Dos historias; dos locales que se la jugaron, por algo más que un negocio, hace casi 20 años, cuando nadie creía que en Salta podía funcionar una rockería. Así abrieron camino estos tugurios de sospechosas vidrieras para el transeúnte que prefiere la estética clásica y conservadora.

Ellos son Atípiko y Morrison, que por convencimiento, curiosidad y necesidad rockera, ganaron espacio y hoy son referencia ineludible para todo aquel que guste de las guitarras distorsionadas.

Primeros pasos

Silvina está al frente de Atípiko, nombre que surgió por decantanción natural en una provincia históricamente asociada con el folclore. “Esto nace hace ya 18 años, y comienza con la idea de hacer algo que realmente nos gustara. Así fue que dijimos ‘pongamos algo de rock’, y empezamos con un espacio muy chiquito en las calles San Martín y Buenos Aires, un local que medía 2 x 2, en la parte de arriba de una galería”.

Para dar el puntapié inicial al sueño rockero, el primer paso fue viajar a Buenos Aires. “Fuimos y compramos un pack de ropa toda relacionada con el rock… y nos largamos. En ese local estuvimos menos de un año y, por suerte, nos empezó a quedar chico. Justo en ese momento algunos locales de la parte baja de la galería se desocupaban y alquilamos uno con vista a la calle. Eso nos comenzó a dar la posibilidad de que la gente nos vea y nos conozca”.

Silvina en Atípiko. Imagen gentileza Atipiko

En tanto, Morrison nace bajo una clara influencia ideológica del líder de The Doors. “El nombre nació porque ‘me partió el mate’ la ideología de Jim Morrison, más allá de los Doors como banda, me encantaba la locura de Jim y todo lo que tenía él como creador, poeta y frontman”, comenta Víctor, quien desde 2005 se encuentra afincado en Salta, luego de haber creado una anterior rockería en su Jujuy natal.

Ser difusores

Más allá de la venta de ropa y accesorios, las rockerías aún hoy funcionan como lugar de encuentro y difusión para las movidas locales que se van gestando, lo que multiplicaba su importancia años atrás cuando no existían las redes sociales y las modernas formas de difusión.

En este sentido, Víctor coment: “Siempre le di importancia a la rockería y también a la idea de producir shows en Salta. Así empecé de a poco, tenía un conocido en Buenos Aires que era productor y empecé a conectar con él y traer bandas. En el local también vendía las entradas… en definitiva, hacíamos un poco de todo para lograr el objetivo”.

“En una época se lograron hacer festivales muy grandes en Salta, pero todo empezó desde bien abajo, y poco a poco fuimos creciendo. Un claro ejemplo de esto es La Beriso, que llegó como una banda muy under tocando para 200 personas. Después explotaron y ahora son lo que son. Y claro que siempre trabajamos con muchas bandas locales: Santuario, Perro Ciego, La antigüedad del todo, Luca Makonia, que era una banda de punk muy buena y que lamentablemente ya no existe”, subraya el creador de Morrison.

Víctor en Morrison. Imagen gentileza Morrison

Silvina de Atípiko recuerda aquellos años iniciales cuando no solo eran las remeras lo que movía y generaba el local, sino también el hecho de funcionar como cadena de transmisión de lo que iba a pasar el próximo fin de semana en los diferentes espacios salteños preparados para recitales. "En un momento empezamos a laburar mucho con bandas locales que recién surgían. Ellos venían para que nosotros difundamos lo suyo, y tuvimos la idea de hacer afiches promocionando la tocada de tal banda. Nosotros poníamos el nombre del local abajo y las bandas lo pegaban por toda la ciudad. Así nos iban conociendo, tanto a la banda como al local”.

Esta forma de ayuda mutua resultó efectiva, “cuando no había redes, casi no había celulares y era más difícil llegar al público, esa unión con las bandas nos ayudó y acompañó siempre. Hay bandas como Perro Ciego o Luca Makonia con las que tuvimos relación desde siempre. Y también un montón más, no importa si son grandes o muy chiquitas, también trabajamos con todas porque esa es la idea”.

Anécdotas rockeras

En cuanto a anécdotas, sobran los relatos, pero la fundadora de Atípiko recuerda particularmente el día en que los visitó Fidel Nadal: “casi no entraba en las dimensiones del local, medía como 2 metros, tuvo que agacharse para entrar y no se pudo mover más, porque era todo el espacio que había”, comenta entre risas. También recuerda con nostalgia cuando se acercó al local Pipo Cipolatti, referente de varias generaciones rockeras, y del casual encuentro derivó una extensa charla con profunda humildad de parte del artista, “por ahí ahora son un poco más estrellas los rockeros”, reflexiona Silvina.

Pipo Cipolatti visita Atípiko. Imagen gentileza Atipiko

Por su parte Víctor resalta enfáticamente el horizonte que lo mueve tras la rockería. “Tengo alma de black y death metal, que para mí, eso está antes que todo. Yo sabía que venía a instalarme en un lugar difícil para el género, sabía a lo que venía y me acomodé. Me costó mucho y me sigue costando porque todo cambia muy rápidamente. Pero acá estoy, bancando lo que me gusta y lo alimento con otras producciones. Me considero muy profesional, cumplo con todo lo que las bandas me piden cuando las traigo, no les fallaría jamás, pero eso me da la posibilidad de alimentar el género que realmente me gusta que es el metal. Siempre lo voy a vivir de esa manera”.

“Pasan cosas increíbles en el local”, cuenta por su lado la creadora de Atípiko, y agrega: “hasta el día de hoy sigue llegando gente que por ahí no es del palo pero les gusta el local, les gusta lo que vendo, les parece raro y se terminan llevando cualquier cosa porque les llamó la atención. También pasa algo muy lindo: viene gente que me dice ‘yo te he comprado en la San Martín…' y claro, esos chicos tenían 15 años y ahora tienen más de 30 y vienen hasta con los hijos”, relata con alegría y nostalgia por el camino recorrido.

Pensando en las nuevas generaciones, Víctor pide agregar algo y esboza una reflexión. “Me gustaría decirle a la gente adulta, a los veteranos como yo que por ahí ya tienen hijos, que los alimenten en el apoyo a este tipo de movidas, porque la generación que pasó tiene que alimentar a la generación que viene, si no esto se termina. Hay que darle una educación rockera a los chicos”.

Víctor tocando la batería con la banda de Black Metal Abismal, de Jujuy. Imagen gentileza Morrison

La folclorización de la provincia de Salta, muchas veces opaca la existencia de expresiones artísticas más allá de lo tradicional, que se propone como objeto de consumo turístico.

Existe un gran movimiento emergente que pide pista y que, en muchos casos, lleva años empujando más de lo que se cree, o se deja ver. Dentro de este gran grupo, están los convencidos del rock, que con sus locales jugaron y juegan un papel fundamental en la cadena de transmisión de nuevas mixturas y en la permanencia de otras.

Al fin, el sincretismo, la mezcla, lo diverso, la ruptura con los cánones establecidos, es lo que genera movimiento y nuevas creaciones, convirtiéndose en el paradigma para volver a cuestionar. Y en este movimiento circular, las rockerías cumplen un papel fundamental en la vida cultural del norte argentino.