¿Qué tienen en común Guillermo del Toro, George Miller, el oscarizado Bong Joon-ho, Pedro Almodóvar y Apichatpong Weerasethakul? ¿Y ellos con Wes Anderson, Jim Jarmusch y los hermanos Joel y Ethan Coen? Podría responderse, y con razón, el oficio: todos son directores bañados en las aguas del prestigio, de esos que acumulan premios y reconocimiento internacional. Pero hay otro punto de contacto que aparece cuando se hurga en los elencos de una o varias de sus películas. Un punto llamado Tilda Swinton. Nacida en 1960 en Londres, la actriz ha hecho de la diversidad un norte artístico innegociable, al punto de que en último par de años pasó de Memoria, un proyecto timoneado por el ganador de la Palma de Oro por El hombre que podía recordar sus vidas pasadas, a ponerle la voz a uno de los personajes de la relectura de Pinocho propuesta por el hombre detrás de El laberinto del fauno y La forma del agua, no sin antes colaborar con el director manchego en el cortometraje La voz humana.

“Creo me enamoro de los cineastas y quiero embarcarme en una aventura con ellos”, dice ante Página/12 durante una entrevista realizada en el Festival Internacional de Cine de Marrakech, adonde la actriz viajó desde Sidney –“perdón, pero el jet lag me está haciendo efecto”, se excusará cuando pierda el hilo de la conversación– para recibir un homenaje a su trayectoria y presentar una de las películas que protagonizó durante la temporada 2022. Una película vinculada a su historia personal por motivos varios. Empezando porque la directora no es otra que Joanna Hogg, con quien Swinton trabó una amistad que perdura desde que compartieron pupitre en el colegio primario, cuando tenían once años. Y siguiendo por el hecho de que, durante los poco más de 90 minutos de The Eternal Daughter, la ganadora del Oscar a Mejor Actriz de Reparto por su trabajo en Michael Clayton y su amiga materializaron en pantalla una buena cantidad de recuerdos de sus madres, tal como contarán durante la charla conjunta.

Y es que sobre madres e hijas versa esa nueva colaboración entre las amigas. Estrenada en el Festival de Venecia, The Eternal Daughter –que se exhibió fuera de competencia en el evento marroquí– se presenta como una secuela no oficial de The Souvenir, y The Souvenir Part II, en cuyas dos partes Tilda era Rosalind, madre de la veinteañera Julie (rol a cargo de Honor Swinton Byrne, su hija en la vida real). La acción aquí transcurre unos treinta años después que aquéllas, y encuentra a Julie convertida en una mujer de 50 años y a su madre, en una anciana que bordea los 80. Ambas tienen el mismo rostro, la misma voz, el mismo cuerpo largo y andrógino de la británica, que de esta manera se suma a la nómina de actores que han interpretado a dos personajes en una película. Con ella en pantalla durante casi todo el metraje, la acción comienza con las mujeres llegando al lujoso hotel que funciona en un caserón que supo pertenecer a la familia. Son espacios cargados de recuerdos que le imprimen al film un aire de terror gótico, al tiempo que generan el recrudecimiento de la guerra psicológica que llevan adelante las Swinton.

-The Eternal Daughter se filmó en secreto durante la pandemia. ¿Ese contexto colaboró para crear la atmosfera fantasmagórica?

-Joanna Hogg: En realidad, no fue un secreto, solo que las comunicaciones en ese momento fueron distintas por la situación sanitaria, así que de alguna manera salió eso de que era "secreto". Sí buscábamos que no se supiera nada sobre la historia ni sobre ningún aspecto. Respecto a la atmósfera, eso ya estaba desde el principio, aunque creo que el hecho de que todos nos sintiéramos perdidos y apenados llevó esa cuestión mucho más allá. Todos estábamos aislados, hacíamos los preparativos desde nuestras casas… se sentía mucho más distante. Así que sí, había una tristeza en el aire que creo que se nota en la película.

-¿Cómo fue el proceso creativo?

-Tilda Swinton:

Cuando empezamos a hablar, aparecieron un montón de recuerdos. Originalmente iba a interpretar solo a Julie e íbamos a buscar a alguien más para hacer de su madre. Pero estábamos tan enamoradas de Rosalind, que llegó un momento loco en que me dije: “Bueno, ¿por qué no hago a las dos?”. Eso nos dio la oportunidad de adentrarnos en nuestra fascinación por la relación entre madres de la edad de nuestras madres e hijas de nuestra edad, que es sustancialmente diferente a la de las madres de mi edad y las hijas adolescentes. Esa brecha entre las mujeres nacidas durante la Segunda Guerra Mundial y las nacidas en los años ’60 nos parecía un terreno muy interesante para recorrer.

-¿Dónde radica esa diferencia?

-J. H:

Creo que la comunicación, en muchos sentidos, hoy es más sencilla. Indagamos mucho en los recuerdos, y siempre teníamos que comparar cómo eran Rosalind y Julie en términos psicólogos, además de cómo se vinculaban los jóvenes en la época en que nosotras éramos adolescentes. Eran relaciones entre madres e hijas basadas en silencios que generaban mucha tensión.

-T.S: Hay un momento clave en la película, que es cuando Julie le dice que es una persona misteriosa. Me conmueve porque creo que nosotras, y muchas personas de nuestra edad, se sintieron así con sus madres, que además se mantenían bastante alejadas. Si ellas estuvieran sentadas aquí, seguramente dirían que pensaban que era su trabajo, que estaban destinadas a desempeñar el rol de madre. No hay que olvidar que por lo general eran bastantes jóvenes y no necesariamente sabían lo que estaban haciendo. Por eso trataban a los hijos con mucha distancia. Yo me siento mucho más relajada siendo transparente para que mis hijos sepan quién soy. Difícilmente en el futuro puedan decir que era una persona misteriosa.

-J. H: Muchas veces discutimos las diferencias y similitudes entre nuestras madres. Hubo muchas conversaciones que pudimos tener porque nos conocemos desde hace mucho tiempo y sabemos casi todo la una de la otra. No fue la relación habitual entre una directora y una actriz que trabajan juntas. Fue un ritmo muy diferente, poco adecuado para los fanáticos del control. Nosotras no sabíamos qué iba a pasar, lo íbamos descubriendo a medida que avanzábamos.

-Julie y Rosalind son distintas incluso en sus maneras de abrir la boca. ¿Cómo fue el trabajo para esa composición doble?

-T.S:

Fue muy particular. No me gusta mucho hablar ni pensar acerca de la actuación, pero acá creo que fue la experiencia más cercana a algo que jamás pensé que podría hacer, que era mostrarme "sin caparazón", por decirlo de alguna manera. Nunca se sintió como una performance; fue más bien sentirme como ellas en esa situación. En este caso, son personas -me gusta más pensarlas así antes que como personajes- que conocemos muy bien, porque Rosalind está basada en nuestras madres, aunque también tiene cosas particulares que fuimos construyendo en

The Souvenir

. Julie también es muy cercana porque tiene nuestra edad y comparte nuestras preocupaciones. No era necesario intensificar nada porque todo nos resultaba familiar, solo era cuestión de hundirnos en esa dinámica solitaria entre madre e hija. Me arriesgaría a pensar que todos pueden encarnar a sus padres, dependiendo de qué tan lejos quieran llegar.

The Eternal Daughter
Fue la experiencia más cercana a algo que jamás pensé que podría hacer, que era mostrarme "sin caparazón", por decirlo de alguna manera.

-¿Por qué piensa eso?

-T.S: Porque conocemos el ritmo, la energía y la manera de hablar y de pensar de ellos. En el caso de Rosalind, por ejemplo, era una cuestión de “descargar” todo ese material, todas esas observaciones, y tratar de complementarlas con los matices que queríamos darle. Dado que estábamos lidiando con cosas relacionadas con nuestras madres, tratamos de que todo fuera de la manera más sencilla.

-J.H: Otro aspecto importante es que tomamos la decisión de que Rosalind y Julie tuvieran la misma voz. Siempre me confunden con mi madre cuando atiendo el teléfono.

-T.S: Así es. Al principio yo quería usar voces distintas, pero Joanna fue muy clara respecto a eso. Además, como la mayoría de los diálogos fueron improvisados, la elección de palabras resultaba fundamental: Julie jamás usaría las mismas Rosalind, por ejemplo. Aunque la voz fuera la misma, era como si estuvieran cantando canciones diferentes. Pero lo que más me sorprende cada vez que veo la película es que los ojos de Julie son mucho más claros que los de Rosalind cuando yo no usé lentes de contacto ni hubo una iluminación distinta. No sé qué magia es, pero es extraña.

-En un momento de la película se dice que “las habitaciones guardan historias”. ¿Hubo algún ambiente particular que generara esa idea?

-J.H: Bueno, supongo que esa línea salió de Tilda, porque todos los diálogos son improvisados. Las habitaciones han sido muy importantes en mi vida. Recuerdo con mucho cariño todos los lugares donde viví, especialmente la casa donde crecí. Hay algo mágico en las habitaciones y en todos los secretos que guardan. Me siento inspirada por eso, incluso cuando sean secretos o recuerdos dolorosos. Muchas veces tengo conversaciones con alguien, y las recuerdo por el lugar donde sucedieron. Los puntos de partida de mis películas suelen ser los lugares que me interesan. Pero en el caso de esta película fue distinto, porque durante la pandemia era todo muy difícil y terminé encontrando la casa buscando mansiones en Google. Es un lugar increíble en Gales que fui a visitar con el diseñador de producción. Ahí se abrió definitivamente este mundo.

-Jim Jarmusch dio una charla abierta en este festival en la que dijo que no había necesidad de marcarle nada a Tilda, porque “dos días antes del rodaje ella ya sabe cómo tiene que hacer todo”. ¿Cómo encarna los distintos papeles que interpreta?

-T.S: Hace treinta años que trabajo, pero creo que todavía no tengo una buena respuesta. Sí puedo decir todo comienza con la relación, con la conversación con el director o directora, después sigue con la fascinación conjunta por el material y, más tarde, lo que podría hacer yo con ese material. Pero si estoy fascinada por la conversación y el proyecto, no me preocupo demasiado y acepto. Estoy pensando en Bong Joon-ho, a quien conocí cuando él estaba de jurado en Cannes y yo presentando una película. Dijo que quería conocerme, desayunamos y me contó que estaba preparando Snowpiercer. Le dije que me encantaría estar y respondió que a él también le encantaría, pero que no había ningún personaje que pudiera hacer. Quedamos en hablar para un próximo proyecto, pero un par de semanas después me llamó y me dijo: “Solo para encontrar la manera de que puedas estar, en el guion hay un personaje descripto como un hombre de traje y buenos modales. ¿Te interesa?”.

-Y a usted le interesó…

-T.S:

Totalmente. Si viene Wes Anderson y me dice que tiene para mí el papel de una señora de 90 años, yo respondo: “Claro, ¿por qué no?”. Lo mismo me pasó con Luca Guadagnino y la idea de hacer de un psiquiatra varón de 80 años en

Suspiria

. Volviendo a la pregunta, creo que me enamoro del cineasta y quiero embarcarme en una aventura con ellos. Así me preparo.