En la pantalla, un banquito blanco sale volando del escenario y un pianista enloquecido continúa tocando de pie mientras una adolescente lo mira embelesada desde el público. En los labios de él leemos un silencioso “I love you” y en los ojos de ella un éxtasis que parece derretirla.

El pianista es Jerry Lee Lewis y quien interpreta su papel en la película es Dennis Quaid.

Desparramados en la cama de mi viejo, mis hermanos y yo miramos ahora la escena donde Jerry Lee, luego de llegar a Número Uno en los Billboard, discute con Chuck Berry al costado del escenario quién cerrará el show en el que ya tocaron Buddy Holly & The Crickets y otras bandas míticas de la época. Transcurre el año 1990 y mi hermano pregunta quién es Chuck Berry. Mi viejo lo interrumpe.

--¡Miren lo que pasa ahora!

Frente a nosotros, el joven pianista acepta no cerrar la función, se acomoda con la palma de la mano el jopo rubio que anticipa su corona y sale con un caminar erguido y fanfarrón a dar su recital. Segundos más tarde, el público baila de pie sobre sus asientos y la policía ingresa al teatro para intentar frenar el descontrol mientras Jerry Lee culmina su interpretación arrodillado frente a un piano literalmente prendido fuego por él.

Mis ojos no pueden estar más abiertos. Mi vida futura pasa por adelante mío. Una que no alcancé a vivir. Una que hubiera deseado tener o que tal vez esté ocurriendo en un universo paralelo. El show termina. Un asistente entra a apagar el fuego que arde todavía sobre el piano al tiempo que Jerry Lee gira sobre sus talones y camina hacia el borde del escenario para despedirse de un Chuck Berry que ya no quiere salir a tocar.

-- Todos tuyos, amigo.

Festejo y risa general arriba de la cama. A continuación, la explicación de mi viejo acerca de quién fue Chuck Berry para que comprendamos el atrevimiento del joven Jerry Lee.

Mi historia con el piano empezó en el año 86 --a mis siete-- , tal vez antes si consideramos que a los cuatro años me llevaron al Luna Park a ver cómo un ángel vestido de blanco --de apellido García como yo-- presentaba su disco Clics Modernos. Después de que mi hermano abandonara sus intentos frente al teclado para pasarse a la guitarra y de escuchar mil veces a mi viejo tocar en el piano de casa el tema “Desconfío” de Pappo (el único que se sabía) pedí probar yo. Tomé clases hasta los quince años con Alina Gandini (hija del gran Gerardo Gandini) a quien le suplicaba me enseñara solamente temas de Charly pero que cada tanto lograba colar un minué.

Cuando nos mudamos con mi madre a Paraguay, me quedé sin piano y no volví a tomar clases hasta veinticinco años después. Fue la cuarentena 2020 la que me dio tiempo de conectar con ese deseo abruptamente interrumpido. Todavía no sé si lo hice por mí o para contagiarle esa pasión a mi hija Julia.

La pandemia también me regaló tiempo para revisar películas del siglo pasado, las que más había visto durante los 90: las películas que pasaban en la tele de mi viejo a la hora de la siesta.

-- Quiero mostrarte una película que amo, con la actriz de Stranger Things.

-- ¿Eleven? – me pregunta Julia.

--No… La mamá de Will. Se llama Winona Ryder y es increíble.

El gancho funciona y Julia se sienta al lado mío --33 años después-- a ver Bolas de Fuego (así se tradujo en Argentina Great Balls of Fire), la película que veíamos desde la cama de mi viejo y que esa tarde le presenté a Julia como mi favorita.

Winona Ryder interpreta a Myra Gale Brown, una adolescente de 13 años que se enamora de Jerry Lee Lewis, el primo treintañero de su padre, cuando éste pasa una temporada en la casa familiar de Memphis, Tennessee. El padre de Wynona al principio se opone a la relación pero después --dado el éxito y el dinero que su primo genera-- termina aceptando. Un personaje curioso que aparece cada tanto es el que interpreta Alec Baldwin, un pastor evangelista primo de Jerry Lee que define al rock como música del demonio.

La historia de amor se entrelaza con el ascenso y descenso musical de Jerry Lee Lewis. Las razones del rock tocado en piano --siempre más incómodo para moverse sobre el escenario que la guitarra--, o visto como música del mal para la congregación religiosa de su primo, el enfrentamiento con Elvis --que es alistado en el ejército y condenado al olvido--, las giras suspendidas por el cuestionado matrimonio con su sobrina Mayra, la posterior decadencia del artista que insistía tocando para pocos --hasta que le sangraran los dedos-- ignorando la condena social y, finalmente, su resurgimiento artístico luego de una temporada de excesos era todo lo que yo veía en la película. Porque lo veía solo a él. Al pianista. Al rebelde.

--Primo, mi camino está pavimentado desde hace tiempo y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo.

Parado frente a la congregación religiosa del personaje interpretado por Baldwin, Jerry Lee camina hacia la puerta de la pequeña capilla, adonde Mayra lo había llevado para rescatarse, y desde allí le contesta a su primo que acaba de darle a elegir entre el angosto camino al cielo o el amplio camino hacia la destrucción.

--Si tengo que ir al infierno, me iré tocando el piano.

Jerry Lee gira hacia la salida --con la misma soberbia desplegada tiempo atrás sobre el escenario de Chuck Berry-- y sale. Ante la mirada de todos, su joven esposa niega triste con la cabeza pero finalmente corre hacia él dejando atrás la posibilidad de pertenecer ambos al rebaño salvador.

Fin. Silencio. Espero con lágrimas en los ojos una reacción similar en Julia. La abrazo de costado mientras vemos los créditos finales.

-- Ma, me hiciste ver la historia de un pedófilo que toca el piano.

Winona Ryder tiene en la película la misma edad que mi hija y la misma edad que tenía yo cuando vi Bolas de Fuego por primera vez. Lo que me transmitió mi viejo mostrándome ese VHS es lo que quise transmitirle a ella, pero no todo pasó liviano por su mirada. Pude ver la tarjeta roja que me sacaba mi hija.

Si bien sentí orgullo, algo en mí se murió.

Con dolor, nostalgia y vergüenza apagué la tele.

Ana García Blaya nació en1979, Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Sus primeros trabajos fueron en cine y publicidad. En 2019 estrenó Las buenas intenciones, su primera película que fue exhibida en el Festival Internacional de Cine de Toronto y en el de San Sebastián. En 2022 estrenó La uruguaya, basada en la novela homónima de Pedro Mairal, producida junto a unos 1961 socios productores de la Comunidad Orsai. Por esta película, fue galardonada con el premio a la mejor dirección en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.