El fin de la dictadura militar y las consecuencias humanas y sociales que dejó. La recuperación democrática y la reconstrucción cultural que comenzó en la Argentina. La aparición del HIV como una enfermedad desconocida y temida. El destape sexual y los amores “prohibidos” que empezaban a dejar de ocultarse. La tan recordada y agitada década del '80. Todos estos temas son los que sobrevuelan la segunda temporada de Argentina, tierra de amor y venganza (ATAV 2), la ficción de época que el lunes 10 se estrena en la pantalla de El Trece, con emisiones diarias a las 22.15. La secuela de la aquella primera temporada emitida en 2019, que estuvo ambientada en la década del '30, da un salto temporal a los '80, en una trama protagonizada ahora por los nietos de la historia original.

El regreso de la novela nacional a la TV abierta se da con una ficción de época, en una secuela que tiene sus particularidades: no mantiene ningún personaje de la trama que le dio origen a ATAV, aunque a muchos (la Polaca, Aldo Moretti, Bruno Salvat) se los nombrará a partir del vínculo filial que tienen los nuevos personajes. Los y las descendientes de las familias Moretti, Salvat y Trauman son quienes comandan la nueva historia, que tendrá otros conflictos, luchas, amores y odios, aunque también habrá quienes intentarán saldar las deudas del pasado. La irrupción del SIDA y el auge del teatro revista forman parte de una ficción que cuenta con una impecable recreación de época, tanto en su escenografía como en la vestimenta de los personajes, su lenguaje y la música que la atraviesa.

Claro que uno de los aspectos más destacados de ATAV 2 es el abordaje sobre la dictadura militar, que será parte troncal de la trama. El regreso al país de Antonio (Toni Gelabert) y de su padre Pedro Salvat (Rafael Ferro), quienes se habían exiliado en España, tiene una única intención: saber qué pasó con Silvia (Julieta Díaz), esposa de Pedro y madre de Antonio, que con un embarazo a cuestas nunca llegó a destino. Nada se sabe ni de ella ni de lo que sucedió con su bebé. Rafael Machado (Federico D´Elía), amigo de la familia, y quien supuestamente debía cuidarla y garantizarle la salida del país, es en el presente de la trama el director del Hospital Central y colaborador de los militares, aunque los Salvat no lo sepan. La complicidad civil con los militares tiene su lugar en la ficción.

En esa línea narrativa que revisita el pasado reciente aparece con fuerza la figura de Luisa (Virginia Lago), la madre de Silvia y abuela de Antonio, quien se quedó en Argentina buscando incansablemente a su hija y es integrante de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Sí, la lucha de una Abuela forma parte de la novela, en un reconocimiento de hecho al organismo de derechos humanos.

“Me toca estar en un lugar tan emocionante como interpretar a una madre Abuela de Plaza de Mayo, que han trabajado y siguen trabajando tanto en la restitución de la identidad a tantos nietos y nietas”, le cuenta Lago a Página/12. La actriz confiesa que su Luisa de ATAV 2 “no es un papel más” en su carrera. “Me encantó hacer de una Abuela de Plaza de Mayo. Siempre tuve cercanía con ellas y admiro su lucha, quiero y respeto mucho a Estela de Carlotto, una maravilla de persona. Y es especial, además, porque a mí me tocó vivir, fui protagonista de esa época, en la que la barbarie era terrible, y fui muy castigada. Poder hace de una Abuela, contar lo que pasó, es un privilegio”, subraya Lago, que en la novela comparte cartel con Federico D'Elía, Federico Amador, Justina Bustos, Juan Gil Navarro, Gloria Carrá, Malena Solda, Tato Quattordio, Toni Gelabert, Andrea Rincón, Belén Chavanne, Nacho Di Marco y Alan Daicz, entre otros.

La actriz detalla que la emoción de interpretar a una abuela de Plaza de Mayo tiene un significado doble: por lo que ese colectivo significa para ejercitar la memoria, pero también por su vínculo personal con los años de plomo que ATAV 2 contará. “Cuando me propusieron interpretar a una Abuela -recuerda- me sentí bendecida y agradecida, porque está muy bien escrito por los autores (Lily Ann Martin y Claudio Lacelli). Es un personaje que tiene mucha humanidad, mucha pelea, mucho dolor, pero además es una guerrera: enfrentarse a los milicos en búsqueda de su hija y de su nieta… Es un personaje que cuenta algo que lamentablemente pasaba cotidianamente en esa época. Hemos perdido a tanto amigos, he sido mucho tiempo prohibida y amenazada”.

Como a tantas otras actrices en esos años, Lago sufrió en carne propia a la dictadura militar, tiempo en el que vivió situaciones que su papel en ATAV 2 le hizo volver a transitar: “Recuerdo que estaba grabando la segunda parte de El amor tiene cara de mujer en Canal 9 y un día el señor que todos los días me saludaba en portería me dijo que no podría entrar más, que tenía prohibido el ingreso. Yo sabía lo que estaba pasando, pero fue una cosa muy dura y sorpresiva. En la tele estuve prohibida. Seguí haciendo teatro a través del Teatro Popular de la Ciudad, pero no estuve nunca más en la tele ni me hacían reportajes en la radio. Recibía amenazas, tenía a mi hijo de un año y pico… Muchos amigos desaparecidos. Era durísimo. Era el terror. Seguíamos adelante porque creíamos en la vida. Por eso me gusta que se trate esa época desde la ficción, sea en la TV o el cine. La memoria tiene que existir, el 'ni olvido ni perdón' tiene que existir. Hay que hablar de lo que nos pasó. Sobre todo para que lo sepan los jóvenes”.

El retorno de la novela diaria a la pantalla chica argentina que marca ATAV 2 es, cuenta la actriz, un motivo más para celebrar, entre tanto contenido del género extranjero o limitado solo al mundo de las plataformas. “Que haya ficción en la TV abierta es una gran alegría, porque estamos padeciendo la no ficción: contar cuentos es algo que tiene que ver con los argentinos. Desde los radioteatro hasta las novelas de la tele. Contar cuentos es algo maravilloso que está muy arraigado a nuestra vida. Hay muchos años que hay muy poca ficción. En nuestras ficciones nos contamos. La gente se ve identificada, se reconoce, es nuestra tierra y son nuestras costumbres. El mundo es uno, pero cada lugar es distinto. ATAV cuenta nuestra historia, con lo fundamental que es eso. Tiene que ver con nuestra memoria, con el Nunca más, para que los jovenes puedan ver lo que pasaba. Y también cuenta lo que significó el regreso de la democracia y lo que pasó con la liberación cultural y sexual, donde a los homosexuales se los discriminaba. Y la irrupción del SIDA en aquellos años. Es una ficción hermosa y necesaria”, concluye la actriz.