“Y no me digas ‘mamá te quiere’, porque tiene un doctorado en joderme, es evidente tu corazón me gané y la bendita bruja no quiere vernos feliz. En su cumpleaños le vo’ a hace’ un regalo, un buen cafecito, pero envenenado. Cuando se desmaye la monto en mi carro y de una barranca pa’ bajo, que se la lleva el diablo”, canta Romeo Santos en “La Suegra”, su más reciente sencillo, que ya se volvió un éxito viral arrollador en las redes sociales y plataformas de streaming.

Como si se tratase de una carta brillantemente jugada, este hit del indiscutido Rey de la Bachata fue prohibido en su país de origen, República Dominicana, por la Comisión Nacional de Espectáculos y Radiofonía (CNEPR). Eso a nadie le importa, ya que este tema ya suena 24/7 en cada parlante dominicano conectado a Spotify.

Sin embargo, no es la primera vez que en República Dominicana una bachata o un merengue dedicados a una suegra “metiche” se vuelven un éxito. En los años 80’s, de hecho, esta temática era una de las favoritas de la música popular y la comedia caribeña. Por eso (dato no menor) el videoclip toca una fibra sensible de este país. Romeo protagoniza el video, (que tiene la estética de los sketches de humor de esa época) encarnando a Balbuena, el personaje icónico de uno de los comediantes más queridos de la historia de este país: Luisito Martí, él ícono televisivo adorado por millones, a la altura de un Chespirito. El papel de La Suegra recae en las manos de la primerísima actriz, también dominicana, Cecilia García. Y hace su aparición especial Bulin 47, un referente de la música urbana de proyección internacional.

¿El humor negro dominicano?

Es por eso que, cuando se anunció el banneo oficial de esta canción, millones salieron a apoyar a Romeo en todas las redes sociales, elevando a la enésima potencia su viralización. Él, que también estuvo al frente de varios titulares, respondió respaldado por un ejercito de fans que lo reventaban a likes: “Hay que ser muy amarillista, ignorante (…) para no poder notar que la canción tanto como el vídeo solo fue con intenciones de homenajear UNA VEZ MÁS la dominicanidad”, y aseguró: “Entre muchas cosas favorables el DOMINICANO se distingue por su jocosidad y creatividad. Otro elemento que nos caracteriza es nuestro HUMOR NEGRO”.

Como si se tratase del tráiler de película, “La Suegra” de los mismos creadores de: “No te asombres si una noche entro a tu cuarto y nuevamente te hago mía. Bien conoces mis errores, el egoísmo de ser dueño de tu vida. Eres mía, no te hagas la loca eso muy bien ya lo sabías”, entre otros grandes éxitos del vasto cancionero caribeño, que romantiza las violaciones y la cosificación de la mujer en pos de la pasión. Pero como acá se trata de una suegra, no hay romanticismo que aguante para esta madre insoportable a la que hay que ponerle un punto final. El que no lo entiende, es porque le falta picardía y jocosidad.

Es difícil para alguien que no es de ese país, (como quien escribe), darle a este videoclip un sentido completo y cerrado, ya que no comparte ciertos códigos en común con el público popular dominicano, como la referencia a Luisito Martí. Sin embargo, teniendo en cuenta que es el segundo país latinoamericano con la tasa más alta de femicidios (solo superado por Honduras), que una canción explicite paso a paso cómo asesinar a una mujer, (cuando se ve más allá de la escenografía humorística), genera sopor.


La suegra que interpreta Meryl Streep en la serie Big little eyes.

¿Qué es lo gracioso?

Otras letras que glorifican violaciones y femicidios no resisten el paso del tiempo y, hoy en día, sería muy difícil que se estrenen nuevamente sin repercusiones. Sin embargo, ¿por qué todavía, en 2023, sigue siendo relevante insistir con la idea de matar a la suegra, y por qué tanta gente lo celebra? ¿Qué es lo gracioso de este chiste que ya se contó tantas veces? ¿A qué remite el arquetipo de La Suegra?

Pocas figuras familiares tienen tan mala fama como las suegras. Para sorpresa de nadie, ni los clásicos tíos violadores o los padres ausentes tienen ni un cuarto de la mala reputación de estas mujeres que, antes que suegras, son madres.

En el inconsciente colectivo la suegra muchas veces está caracterizada como una mujer de un estatus social más elevado que el nuero, y cree que él nunca será un buen candidato para su hija. (Como ocurría con Selma Bouvier, que detestaba a Homero Simpson). O, por otro lado, también recae en el lugar común de querer competir con la nuera en ser más eficiente a la hora de llevar adelante las tareas de cuidado. En ambos casos, representa la dificultad de una madre abnegada de “separarse” de sus hijos, lo cual puede significar una “disrupción” para una pareja.

Desde hace décadas la cultura popular les atribuyó la cualidad de ser chismosas, conspiradoras, invasivas, entrometidas, de atentar contra la paz del hogar y arruinar familias y parejas; de ser pesadas, molestas, meticulosas, obsesivas, amargadas, fastidiosas, una presencia no solicitada e irritantes. Características que no recaen sobre los suegros, que básicamente tienen la fama (completamente inchequeable) de ser más “relajados”. ¿Tal vez porque están a años luz de involucrarse en cualquier tarea de cuidado que no sea “hacer el asado”?

La cultura de masas, a través de la televisión y el cine, terminó de amalgamar todos estos ingredientes indeseables para condensarlos en suegras insoportables e icónicas, como la mamá de Fiona, la esposa de Shrek; Meryl Streep en Big Little Lies; Mamá Cora; Jane Fonda haciéndole la vida imposible a JLO en Monster-in-law; la tiránica Cersei Lannister; Perla Slaghoople, la densísima suegra de Pedro Picapiedra; Malvina del Olmo, la suegra satánica de la trilogía “Las Marías”, protagonizada por Thalía o Isabel II, la desagradable suegra de Lady Di. (Ok, ese ejemplo sí fue cierto). La tematización es eterna.

Suegra vs. madrastra

Tan solo las madrastras, más vinculadas al universo de las fábulas y los cuentos infantiles, les disputan a las suegras su hegemonía tiránica familiar. Las madrastras, siempre tan malévolas y envidiosas de la lozanía y belleza de las mujeres más jóvenes, parece que no pueden más que gozar sometiéndolas con tratos crueles, como ocurría en la película de Disney de Cenicienta. (Un vínculo inentendible que, en un universo paralelo, bien podría ser el script de una película BDSM lésbica). Es tan difícil decir la palabra “madrastra” sin sentir que nos estamos refiriendo a un personaje ficcional, como lo es hablarle a alguien de una “suegra” y que entre ambxs no haya un acuerdo tácito de que, seguramente, es un collar de melones.

Haciendo esta genealogía, parece ser que las suegras podrían ser un posible devenir de la figura anquilosada de las madrastras. Ambas son mujeres “mayores” (en el mundo arquetípico, toda mujer de más de 40 ya es una “vieja”) y no mantienen un lazo sanguíneo con aquellxs a quienes atemorizan (sus nuerxs/hijastrxs). Sin embargo, en un universo patriarcal, parece ser que siempre hay cierto gustito por usar de punching ball o de antagonista a una mujer que no es vista como sexualmente deseable y que tiene una actitud “disruptiva” o “entrometida”. La bruja, la madrastra y la suegra parecen estar orientadas bajo el mismo hilo conductor de las malas mujeres que, al menos, tienen la cualidad de ser tres figuras indóciles.

Estando en el 2023, seguir hablando de la suegra como el remate de un chiste suena a un tipo de humor misógino remanente de un sketch de Olmedo y Porcel, que también explota otros tópicos de la comedia machista argentina de los 70’s, como la pelea entre mujeres por un hombre. En definitiva, si la suegra pica tanto, es porque es una matriarca.