“--¿El ítem aula es estímulo positivo?

--Sí, llamémoslo ítem aula, presentismo, continuidad pedagógica, como sea. Es un premio al que va, no un castigo al que falta, porque al docente que falta no se le descuenta.” (Entrevista a Alejandro Finocchiaro; Clarín, 22/07/2017)

O al nuevo ministro de Educación le explicaron muy mal. O él lo está explicando mal a todo el país. Pero va llegando el momento que, desde Mendoza, comencemos a hablarle a toda la Nación de qué es el ítem aula, qué busca y cuáles son sus logros.

El Ítem Aula es una parte de nuestro salario que, por su relación con otros ítems, representa un posible descuento de $1.200 en un salario de $12.500 (maestra con diez años de antigüedad). Se pierde cuando uno/a falta más de tres días en un mes, por causa justificada en nuestro régimen de licencias. Por ejemplo, si una docente tiene neumonía, y su médico le diagnostica reposo por cinco días, ella ahora enfrenta el siguiente dilema: o va a trabajar enferma o, además de estar enferma, va a ganar menos y gastar más, empeorando su situación. Es decir, con el Ítem Aula se decidió, al revés de lo que explicó el nuevo ministro, castigar a quien se enferma.

Por supuesto, el Ítem Aula tiene algunas excepciones “nobles” (sí, es irónico), para hacerlo menos escandaloso: no lo pierde quien tenga una enfermedad terminal o accidente laboral reconocido por la A.R.T. (que generalmente empieza por no reconocer casi ninguna enfermedad laboral, forzando la de denuncia a la S.R.T., mientras se pierde el Ítem Aula). Tampoco lo pierde la docente en licencia por maternidad o por violencia de género. Pero sí lo pierde la docente embarazada por cualquier enfermedad durante el embarazo que la haga faltar más de tres días. Todas “excepciones” que se establecieron en un nuevo decreto meses después[i]. En el medio, hubo docentes con cáncer y otras enfermedades, que vieron reducidos sus salarios. Una proeza de humanidad. Y todo un estímulo.

En cambio, no lo cobra quien tenga algún hijo al que tenga que cuidar, si se encuentra enfermo; quién haya enviudado; quien se haya accidentado o quien adquiera cualquier enfermedad que suponga más de tres días, desde las más comunes hasta las más extrañas. Tampoco lo cobraron, de marzo a julio del 2016 las/os docentes en “cambio de funciones” (aquellos que por tener una patología irreversible no se encuentran frente a alumnos y cumplen otras tareas fundamentales en las escuelas), por no considerarlos “parte del hecho educativo”. Toda una declaración de principios: quienes ya estaban imposibilitadas/os de dar clases por haberse enfermado a causa de lo que vivimos en las escuelas (cuerdas vocales, psiquiatría, etc.), pasaban a ser docentes de segunda. Hubo docentes discapacitados que durante meses no lo cobraron. Finalmente, con acción judicial de por medio, el gobierno los incluyó.

En Mendoza, en particular, la imposición del Ítem Aula fue por decreto, en la provincia que lleva dos años con los peores ¿aumentos? salariales del país, con paritarias cerradas. Es decir, que no soló castiga al que se enferma sino que es parte de un ajuste brutal.

Por supuesto, constituyó un sutil y escabroso instrumento político para correr el eje de discusión. Con el Ítem Aula culminó una campaña de desprestigio sobre la escuela pública y los docentes. Ya no se discute el sistema educativo ni las causas de su crisis. Menos se discuten las políticas educativas que lo llevaron a esta situación. Ahora, lo que se discute, es a los docentes, en un todo coincidente con los diagnósticos de las grandes usinas ideológicas que nos responsabilizan de todos los problemas del sistema educativo.

En la actualidad, mes a mes, la Dirección General de Escuelas de Mendoza, publica (y los medios reproducen), las estadísticas que demuestran que, gracias al Ítem Aula, el presentismo mejoró, con porcentajes que oscilan entre el 30 por ciento y el 40 por ciento. A menudo, los periodistas nos preguntan si esto no demuestra irrefutablemente su eficacia. Es tan prueba de eficacia como lo sería comparar el presentismo entre trabajadores de un taller textil esclavo y uno donde no estén presos.

Lo que nunca van a poder demostrar, estadísticamente, es que algo de todo esto haya servido para mejorar la “calidad educativa”. Que es, en definitiva, el parámetro con el que se debería “medir” una política educativa. Tampoco hay estadísticas sobre el impacto en la salud pública que provoca un mecanismo de coerción de este tipo, generando situaciones que podrán repercutir en los alumnos.

Finalmente, el gobierno de Mendoza, prefirió no abordar las causas profundas que generaron el deterioro de la salud docente: salarios miserables que condenan al doble turno frente a alumnos/as, más el trabajo invisible que continúa en nuestras casas; los profesores taxis; la enorme tensión psicológica en las escuelas, producto de la violencia, los emergentes sociales; la precarización; la inestabilidad laboral; etc.

Esto es el Ítem Aula. Lo que el ministro de Educación dejó en claro, como pasó con el reciente intento de imponer algo similar en Buenos Aires, es que Mendoza no va a ser la excepción. Somos el laboratorio en el que cada docente del país puede mirar su futuro cada vez más cercano. Dependerá de nosotros/as que no sea así.

 

* Secretario General del S.U.T.E.-Mendoza

 

[i] Decreto 228/16 y Ley 8.899/16. Ambos, provinciales.