“Nosotros no usamos extranjeros. Ni en el equipo ni en el cuerpo técnico. Somos el único seleccionado del torneo sin nacionalizados. Es nuestra identidad”. Con la Generación Dorada en retirada, Julio Lamas dijo esa frase en el Premundial de 2013, tras conseguir una angustiante clasificación. En ese Torneo de las Américas, la Argentina logró el pase en un durísimo partido contra Canadá con varios juveniles apuntalados por Luis Scola. Lamas se refería fundamentalmente al convencimiento de defender el estilo nacional.

Eso no significa que está mal que un seleccionado incorpore extranjeros. Lo que puede ser objeto de discusión es la forma. En los últimos años, la Federación Internacional (FIBA), se vio obligada a reglamentar la utilización de jugadores nacidos en otros países. 

Un ejemplo difícil de explicar es el de Croacia, uno de los países que más talentos produce en Europa, que utilizó en distintos torneos a perimetrales norteamericanos (Dontaye Draper y Oliver Lafayette). Sin caer en argumentaciones chauvinistas, siempre resulta llamativo que un país prefiera utilizar a un extranjero antes que darle oportunidades a un jugador local. 

Cada caso es distinto. España tiene una liga poderosa que detecta promesas de otros países y los incorpora a sus clubes desde jóvenes. Se adaptan, se forman en el país, y luego son tentados para representar a la selección. Así convencieron al montenegrino Nikola Mirotic (Chicago Bulls), al congoleño Serge Ibaka (Toronto) y al senegalés Ilimane Diop (Baskonia). Pero pueden utilizar sólo a uno por torneo. Y, aunque lo tentaron, no pudieron seducir a la nueva joya, el esloveno Luka Doncic.  

Otros países, como Filipinas, que es uno de los cinco países con promedio de estatura más bajo del mundo (1,63), aprovechan la alternativa reglamentaria para cubrir un lugar que de otra manera no podrían. Así contrataron al norteamericano Andray Blatche (2,11m).

También hay que atender situaciones sociales. México puede inscribir a más de un extranjero, siempre que se pruebe su línea de sangre. La fuerte migración hacia EE.UU. hizo que muchas familias tengan a sus hijos allí (los chicanos). Esos son los casos de Orlando Méndez y Paul Stoll (madre mexicana).

Distintas son las realidades de Erik Thomas y de Daniel Amigo. Alguna vez Manu Ginóbili comentó: “No me parece mal que la Argentina tenga un jugador nacido en otro país. Pero si se da, tiene que tener sentido. Tiene que ser alguien que esté adaptado a nuestros sistemas y que comparta la forma en la que trabajamos. Que no sea antinatural”.