La reciente emisión del bono a 100 años por parte del Gobierno de Macri no fue una colocación de deuda más entre las múltiples realizadas por la actual administración desde su asunción. Es un gobierno que en tan solo un año y medio aumentó la deuda pública en moneda extranjera como ningún otro en la historia argentina: más de 60.000 millones de dólares, monto al que debe agregarse más de 11.000 millones de emisiones de estados provinciales. De modo que, en conjunto, la nueva deuda pública en moneda extranjera emitida en mercados financieros equivale al 13 por ciento del PIB. 

Se trata, en su totalidad, de deuda de mercado con acreedores privados, lo cual dificulta las posibilidades de refinanciación en caso de configurarse un cambio en las condiciones de liquidez internacional. Si además hay que tener en cuenta que una parte importante se emitió bajo jurisdicción de Nueva York, el panorama se ensombrece aún más, habida cuenta de los antecedentes recientes para países soberanos deudores. 

Sin embargo, la mayor preocupación surge de constatar que este crecimiento en el endeudamiento se consolida como un elemento constitutivo del modelo económico del gobierno de Macri, un programa de neto corte neoliberal. Las experiencias que han existido, en Argentina y en el mundo, con este tipo de políticas no han tenido los resultados esperados por sus impulsores y, en muchos casos, han terminado en profundas crisis económicas y sociales. 

Neoliberal

El crecimiento de la deuda ha jugado un rol central en la génesis, instauración y desenvolvimiento del proyecto neoliberal a escala planetaria. Ha sido, de hecho, un dispositivo tan determinante como eficaz para desmantelar las políticas sociales del Estado de Bienestar luego de la segunda posguerra. 

Por lo general, los modelos neoliberales parten de una reducción de impuestos (siempre a los sectores más ricos y a los más concentrados de la economía), a la cual le sigue la lógica aparición de un déficit fiscal, puesto que es necesario afrontar los gastos estatales con menos recursos. Este desequilibrio entre gastos e ingresos hace necesaria la búsqueda de fuentes de financiamiento y la toma de deuda con el sector privado es el camino elegido (desde esta perspectiva teórica, la emisión monetaria genera necesariamente y en cualquier circunstancia, inflación, sin importar los niveles de capacidad ociosa y las tasas de desempleo).

Una vez hecho el recorte de impuestos y toma de deuda comienza a crecer la necesidad de recursos para pagarla. Así, el creciente pago de intereses “resta” margen de acción al Estado para direccionar el gasto público al desarrollo de políticas productivas y sociales. Ante la obligación de hacer frente al pago de los mismos se torna necesario reducir otros rubros del gasto público, recortar partidas, racionalizar el presupuesto. Comienza a instalarse la lógica del “ajuste”. 

A contramano de las predicciones de la ortodoxia neoliberal, el recorte del gasto empeora el déficit fiscal. Al reducirse los ingresos de amplios sectores sociales, disminuye la capacidad de compra y, con ello, cae la demanda de consumo, arrastrando a la baja a la inversión. Esto impacta negativamente en la generación de empleo, potenciando a su vez la caída de la demanda inicial. Esta caída del consumo y de la inversión se traduce en una menor recaudación, ya que esta depende del nivel de actividad económica, empeorando el desequilibrio de las cuentas públicas. 

De modo que se recortan gastos para equilibrar las cuentas públicas pero, al caer la recaudación, el nivel del déficit suele mantenerse o incluso incrementarse. Este crecimiento del déficit, producto de las políticas de ajuste, genera una mayor necesidad de financiamiento, propiciando así el inicio de un círculo vicioso de endeudamiento público y penurias sociales. 

Ciclo

El modelo económico de Macri no escapa de esta caracterización. Tras la reducción de impuestos a las exportaciones, a los consumos suntuarios y a las fortunas personales, se avanza a paso firme en el recorte de gastos sociales que afecta a los sectores más vulnerables. Las recientes reducciones en los planes Progresar y en las pensiones por discapacidad son solo una muestra. La pérdida en el poder adquisitivo en la AUH, las jubilaciones y los salarios estatales son los efectos más extendidos del ajuste que se está llevando a cabo. 

Estas decisiones en el frente fiscal se combinaron con un aumento acelerado del endeudamiento, cuya condición de posibilidad fue el acuerdo con los fondos buitre a comienzos de 2016, que actuó como la puerta de entrada a los mercados internacionales, a la manera del plan Brady a comienzos de la década del noventa.

Se ha iniciado así, desde la asunción de Macri, un nuevo de ciclo de endeudamiento. Se repite la historia, como ocurrió con la última dictadura militar comandada por sectores de la sociedad civil, cuando los bancos privados internacionales desbordantes de liquidez se apresuraron a prestarles a los países latinoamericanos. En Argentina, ese dinero barato vino de la mano de una política económica de apertura financiera y comercial que marcó el final del proceso de industrialización vía sustitución de importaciones y sextuplicó la deuda pública, estatización de la deuda privada mediante. 

Dicho ciclo de endeudamiento culminó al inicio de la década del ochenta, cuando las condiciones de liquidez en el mercado internacional se revirtieron y la tasa de interés internacional escaló abruptamente. Fue el plan Brady, que Argentina aplicó entre 1992 y 1993, el que le permitió salir del default parcial de su deuda e iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento que terminó en la crisis de 2001 y el default de los 80.000 millones de dólares en bonos emitidos en los años previos. 

Luego del default de 2001, el más grande de la historia para cualquier país soberano, los canjes de deuda de 2005 y 2010 permitieron reducir sustancialmente el peso de la deuda, al punto de pasar de 160 por ciento del Producto en 2002, al 43 por ciento en 2015, al momento del cambio de gobierno (siendo relevante el crecimiento económico experimentado en el período). 

Ese proceso de desendeudamiento implicó también cambios en la composición de la deuda, reduciendo el peso de los pasivos en moneda extranjera en el total, de la deuda bajo jurisdicción extranjera y de la participación del sector privado como acreedor del Estado. 

Tan significativo fue este cambio de composición que la deuda en moneda extranjera en manos del sector privado que representaba el 100 por ciento del Producto Interno Bruto en 2002, pasó a menos del 8 por ciento en octubre de 2015. La reversión de dicha tendencia en el último año y medio también es brutal: actualmente, la deuda en moneda extranjera con el sector privado, ya se encuentran por encima del 20 por ciento del PIB. 

Endeudamiento 

La combinación actual de endeudamiento y políticas de austeridad que atentan contra el crecimiento económico condena al país a endeudarse constantemente para pagar la deuda contraída. Y contrariamente a la promesa de la reducción en el costo de financiamiento que traería el acuerdo con los fondos buitre, la realidad es que las tasas de interés que paga Argentina solo bajaron marginalmente. 

A comienzos de 2015, bajo la administración de Cristina Fernández de Kirchner, Argentina se endeudó en moneda extranjera a una tasa de interés de 8,9 por ciento anual y a un plazo de 10 años, con un bono bajo jurisdicción argentina. Recientemente, el gobierno de Macri endeudó al país a 100 años, con un bono bajo legislación de Nueva York y una tasa de interés del 7,9 por ciento anual. 

Si bien la tasa es un 1 punto menor, la diferencia se revierte, con creces, cuando se toma en consideración la cantidad de años durante los cuales nuestro país va a seguir pagando intereses (llegado el año 14 se habrá pagado el equivalente al capital tomado, siendo los 86 años restantes pura renta para los acreedores), con el agravante de que ante un posible default (que no puede descartarse que ocurra en un siglo), habrá que lidiar con potenciales arbitrariedades de los tribunales y jueces de una jurisdicción extranjera. 

Si a la magnitud del endeudamiento contraído se le agrega el condimento del alto nivel de tasas de interés, no es difícil concluir que la pesada carga de la deuda aplasta y oprime a otras partidas presupuestarias que podrían contribuir a dinamizar el mercado interno e incluso generarle mayores recursos al fisco. Los vencimientos de deuda anuales se han disparado de forma vertiginosa. Y la situación se agrava con cada devaluación del peso.

Fuga

Pero esto no es todo. Como el modelo económico de Macri requiere, además, la mayor libertad posible para los movimientos de capitales hacia y desde el exterior, se han desmantelado en el último año y medio todos los controles de capitales que existían. La existencia de controles a capitales especulativos permite resguardar a la economía de la volatilidad de los mercados financieros internacionales. Sin embargo, con esa decisión, se genera un riesgo enorme ya que la facilidad al acceso de capitales solo puede darse si se facilita también la salida de capitales del país. 

De hecho, la fuga de capitales del sector privado ha aumentado significativamente desde la asunción de Macri, alcanzando los 30.000 millones de dólares. De esta manera, la entrada de dólares producto del asombroso endeudamiento tiene su contraparte en la fuga hacia el exterior que realizan los agentes privados de mayores recursos y en los crecientes pagos de deuda que esta propia lógica genera. 

En un país como Argentina, el endeudamiento externo en dosis moderadas puede servir para generar las divisas necesarias para cubrir ciertas importaciones de maquinaria y tecnología que el país no produce, o para desarrollar obras de infraestructura que los mercados de capitales locales no alcanzan a financiar. Pero siempre en la medida que favorezca el fortalecimiento del entramado productivo y la autonomía fiscal, y no en su detrimento. 

Este esquema de política económica neoliberal basa su accionar en el endeudamiento externo y se vuelve dependiente de él, y, por extensión, de las condiciones internacionales. Tiene todos los ingredientes de un nuevo ciclo de endeudamiento como ocurrió en la última dictadura y en la década del noventa. En ambos casos, que incluso fueron más moderados que el actual, concluyeron en crisis económicas y default dejando secuelas dramáticas en vastos sectores de la población.

* Unpaz-UBA, ex secretario de Finanzas.

** UBA, ex presidente CNV.