Desde Río de Janeiro

En Brasil, el lawfare fue un tema fundamental, porque intervino directamente en la historia reciente del país.

Lula y Dilma Rousseff fueron las principales víctimas del lawfare. En este momento están viajando para China. Él, nuevamente elegido presidente de Brasil. Ella, como presidenta del Banco de los Brics, se va a instalar en Shangái para asumir esa función.

Ello es posible porque Brasil logró derrotar a las operaciones de lawfare, que llevaron a la encarcelación de Lula y a su proscripción. Dilma fue tumbada de la presidencia mediante un Golpe fundado en la judicialización de la política.

Después de tres gobiernos antineoliberales elegidos sucesivamente, el cuarto – el segundo de Dilma Rousseff – fue interrumpido por un Golpe que rompió con la democracia en Brasil, como había ocurrido en 1964.

La justificación para el Golpe fue una transferencia de recursos del presupuesto, que no fundamentaba, para nada, el impeachment que se impuso al gobierno de Dilma Rousseff. Se trató de un caso claro de lawfare, la nueva política de la derecha latino-americana.

Ello se dio, después de que, tras 21 años de dictadura militar, Brasil recuperara la democracia, realizando 7 elecciones sucesivas. El Golpe en contra de Dilma Rousseff permitió que la derecha volviera a imponer políticas neoliberales, con todos los retrocesos que Brasil vivió a lo largo de 6 años, 4 de los cuales con el gobierno de Jair Bolsonaro.

¿Cómo Brasil logró superar esos retrocesos, derrotar al lawfare y volver a la democracia?

Fundamental fue el cambio de postura del Poder Judicial brasileño. Después de haber participado directamente en la destitución de Dilma Rousseff. Después de haber rechazado un hábeas corpus solicitado por Lula y, por el contrario, haberlo mantenido preso con decenas de procesos en su contra. El Poder Judicial fue cambiando de posición, a tal punto que, como me dijo el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, el Poder Judicial de Brasil pasó a tener una posición menos conservadora que el  argentino.

Lula logró que en todos los procesos en su contra fuera declarado inocente. No solo salió de la cárcel, sino que además recuperó sus derechos políticos plenos. Al punto que fue nuevamente candidato a la presidencia de Brasil, triunfó y volvió a presidir al país.

El Poder Judicial pasó de ser complaciente con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil a convertirse en un escollo fundamental que limitara las arbitrariedades cometidas por él.

El liderazgo de Lula, su capacidad para unificar a todos los sectores anti-Bolsonaro, fue el otro factor decisivo para impedir que el lawfare siguiera actuando en contra del proceso de redemocratización en Brasil.

Hubo así no sólo una derrota jurídica del lawfare en Brasil. El Poder Judicial pasó a tener un rol decisivo en la reversión del lawfare y de la judicialización de la política en Brasil.

Fue necesaria también una derrota política del lawfare, con la afirmación de una fuerza nacional, liderada por Lula, que aísle a la derecha y su campo de acción. 

Así quedó claro que solamente con la derrota del lawfare y de sus nocivas acciones sobre la política fue posible reimplantar la democracia en Brasil y que Lula volviera a la presidencia del país.