A Brenda le gusta desnudarse. No es linda, pero tiene ese encanto viciado que es alimento para el sicópata que soy. Me gusta descubrir viscosidades como si fueran raspones purulentos en especies que se empiezan a degradar a la vista de esa patina que solo yo veo, como una maldición arltiana. Lo llamo Derrota. 

Chicas fundidas, malas, desconchadas por el tiempo, el mundo, las familias horribles y unos cuerpos fuera de línea. No soy quien para juzgar, solo admito lo que veo y al tener espejo en mi casa sé que no soy un dechado de esplendor. ¡Si parezco un comisario retirado, con mi pancita y mis camisas fuera de moda! 

No se trata que ella no sea modelo de Vogue, no, no es eso, a todas las que son como ellas uno las mira con fijeza porque se cautiva con el horror como en un cuadro de Goya porque se comprende de lo que pueden ser capaces : enfrentar a un toro bravo, tener cuatrillizos por un pasaporte europeo, venderse por monedas o matar por aburrimiento. 

En eso reside el atractivo: en la observación de alguien degradándose pero que aún emana una fragancia a persona viva, ese olor a perfume barato, esa ropa que le queda mal, esos ojos de loca que simulan piedad pero son indolencia de un alma flotando en el éter de la nada, eso, eso monstruoso que uno percibe y que en el fondo aterra. Para evitar el mal trago, el miedo al contagio hay que simular ser como ellos. 

Yo lo logré. Mi precio era escribir sobre el asunto. Y hacerlo bien. Y salir vivo. Pensando en todo momento que es la lindura. ¿Por qué carajo nos han metido eso de que hay que saber dónde está lo lindo, dónde lo feo? Yo me acerqué a ellos como quien lo hace con chimpancés de selva: son agradables para memes humanizantes pero si no pertenecés a su entorno son capaces de destrozarte. Estoy seguro. A su modo también son tímidos. Así de simple. La belleza de la nada enloquecida, el por qué unos se comen a otros o se canibalizan. Logré que me captaran en su círculo y puedo contarlo. Eran sábados de invierno, viendo películas, una porno o de guerra, comiendo pizza encargada, fernet con Coca, cocaína cortada, hablar de nada, de cosas imposibles pero cercanas: asesinar, por ejemplo. Matar a alguien a ver qué se siente. Eso. Primero matar después veremos.

Brenda en la noche se desnudaba en su pieza y se filmaba para mandarnos a nosotros que estábamos a metros de ella sus encantos. El que quisiera podría tomarla con dar dos pasos. Yo nunca lo hice, tuve la suerte de que a Brenda no le gustara mi compañía porque creía y desconfiaba que yo era un infiltrado, un escucha, un batidor.

-No -dijo Brian-, lo conozco de chico. Es medio quedado, pero es un tipo serio. ¿No ves la cara de amargo que tiene?

-Sí, sí, sí -nos decía Brenda desde la otra habitación mientras practicaba su sórdido arte de la felación con uno de nosotros, una bombachita rosada con el elástico flojo y una especie de túnica que dejaba ver sus senitos redondos- también me parece medio atravesado. 

-¿Sos maricón vos? -me decía por el celu. Yo sostenía una sonrisa 

-No, soy un solitario nada más. Pero bajé dos polis, como todos saben. Aquello daba resultado siempre y cerraba cualquier conversación: el fraude de haber bajado a dos que me perseguían a puro tiro y al hospital con dos ratis. Así fue la mentira urdida con esfuerzo y arte.

-Ah, si es por eso -murmuró Brenda- tenés el infierno asegurado-, mientras le salpicaban la cara y el video se apagaba.

Brenda es muy espiritual: Usa la tabla Uija que adquirió en una feria de usados y el tarot porque quiere saber cuándo va a morir la gente.

-Esta carta de La Muerte no es la muerte propiamente, puede ser el fin de algo, para que entre algo nuevo -explica con voz de bebé crecida. 

¿Edad? Inclasificable puede ser una señora con su bolsita de nylon siempre o una veinteañera que fuera abandonada por un ogro en medio de una quema. Brenda no vio Malvinas ni el Mundial ni sintió el derrame de muertos y desaparecidos: para ella la historia empieza a duras penas con Alfonsín y las urnas. Fue a algunos campamentos “llenos de pelotudos de la esperanza” y a alguna que otra marcha “para ver qué era”. Pero dicen que volvió con más odio lamentándose que ese no era el camino y que algo había que hacer y pronto.

-Matar, solo sirve matar.

Nadie le preguntaba en aquellos tiempos a quién y para qué mientras se solía desnudar filmándose hasta que aparecieron los celulares en todo su esplendor y tuvo su canal erótico de donde sacaba unos pesos y hasta conocía a gente más importante que ella. Y todo lo hacía en silencio, anestesiada, como una monja que cree oir a Dios, sin dar rastros de dónde andaba y con quién, salvo a nosotros, desde su pieza, ahí nomás a metros de donde veíamos a Stallone y pensábamos en estafas y robos a bancos extranjeros.

–Joyas, joyas es lo mejor, se venden afuera y te dan más guita-, acotaba ella entre tipo y tipo, o entre mate y mate, mientras sorbía de una bombilla verde. Hacía mucho ruido. Había poca yerba y mucha pizza. Eso y la luz enganchada hacía todo más barato.

Brenda empezó cada vez más a desconfiar de mí y yo temía que se tomen en serio eso de pertenecer a una red de contra inteligencia y me serruchen o me pongan algo en el vaso para envenenarme. ¿Contrainteligencia de qué? Si daban pena los idiotas que resultaban. Trato de alegrarla con chistes de los que no se ríe, pero admite que son buenos.

-Tenés que dedicarte al stand up vos y de paso dejás unos mangos acá, en la casa. 

En esa comunidad la heladera estaba siempre vacía, el baño sucio y olor a orines de gatos que surcan todas las habitaciones como si el universo les perteneciera. Una vez le sugerí para tantearla fugarnos al Caribe, pero me miró con esos ojos de vaca.

-Si vos no tenés ni caca en las tripas - me contestó, mientras se desnudaba delante mío esperando conectarse con algún cliente rata para obtener lo poco que tiene con esos mangos que le pagan. 

Pero ya mi estudio va terminando y me voy a alejar de ellos: escribiré esta especie de novelita que estoy fabricando sobre estos bobos y luego me iré lejos de su órbita enfermiza. Sé que han recibido mucha mosca por algo que habrán de hacer en breve y no quiero estar cerca en cuanto eso ocurra. Les tengo miedo. A los locos como estos hay que saberlos silenciar o alejarse. No tienen salvación. Andan eufóricos y armados. 

Anoche Brenda mostró un arma, una Gluck y dijo que tenía la justicia entre sus dedos. Luego despaciosamente se desnudó para todos nosotros como festejo. En cuanto pude huí y hoy trato de borrar su imagen, sonriente pero con una cara dramática, pobre y vencida de antemano con sus tetitas al aire, fea como dije al comienzo y preparada para un crimen cualquiera, si todo le da igual.

 

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