La suba de los precios de febrero alcanzó los 6,6 puntos porcentuales y estuvo impulsada por los alimentos. El brusco aumento de la carne de más del 30 por ciento, cuya oferta se resintió por la sequía, y algunos productos estacionales, fue la principal razón del elevado índice. Así, la inflación anual superó los tres dígitos mermando las chances electorales del oficialismo y, especialmente, las expectativas presidenciales del ministro Sergio Massa cuya promesa de bajar el índice al 60 por ciento perdió toda credibilidad.

El brusco aumento de los alimentos mostró las limitaciones de acuerdos como el de “Precios Justos” que se concentran en negociaciones con grandes cadenas de supermercados y productores concentrados de alimentos. El impacto inflacionario vino de la mano de las frutas y las carnes, donde el oficialismo tuvo una reacción tardía. El impacto de la sequía había generado un aumento de la liquidación de vientres que provocó una baja en los precios de la carne en los últimos meses de 2022. El ministro Massa se subió sobre esa circunstancia para generar la sensación de la eficacia de sus políticas, sin advertir que la liquidación del ganado generaría una contracción futura de la oferta y, por lo tanto, un posterior salto de los precios.

Esa falta de previsión de corto plazo se entrecruza con la ausencia de políticas estructurales que aseguren una oferta estable de los principales alimentos de consumo interno. El programa de “Hambre cero” que lanzó Alberto Fernández, no fue más que una sesión de fotos sonrientes de funcionarios y dirigentes del sector, sin más políticas que la ampliación de la Tarjeta Alimentar costeada por el Estado (con una bochornosa comisión inicial hacia los bancos que la emitían posteriormente corregida al remover al entonces ministro Daniel Arroyo). Esa marketinera puesta en escena sólo tomó el nombre del programa que Lula llevó a cabo durantes sus presidencias.

La experiencia brasileña de “Hambre Cero” generó una red de políticas que afianzó a los pequeños productores agropecuarios más pobres con financiamiento, compras anticipadas de productos, fijación de precios mínimos y acumulación de stocks para evitar desabastecimientos y subas imprevistas en los precios de los alimentos de consumo interno. Esa red de campesinos sin tierra, minifundistas y pequeños productores agrupados en cooperativas y organizaciones tenía la prioridad para abastecer la política de distribución de alimentos en escuelas, comedores y organismos del Estado sin engorrosas licitaciones, además de las familias que recibían asistencia alimentaria. El enlace entre esa demanda y oferta de alimentos se realizaba priorizando la cercanía geográfica, reduciendo gastos inútiles en transporte y combustible en materia de abastecimiento alimentario.

Un organismo clave en dichas políticas fue la Compañía Nacional de Abastecimiento cuyo flamante presidente indicó que volverá a comprar productos agrícolas cuando sus precios son bajos y acumular stocks para evitar desabastecimientos y subas imprevistas en los precios. Una política que, en Argentina, podría haber evitado las recientes subas en el precio de carnes y frutas.

@AndresAsiain