no tienen idea de quién sos. Eso es lo que más me asusta de la fama."

Ackie ha tenido mucho tiempo para pensar en hacerse famoso, sobre todo por algunos comienzos en falso. Se graduó de la escuela de actuación en 2014, y fue elegida para el thriller de época Lady Macbeth, de William Oldroyd, un año después. Fue un éxito del cine de autor en su estreno en 2017, con Florence Pugh -en su segunda película- interpretando a una mujer-trofeo del siglo XIX que conspira para asesinar a su esposo mucho mayor. Ackie interpreta a una criada que queda atrapada en su red, y hace un trabajo maravilloso. Ganó el premio a la nueva actriz más prometedora en los British Independent Film Awards, y fue nombrada como una de las Estrellas del Mañana por Screen International.

"Pero después no apareció nada", recuerda Ackie. "La gente no estaba buscando actrices negras del modo que lo hace ahora, y actuar es caro. Todavía vivía en la casa familiar, y no tenía dinero." Estuvo muy cerca de abandonar. "Estaba harta de esperar."

Su frustración fue aún más aguda porque Lady Macbeth fue una gran vidriera para su coprotagonista. Tras el estreno, Florence Pugh se convirtió en, bueno, Florence Pugh. "Creo que era muy inocente", continúa Ackie. "Creo que no todavía no era mi momento. Pero también creo que es mucho más fácil -o lo era en su momento- en el mercado..." Hace una pausa. "Había más trabajo, y aún los hay, para mujeres blancas. Especialmente aquellas tan talentosas como Florence. Hay un montón de actrices de color, y actores de color en particular, que quedaron al costado del camino por la falta de material. O la falta de directores y responsables de casting audaces. Creo que estamos mejorando, pero en ese momento..." Suspira. "No estaban interesados."

Dice que sabe que al cabo todo salió bien, y apunta con orgullo al éxito de Florence, pero recuerda que se lo tomó personalmente. "Le dije a mi papá que no podía mejorar si no conseguía trabajo. Y ellos querían que fuera buena para conseguir trabajo. ¿Qué podía hacer?"

Dice que Star Wars le proveyó un acceso a una industria del cine de la que terminó cansándose. También la envió a Estados Unidos, y a un equipo de agentes que la llevó a las puertas de Whitney. Suceda lo que suceda con la película, es una importante piedra de toque. Ya ha filmado protagónicos para Pussy Island -un thriller dirigido por Zoë Kravitz junto a Channing Tatum- y Mickey 17, la nueva película de Bong Joon-ho (Parásitos), junto a Robert Pattinson, que recién se estrenará en 2024.

Algunas cosas de Whitney permanecerán. "Ahora todo me resulta más sencillo", dice Ackie. "Encontré mi voz. Ya no me asusta pedir cosas. Eso es lo que me enseñó la película: necesitás decir lo que necesitás." Hoy, por ejemplo, tiene que cortar. Terminamos la copa de vino rosado justo cuando viene a buscarla el equipo de Whitney. Habrá más prensa en las semanas por venir. Más escrutinio. "Deseame suerte", pide, poniéndose el abrigo. "Rezá porque no me tiren a la arena de los leones."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.