El terremoto en Turquía y Siria dejó al descubierto el doble rasero con que Estados Unidos y Europa atienden las necesidades humanitarias de los dos países. El primero y mayor damnificado – sus muertos llegaban este domingo a casi 30 mil – recibe auxilios sin restricciones. Su vecino, que a la plaga del sismo le agrega una guerra civil interminable de doce años y sanciones draconianas como la llamada Ley del César que aprobó Donald Trump antes de dejar el gobierno, es asistido bajo ciertas condiciones y solo porque aumentó la presión internacional. Sus víctimas fatales superaban el último fin de semana las 3.574 según cifras oficiales.

La tragedia ocurrida el 6 de febrero habría dejado a 5,3 millones de personas sin hogar, solo en territorio sirio, según ACNUR. Martin Griffiths, el coordinador para la ayuda de Naciones Unidas, calificó lo que pasó como “el peor acontecimiento ocurrido en la región en el último siglo”. La ONU ya teme que los fallecidos lleguen a 50 mil y en ese contexto desolado, hubo funcionarios de EE.UU. que justificaron por qué no se asistía al estado árabe. Ned Price, vocero del Departamento de Estado, declaró a pocas horas de producidos los temblores de 7,8 puntos en la escala Richter que era “contraproducente” colaborar con “un régimen que ha brutalizado a la población”.

Ayuda de vecinos

Mientras el gobierno de Recep Tayip Erdogan recibía una rápida asistencia de sus aliados, el presidente Bashar al-Assad, se quejó de lo contrario: “La situación humanitaria no existe en Occidente y, por lo tanto, la politización de lo que pasa en Siria es un asunto natural para ellos”. El diario de ese país Al Watan mostró en portada cómo el jefe de Estado visitó a las víctimas del terremoto en Alepo y Lattakia, dos ciudades del noroeste sirio, junto a su esposa Asma que nació en Inglaterra. “No trato con las personas a través de mensajes, sino a través de una relación directa. Esta es la naturaleza de mi relación con el pueblo sirio” declaró.

Al Assad gobierna desde julio de 2000 tras la muerte de su padre, Háfez al- Assad, quien conducía el país desde 1971. Se mantiene en el poder gracias al decisivo apoyo de Rusia en la guerra interna que libra hace once años contra distintas fuerzas, el Estado Islámico y los kurdos, entre otros. Moscú también asiste a las víctimas del terremoto en Siria con equipos de rescate, como lo empezó a hacer la mayoría de los países árabes, incluso aquellos que son aliados estratégicos de EE.UU como Arabia Saudita, Pakistán y los emiratos del Golpe Pérsico, además de Líbano y Argelia.

Para Washington, que de Trump a Joe Biden no modificó un ápice su política exterior hacia Siria, Al Assad sigue alcanzado por la Ley César – igual que varias decenas de funcionarios de su entorno- una política de sanciones que afecta antes a la población que a su gobierno. Hay 2.600 medidas vigentes que Estados Unidos y sus aliados europeos tomaron contra Damasco. Y aunque la Casa Blanca anunció que el bloqueo aflojaría por 180 días para permitir la ayuda humanitaria, Siria lo considera un montaje.

“La decisión tomada por el Departamento del Tesoro es una copia de otras decisiones anteriores que solo buscan dar un falsa impresión humanitaria al estipular supuestas exenciones con fines humanitarios, pero los hechos sobre el terreno comprueban lo contrario”, informó la cancillería siria en una declaración. País castigado por la guerra y ahora un terremoto, además sufre una ocupación. EE.UU mantiene bases militares en su territorio con el declamado argumento de apoyar a grupos kurdos que luchan contra ISIS y Al Assad en la región.

Doble rasero

La ayuda de las ONGS de Estados Unidos y la ONU ingresó por el sur de Turquía a través del paso fronterizo de Bab al Hawa. Recién entró el jueves 9, tres días después del sismo. Según Efe esa asistencia la recibió la oposición de Al Assad. Otros medios occidentales mencionaron que Siria podría zafar de todo el peso de Ley del César, a no ser que fuera para importar petróleo o derivados y que el entorno de Al Assad se beneficiara. Pero su gobierno cree que esa relajación en las sanciones es engañosa.

Aquella norma unilateral y extraterritorial de EE.UU contiene la restricción de suministrar medicamentos, ayuda humanitaria, equipos de búsqueda y rescate, e incluso que los aviones descarguen provisiones en territorios controlados por Damasco. Un hecho bastante impracticable al menos en la capital. El principal aeropuerto internacional “está en reparación y mantenimiento luego del ataque aéreo israelí contra la instalación el 2 de enero…” informó Sputnik.

“Los sirios no se dejarán engañar por el intento de la administración norteamericana de embellecer su imagen y de evadir su responsabilidad de obstaculizar los esfuerzos de rescate y de apoyo a los afectados por el terremoto”, señaló una nota de la cancillería en Damasco. El país recibió además el apoyo de Antonio Guterres. El secretario general de Naciones Unidas pidió eliminar las sanciones por la amenaza de un nuevo desastre humanitario. Nada distinto fue lo que describió sobre el terreno la relatora especial de la ONU, Alena Douhan, quien después de pasar doce días en Siria a fines de 2022 declaró sentirse “impresionada por la omnipresencia del impacto humanitario y sobre los derechos humanos de las medidas coercitivas unilaterales” de Estados Unidos y sus aliados.

Triple no

En un sentido parecido se expresó el ex embajador británico en Siria, Peter Ford, a menudo consultado por medios que no suscriben la versión pretendidamente hegemónica de EE.UU: “Estados Unidos, con su triple no, de no levantar las sanciones, no contactar a las autoridades legítimas y no coordinarse con ellas, se está comportando claramente de forma hipócrita y egoísta”.

Otros analistas políticos afirman que las consecuencias del sismo podrían ser una oportunidad para acercar a los países árabes a Siria, especialmente aquellos con los que mantenía vínculos hostiles. “La reanudación de unas relaciones inter-árabes pacíficas es lo que todo el mundo espera, incluso sin que se produzcan terremotos u otras catástrofes naturales”, dijo el sirio Ghassan Youssef el 7 de febrero.

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