Incesto y parricidio son dos formas de situar la imposibilidad del goce. Si alguien se acuesta con su madre quiere decir que no era su madre. Si se mata al padre, no era su padre. La prohibición de lo imposible intenta situar un freno a esa búsqueda que podría tornarse irrefrenable. Por eso se dice que la prohibición del incesto marca el pasaje de la naturaleza a la cultura. Cuando Lacan leyendo a Marx inventa el plus de gozar, plantea que para que éste se produzca es necesario que el sujeto renuncie al goce como absoluto. Sin renuncia a ese goce no hay entrada en discurso ni producción de otras formas de gozar, parciales. Se trata de renunciar a un goce imposible de realizar pero que por más imposible que sea se puede consumir la vida de más de cuatro desesperados por alcanzarlo. Soportar ese vacío que conlleva todo discurso es condición para entrar en él y posicionarse como sujeto. Soportar esa imposibilidad abre la vía a nuevos goces realizables.

Cuando Lacan trabaja el fantasma sadiano evita caer en el lugar común de acusar al sádico de utilizar al semejante como objeto para poner el acento en la voluntad de goce. Ese empuje al goce puede articularse entre dos o más. Tato Pavlovsky en "El señor Galíndez" lo escenificaba en el diálogo telefónico entre el torturador y su jefe. La voz del superyó ordena continuar, pudiendo estar dicha voz encarnada en alguien y/o ser la voz de la conciencia. Los canallas ejercen su sadismo creyendo que no arriesgan el pellejo, ya sea que, como los pseudoperiodistas marionetas, se alquilan por migajas al más fuerte, o, como en el caso de los rugbiers asesinos, se creen impunes. Intentan siempre hacerles pagar el precio al otro, al que más que como objeto, lo utilizan de depósito de todas sus miserias. Los canallas son irresponsables en el sentido más profundo del término porque nunca se hacen cargo de los efectos de lo que hacen y dicen. Que el peso de la ley caiga sobre ellos es una oportunidad para que tal vez algo de su posición se conmueva y/o al menos ponerle algún límite a su accionar.

Ahora bien, cuando una parte importante del poder judicial ha descendido a esta posición la convivencia democrática se halla seriamente en peligro.

Cuando Lacan sitúa a la ignorancia, junto al amor y al odio, como pasión del ser, pone el acento en la posición del sujeto que no quiere saber. No se trata de que le falte información sino de una posición de rechazo al saber.

El bombardeo mediático que realizan las corporaciones, más que engañar, lo que hacen es intensificar la ignorancia de quienes no quieren saber. La proliferación de mentiras (fakenews) claramente alimenta el desaliento de aquel al que se le ha despertado la curiosidad.

Cuando Masotta analiza la obra de Roberto Arlt habla de los humillados. Son quienes han optado por la certidumbre de la derrota antes que por la incertidumbre de la victoria. Han renunciado a dar batalla, a la política por cualquier medio.

Masotta decía que el lumpenproletariado era el horroroso espejo interior de la clase media. Y que como ésta se halla más próxima al lumpen que al capitalista su cercanía física le causa horror. Así es que el humillado, antes que resistirse a quien lo explota, prefiere patear en el suelo al indefenso, prender fuego al que duerme en la calle. Es un humillado porque ha elegido abandonar la lucha.

Agrega que Arlt sabía que no hay vínculo más estrecho que el del humillado con el humillador, la víctima con el victimario.

En cambio, la relación entre humillados es precaria, incierta, llena de repulsión. La misma que en el fondo experimentan por sí mismos. "Hasta que finalmente esta atmósfera se resquebraja por la aparición del sentimiento adecuado a toda comunidad entre humillados: el odio." Pero como han elegido la vía del individuo (la libertaria, diríamos hoy) y no la colectiva están condenados a la certidumbre de la derrota. Serán siempre aquello para lo que fueron designados, nacidos para perder, aunque a algunos se los puedan ver engalanados con las insignias de los ganadores.

Freud plantea al canibalismo como la primera práctica del humano. En relación a la primera identificación al padre se plantea la oposición entre canibalismo e incorporación del símbolo. Patear al caído es una práctica canibalística que se opone a la incorporación simbólica. Devorarse al otro es volverse culpable y buscar castigo. Dostoievski lo escenifica muy bien en “Crimen y castigo”. Los asesinos de Fernando Báez explicitaron su canibalismo yendo a comer hamburguesas luego del asesinato. Una parte de la sociedad continúa en esa lógica complaciéndose imaginariamente (por ahora) en las aberraciones que podrían sufrir los asesinos, ahora caídos, en su estadía carcelaria. No les alcanza con la condena, quieren más. No creo que haya mucho que festejar con una condena judicial. Ahora empezará seguramente el tiempo del duelo para los cercanos a Fernando. Hacer el duelo implica renunciar a la venganza canibalística.

Alejandro del Carril es psicoanalista. Autor del libro “Psicoanálisis en la locura de la razón capitalista” (Ed. Planeta).